Dice el doctor Canavero,
italiano, por más señas,
que si lo dejan hacer
y no se cruza la ética,
y cuadran todos los cálculos
y está de suerte la ciencia,
y alguien pone –es natural-
la pastora que eso cuesta,
dentro de dos años, dos,
y no es broma lo que cuenta,
podrán practicar a humanos
un trasplante de cabeza.
Es una pena que queden
aún dos años de espera,
porque lo ideal sería
practicar en esta fecha
en la que el mundo no sabe
dónde tiene la cabeza.
Digo el mundo y digo España,
que está la cosa revuelta,
y en política, ya saben,
basta salir a la puerta
para saber que si a algunos
le funcionan bien las piernas,
otros manejan las manos
como garras y las llevan
a los bolsillos ajenos
y sin un euro los dejan;
si a otros les funciona el culo
y son amos do se sientan,
y a otros le funciona bien
esa parte delantera
que suele entrar o salir
si es que recibe o ingresa,
a otros les funciona bien
el corazón, y las venas
se las abren para darse
al prójimo en noble entrega,
a la mayoría, aquí,
no le está bien la cabeza,
no va a juego con el cuerpo
o no va con las ideas.
Imaginen un momento
que Canavero se empeña
en hacer con varios nombres
la criatura perfecta:
el cuerpo de Pedro Sánchez
y la coleta de Iglesias,
las barbas de Mariano,
sonrisa de Albert Rivera,
delgadez de Rosa Díez
y de Pujol, la cartera,
a ver dónde Canavero
halla la justa cabeza
para que España no vaya
tan decapitada y ciega,
dando tumbos por el año,
víctima de las encuestas,
mientras nosotros huimos
del engendro de cosecha.
Aunque con la que tenemos
es para pedir la cuenta…