Tener paciencia, cuidarse y ser responsable: actitudes para salir de la crisis;
dar mil vueltas a pensamientos negativos eleva la preocupación inútilmente.
“La forma más rápida de salir de una crisis es cuando cada persona se esfuerza por hacer su trabajo lo mejor posible, con los menores recursos y tomando decisiones basadas en el
bien común, sin intentar mantener privilegios particulares”,
señala Andrés Martín Asuero, doctor
en psicología y autor de varios libros
sobre desarrollo personal.
Casi nada. A diferencia de amenazas tradicionales como las sequías o las inundaciones, la crisis es un concepto abstracto y escurridizo difícil de afrontar con acciones concretas. Esto produce
indefensión y, a su vez, preocupación y culpabilidad, señala Martín Asuero. La clave para salir del círculo vicioso es cambiar de actitud.
Comencemos por la aceptación: tomar conciencia de la situación de la forma más realista posible, sin engañarse. “Es un proceso que va cambiando. Surgen unas oportunidades y se mueren otras. Centrar la atención en lo que surge y en lo que tenemos, en vez de lamentarse de lo que ya no está, es fundamental”, indica el psicólogo.
Del dicho al hecho, claro, hay mucho trecho. El proceso a menudo es doloroso, si no para uno mismo, para otras personas. Aquí entra en juego la compasión y
responsabilidad. “Reconocer este sufrimiento es importante para poder cuidarse y cuidar a otras personas. La crisis es un proceso social y por lo tanto debemos salir todos de ella”. Incluso las personas que no tengan trabajo pueden aprovechar la situación para ocuparse de sus familias, de niños, ancianos o de la naturaleza, con cariño. Siempre hay algo que uno puede hacer, que le es satisfactorio para sí mismo y para el bien común. Cuidar a la sociedad, sí, pero no descuidar el cuidado propio. Toda situación de crisis produce un desgaste que deteriora la salud física y mental. Es importante cuidarse, descansar y dedicar tiempo a actividades agradables.
“No saldremos de aquí quejándonos; respiraremos cuando exijamos al gobierno un cambio institucional profundo y cuando cada uno de nosotros pongamos nuestro granito
de arena cambiando algunas de nuestras actitudes”, señala por su parte la consultora Natalia Gómez del Pozuelo. Entre las recomendaciones de Gómez del Pozuelo, figura darse permiso para pasarlo mal. Reconocer la debilidad en uno mismo ayuda a ser tolerante con los demás y a tener relaciones en un plano de igualdad y facilita, además, otra cuestión importante: aprender
a aceptar ayuda y ayudar a los demás. “Por mal que lo estemos pasando”, señala, “siempre hay personas a las que podemos echar una mano. Lo que uno hace en su entorno es lo que recibirá de él”.
La preocupación es un sentimiento estéril: provoca angustia, estrés y paraliza. “Lo interesante es ocuparse: ¿No llego a fin de mes? Disminuyo los gastos o busco otras formas de ingresos”. Para
ello, es fundamental sembrar, sembrar y sembrar.
En este mundo actual de cambio constante, la
forma de mantener un flujo regular de trabajo es
sembrar. “Lo curioso es que a veces uno siembra
patatas y recoge coliflores”, dice Gómez-Pozuelo,
quien hace unos años cambió de rumbo para dedicarse a la consultoría y la formación. Se trata,
en cualquier caso, de un proceso que requiere mucha paciencia: “No puedo estirar de la planta para que crezca más rápido: lo único que puedo hacer es tener paciencia y cuidarla: preparar el terreno y regarla”. Estudiando, por ejemplo. Y siendo perseverante: “Si tuviera que elegir una sola clave para lograr salir de la crisis, elegiría la perseverancia”, indica Gómez del Pozuelo.
Como se ha dicho tantas veces, lo crucial no es tanto el qué sino el cómo. “Un estilo de pensamiento pesimista lleva a la indefensión, a creer que la situación adversa nunca va a cambiar y que no se puede hacer nada frente a ella”, señala el psicólogo Óscar Sánchez. Dar mil vueltas a pensamientos negativos eleva la preocupación inútilmente, sin que se haga nada para solucionar la dificultad en cuestión. Entramos de cabeza, por tanto, en el círculo vicioso del que hablábamos al principio.
Por el contrario, un estilo de
pensamiento optimista, señala
Sánchez, tiende a explicar las
situaciones adversas por
factores que, en gran
parte, son modificables;
afronta los problemas como
retos, confía en la habilidad
personal para resolverlos con
éxito, sabe que la solución
conlleva tiempo y esfuerzo y se
compromete a resolverlos con
rapidez, más que a evitarlos.
Si sientes que la crisis se te lleva por delante, “deja tiempo para afilar el hacha”, resume Sánchez. Alterna el tiempo para solucionar el problema con tu cuidado personal y social. Conseguirás más emociones positivas y, con ellas, una forma de pensar más flexible y creativa, algo fundamental
para hacer frente a los retos de la vida.
(Escrito por NATALIA MARTÍN CANTERO) EL PAÍS, 06 11 2012
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