Murió como en el poema que él mismo escribió: «ligero de equipaje». En la cama de un hostal de Colliure, el poeta más emblemático de la generación del 98 encontró la muerte a causa de una neumonía. Demasiados días vagando por sendas embarradas, soportando la lluvia, camino del exilio. Tres días después perdía la vida su madre, Ana Ruiz. Derrotado, Machado llegó a su fin exhausto, como si fuera un anciano. Su hermano José, que le acompañaba en el destierro, halló en el bolsillo de su chaqueta unos papeles arrugados. En uno de ellos estaba escrito su último verso. «Estos días azules y este sol de la infancia». Hace 75 años, el 22 de febrero de 1939, se extinguió la voz de uno de los mayores poetas que ha tenido España. Con motivo del aniversario, se suceden los homenajes en las ciudades en que nació y vivió.
El expresidente Rodríguez Zapatero acarició la idea de repatriar los restos mortales de Machado, enterrado en una humilde tumba de Colliure. Pero quizá no haya mejor descanso para un hombre que nunca persiguió la gloria que el pequeño pueblo de pescadores francés. Al fin y al cabo, sobre su lápida siguen depositando cartas los lectores que peregrinan hasta su tumba. Tantas eran las misivas que en 1983 la Fundación Antonio Machado de Colliure habilitó un buzón junto a la sepultura para guardarlas.
La España franquista, que hizo de su hermano Manuel el poeta oficial del régimen, trató de extirpar su memoria. No lo logró, entre otras cosas, porque su figura se convirtió en un icono de oposición a la dictadura. En 1966, un homenaje al poeta en Baeza (Jaén), donde Machado había enseñado francés en un instituto, acabó como el rosario de la aurora. La Policía esgrimió sus porras y adobó a palos a los participantes en el acto, en que se iba a inaugurar un monumento, un busto en bronce del poeta realizado por Pablo Serrano.
Hoy, casi medio siglo después, los homenajes al poeta se repiten. Los más destacados se celebrarán en Madrid, Segovia, Soria y Sevilla, la ciudad que le vio nacer en 1875. Uno de aquellos patios sevillanos, el que acogía el palacio de las Dueñas, donde nació Machado, quedó inmortalizado en unos versos que hablan de «un huerto claro donde madura el limonero». La conmemoración más destacada tendrá lugar este fin de semana en Colliure.
En el Ateneo de Madrid, institución con la que Machado estuvo muy vinculado, se recitarán hoy sus poemas. En el homenaje estará su sobrina Leonor, quien lleva el nombre de la esposa del escritor. Los herederos del padre de 'Juan de Mairena' guardan todavía algunos escritos inéditos que si no han salido a la luz ha sido por el poco interés de las editoriales invitadas a reeditar sus obras.
El Ayuntamiento de Sevilla agasajará a unos de sus poetas más célebres con una estatua de Julio López Hernández. El alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido, negocia con la Casa de Alba que la estatua se instale a la entrada del Palacio de las Dueñas, propiedad de la duquesa.
Para el Premio Cervantes José Manuel Caballero Bonald, la muerte prematura del poeta representó la «desaparición dramática de un hombre decente». «Supuso el enaltecimiento de un ejemplo imborrable desde una doble perspectiva humana y política. Machado fue un espejo de los españoles íntegros y su ideario social, su filosofía de la vida, su conducta como defensor de la República, su singularidad dialéctica, perduran como un verdadero paradigma».
Su hermano José dejó escrito un testimonio emocionante de los últimos días del poeta y de las penalidades infligidas por los gendarmes. «Fue un verdadero milagro que escapásemos a las garras de estos esbirros, verdadera vergüenza de la especie humana». Para huir de sus acechanzas, se refugiaron en un vagón varado en vía muerte. El escritor y su madre cruzaron la frontera «gravemente enfermos y sin un solo franco en el bolsillo: casi desnudos, como los hijos de la mar».
Lejos de Pilar Valderrama, la misteriosa Guiomar de sus últimos poemas amorosos, y de su querido hermano Manuel, al menos Machado estuvo acompañado en sus últimos días de su madre, quien le tenía por su hijo preferido. «Sólo moriré cuando muera mi Antonio», solía decir. Y se cumplió su pronóstico.