martes, 8 de enero de 2013

A veces llega la hora cuando la mujer debe fiarse del marido. Por ejemplo.


Una noche una esposa regresa a casa de su trabajo ya de noche, pero antes de lo acostumbrado.
Para no despertar a su marido ciudadosamente entra en el dormitorio. Bajo la manta de la cama ve cuatro piernas en vez de dos. Llena de ira coge un garrote y comienza a pegar garrotazos a la manta con todas sus fuerzas por 15 consecutivos minutos, hasta que ya, agotada, se va a la cocina a beber un vaso de agua.
Al entrar se encuentra con su marido sentado a la mesa leyendo una revista. "Hola, querida" -dice él- "Tus padres han venido a visitarnos, venían cansados y los he dejado dormir en nuestra cama. ¿Los has saludado ya?”

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De mis disparates de juventud, lo que más pena me da, no es haberlos cometido sino...NO VOLVER A  COMETERLOS.

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