Se agradece el gesto pero el populismo, si riñe con la práctica, no suele durar. La alcaldesa de Madrid hacía gala de ir en metro al trabajo pero poco ha tardado en subirse al coche oficial para acudir a actos de agenda. Manuela Carmena ha tenido un estreno complicado al frente del Ayuntamiento de la capital. Seguramente esperaba críticas a la hora de poner en marcha sus primeras políticas pero es difícil que hubiera visualizado una primera semana como alcaldesa tan convulsa, con polémica diaria. No habían pasado ni 24 horas de su investidura cuando la oposición, de forma unánime, y la sociedad en general «pedían la cabeza» de su concejal de Cultura, Guillermo Zapata, por unos tuits injustificables. Tardó Carmena esperando todo el fin de semana; quiso esperar al lunes para «hablar con él», pero finalmente Zapata renunció al área de Cultura, que no al acta de concejal de distrito; una decisión a medias que no se entendió del todo. La siguiente en la lista era una «feminazi desviada», según ella misma, aunque finalmente se decantaron por una «okupa». Al día siguiente, este diario publicó que la portavoz municipal, Rita Maestre, estaba imputada por un delito contra la libertad de conciencia. La alcaldesa se desdice ahora de aquel pensamiento suyo tan firme de que «ningún imputado pude estar en las instituciones». Su equipo, con un pasado «por el que puedan pedir perdón» son gente «con buen corazón» y con eso, dice, le basta. «Son imprescindibles», zanjó.
Del metro al coche oficial... en cuatro días http://www.larazon.es/local/madrid/del-metro-al-coche-oficial-en-cuatro-dias-PG10078421#Ttt1xueCccG9X7DZ
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