sábado, 27 de diciembre de 2014
Cuento de Navidad
Cuenta una antigua y conocida leyenda que tres cedros habían nacido en lo que alguna vez fueron los hermosos bosques del Líbano. Como todos sabemos, los cedros demoran mucho tiempo en crecer y estos árboles pasaron siglos enteros pensando sobre la vida, la muerte, la naturaleza y los hombres.
Presenciaron la llegada de una expedición de Israel, enviada por Salomón, y más tarde vieron la tierra cubierta de sangre durante las batallas con los asirios. Conocieron a Jezabel y al profeta Elías, enemigos mortales. Asistieron a la creación del alfabeto, y se deslumbraron con las caravanas que pasaban llenas de telas de colores.
Un buen día decidieron conversar sobre el futuro.
-Después de todo lo que he visto -dijo el primer árbol- quiero ser transformado en el trono del rey más poderoso de la tierra.
-A mí me gustaría ser parte de algo que transformara para siempre el Mal en Bien - comentó el segundo.
-Por mi parte querría que cada vez que me vieran pensaran en Dios -fue la respuesta del tercero.
Pasó algún tiempo más y vinieron los leñadores. Los cedros fueron derribados y un barco los transportó lejos.
Cada uno de aquellos árboles tenía un deseo, pero la realidad nunca pregunta qué hacer con los sueños; el primero sirvió para construir un refugio de animales, y las sobras se usaron para apoyar el heno. El segundo árbol se convirtió en una mesa muy simple, que pronto fue vendida a un comerciante de muebles. Como la madera del tercer árbol no encontró compradores, fue cortada y colocada en el almacén de una ciudad grande.
Infelices, ellos se lamentaban: "Nuestra madera era buena, y nadie encontró algo hermoso donde utilizarla."
Pasó algún tiempo más y, en una noche llena de estrellas, un matrimonio que no lograba encontrar refugio decidió pasar la noche en el establo que había sido construido con la madera del primer árbol. La mujer gritaba, con dolores de parto, y terminó dando a luz ahí mismo, y colocó a su hijo entre el heno y la madera que lo apoyaba.
En aquel momento, el primer árbol entendió que su sueño se había cumplido: allí estaba el más importante de todos
los reyes de la Tierra.
Años después, en una casa modesta, varios hombres se sentaron a la mesa que había sido construida con la madera del segundo árbol. Uno de ellos, antes que todos comenzaran a comer, dijo algunas palabras sobre el pan y el vino que tenía frente a él.
Años después, en una casa modesta, varios hombres se sentaron a la mesa que había sido construida con la madera del segundo árbol. Uno de ellos, antes que todos comenzaran a comer, dijo algunas palabras sobre el pan y el vino que tenía frente a él.
Y el segundo árbol entendió que, en aquel momento, sustentaba no sólo un cáliz y un pedazo de pan, sino la alianza entre el hombre y la Divinidad.
Al día siguiente, retiraron dos pedazos del tercer cedro, y los colocaron en forma de cruz. Los dejaron botados en un rincón y horas después trajeron a un hombre brutalmente herido, a quién clavaron en aquellos leños. Horrorizado, el cedro lamentó la herencia bárbara que la vida le había dejado.
Antes que tres días pasaran, sin embargo, el tercer árbol entendió su destino: el hombre que ahí estuvo clavado era la luz que todo iluminaba. La cruz hecha con su madera había dejado de ser un símbolo de tortura, para transformarse en señal de victoria.
Como siempre ocurre con los sueños, los tres cedros del Líbano habían cumplido el destino que deseaban - pero no de la manera que imaginaron que sería.
PAULO COELHO
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