El consejero de Gas Natural, asesor del multimillonario mexicano Carlos Slim, propietario del Fondo Tagua Capital, (ahora metido en el ladrillo) y que fue presidente del Gobierno entre 1982 y 1996, Felipe González, ha confesado públicamente que se le ha pasado por la cabeza irse de España, concretamente a 7000 kilómetros de distancia. Aunque tiene otra mansión en Arcilla (Marruecos), la cifra de kilómetros proporcionada sugiere que su destino sería América. No hay que olvidar que sus mejores contactos son empresarios venezolanos como Gustavo Cisneros. Este logró Galerías Preciados tras su expropiación y luego la vendió a El Corte Inglés, era amigo de Carlos Andrés Pérez, pero que tuvo que huir de Venezuela cuando se descubrió su corrupción, al igual que el italiano Bettino Craxi. Felipe también era amigo de Omar Torrijos (Panamá) y ahora ha intimado con el propio Slim (Mexico), país donde ya reside parte de su familia.
El “lapsus” sobre su huida de España Felipe González lo rectificó de inmediato y añadió que después de pensarlo abominó de la idea y se quedará aquí para darle a la “máquina de pensar”. Lo único cierto es que hasta ahora, la única “máquina” a la que le ha dado ha sido la de hacer dinero aprovechando sus privilegios de ex presidente. Me parece terrible que uno de los dirigentes, junto con el Rey, Adolfo Suárez, José María Aznar, Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, que nos ha metido en este drama colectivo, dé a entender que, si las cosas se ponen más feas (que el FMI dice que se pondrán), puede irse a disfrutar sus millones fuera.
La prensa ha confirmado que Juan Carlos I también tiene dinero y propiedades fuera de España. José María Aznar tiene a sus hijos estudiando en EE.UU, luego tampoco le sería difícil marcharse. Felipe González sólo da carta de naturaleza a algo muy extendido entre nuestra casta: tener cuentas corrientes fuera de España. De ahí que nunca salgan a la luz oficialmente las listas de evasores fiscales, algo que ni siquiera Franco ocultó, según se ha hecho público ahora.
Es de una gravedad extrema. Sabemos que la mayor parte de nuestras “élites” nunca han trabajado, en el caso de Felipe González apenas ejerció un cortísimo espacio de tiempo como abogado laboralista recién terminada la carrera. Todo su dinero se lo deben a los ciudadanos, que les han pagado disciplinadamente durante décadas sus altísimos sueldos, privilegios, contactos y formación. Y de hecho les seguimos pagando una alta remuneración vitalicia, así como las mayores pensiones, como en las monarquías medievales o en los regímenes despóticos.
Sería justo que ahora que el país está en quiebra y con un desempleo descomunal y creciente, todos aquellos políticos y gestores públicos de cualquier tipo que desde que comenzó esa “opereta” llamada “Transición” no puedan demostrar unos ingresos privados y limpios por la vía civil o privada, tengan que devolver todo lo acumulado. Varios economistas, y no precisamente marxistas ni estatalistas, lo han reclamado: transparencia, reparación y confiscación.