En San Miguel de Tucumán, al norte de Argentina, un hombre de 33 años llamado Rodrigo Martín celebraba con sus compañeros de trabajo su despedida de soltero, ya que iba a casarse el próximo fin de semana. Iba, en pasado, porque ha tenido que posponer la boda por motivos justificadísimos de salud. En plena fiesta, a sus amigos se les ocurrió gastarle una broma subida de tono al futuro marido. Lo rociaron con alcohol en la zona del bajo vientre, allí donde cualquier golpecito de nada se convierte en un suplicio, para a continuación lanzarle a la misma zona una cerilla prendida. La combustión, como ya imagináis, fue inmediata y el resultado, abrasador.
El pobre Rodrigo gritaba desesperado mientras ardía y sus colegas buscaban un extintor con el que poner fin a la gracia que habían perpetrado. Para cuando consiguieron apagar el incendio originado en su cuerpo, el mal ya estaba hecho: Rodrigo tenía quemaduras de segundo grado en el 25 % de su cuerpo y especialmente afectadas las extremidades inferiores, el abdomen y la zona genital.
La mala noticia para el futuro contrayente es que tendrá que permanecer ingresado unos 15 díasen la unidad de quemados del Hospital Centro de Salud de San Miguel de Tucumán. Buenas noticias hay dos: la primera es que su vida no corre peligro porque las quemaduras solo afectan a la dermis y epidermis de las zonas afectadas. La segunda, y más importante aún, es que tendrá unos días más de margen para plantearse otra vez lo del matrimonio.
PS. ¿Qué más buenas/malas noticias se os ocurren tras el incidente?
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