“Querría volver a España en el futuro, pero sé que no será pronto”, comenta Martí por teléfono desde Portland, donde trabaja en la prestigiosa OHSU (Oregon Health & Science University), el centro en el que recaló en 2012. “De momento, tal y como están las cosas, es tan complicado que ni me planteo volver”.
Martí accedió al CIPF en 2006 con una licenciatura en Biología de la Universitat de València y un máster en reproducción asistida bajo el brazo para hacer la tesis doctoral. Entró en el —extinto— programa de medicina regenerativa, en el grupo de Rita Cervera, una bióloga que en 2010 consiguió, por vez primera, clonar un toro de lidia. Cervera era la directora de la tesis de Martí, sobre clonación en cerdos, que, con tanto trasiego, aún no ha presentado: “Mi intención es defenderla este año”, explica.
Cuando los rumores del ERE en el Príncipe Felipe comenzaron a tomar cuerpo, la investigadora empezó a moverse. “Estábamos a finales de 2011 y yo tenía contrato hasta marzo, pero las cosas pintaban mal”. A través de Cervera, que ya se había trasladado a Oregón, se enteró de que la OHSU buscaba embriólogos. “Justo el día que me dijeron que me echaban, me llegó la noticia de que me aceptaban en el laboratorio de ciencias de reproducción de la OHSU”, relata. “Fue una alegría”.
“Nuria tiene unas manos de relojero, es buenísima manipulando embriones”, relata Antonio Juan-Díez, su último jefe en el CIPF, en el grupo de reparación y regeneración vascular —también desaparecido—. ¿Cómo pudo ser entonces una de las afectadas por el ERE? “Se echó básicamente a los que salía barato tirar y que estaban a sueldo del centro [sin subvenciones externas que corrieran a cargo de su salario], y ese fue su caso”, responde el investigador.El ERE se formalizó en noviembre de 2011. El CIPF, asfixiado por la insuficiencia financiera de la Generalitat Valenciana, cerró 14 de los 26 laboratorios existentes.
La embrióloga aterrizó en Portland en enero de 2012 y se integró rápidamente en el grupo de Shoukhrat Mitalipov, que ha conseguido, por vez primera, células madre embrionarias con el ADN de un adulto.
“Buscaban a alguien con experiencia en manipulación de células humanas, y yo la tenía gracias al máster”, relata. Desde que llegó a Estados Unidos su vida profesional no ha hecho más que mejorar. En octubre del año pasado ya participó, también bajo la dirección de Mitalipov, en la publicación en Nature de otro trabajo de alto impacto científico. En este caso, se trataba de una técnica para prevenir las enfermedades mitocondriales, unas patologías poco frecuentes aunque muy graves que se transmiten a través de la madre (de las lesiones del ADN mitocondrial).
Ahora, en el artículo que la ha lanzado a las primeras páginas de los periódicos, Martí ha tenido un papel más relevante. No solo colaboró en la técnica de transferencia nuclear, el proceso por el que se le extrae el núcleo a un óvulo y se le inserta una célula adulta para que, con un contenido genético idéntico al de la célula adulta, comience a desarrollarse como un embrión. También en la fase de derivación de las líneas celulares (la obtención y cultivo de las células madre). Además, fue la coordinadora del programa de selección de donantes de ovocitos: “Seleccionamos a las mujeres y les explicamos en qué consiste el programa”.
“Aún no me acabo de creer todo lo que hemos hecho, esto está siendo una experiencia extraordinaria”, apunta en plena resaca del avance científico. Martí seguirá en Portland junto a su marido. “Tenía un empleo, pero decidimos que era una buena opción salir de España. Aquí no trabaja”. La pareja no tiene hijos. “Tendré, pero ahora no; cada vez tengo menos tiempo”, comenta.
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