“No quites el bigotillo al niño, que si no en dos telediarios le crecerá la barba”, “no uses cuchilla para quitarte los pelos de la axila que si no luego te sale más fuerte”. Llevamos toda la vida escuchando la misma cantinela y, para qué engañarnos, creyéndonosla.
Antes de entrar a explicar por qué este pensamiento es erróneo, vamos a tratar de centrarnos en las razones por las que llevamos tanto tiempo pensando que este mito es verdadero. La doctora y directora del departamento de dermatología de la Wake Forest Baptist Health Medical Center Amy McMichael afirma en la revista de divulgación Scientific Americanque una de las causas por las que se ha extendido este bulo es nuestra limitada capacidad de percepción, pues afirma que las personas no somos especialmente observadoras.
Por otro lado, en ocasiones, tras afeitamos, el vello crece más rápido. Este hecho no se debe al propio rasurado, sino a que el proceso de crecimiento no siempre es igual de rápido y puede que coincidan ambos momentos. Otro motivo que puede llevarnos a la confusión es que nuestro pelo no tiene la misma holgura en todas sus partes, sino que la raíz es más ancha que su extremo. Por tanto, al afeitarlo parecerá que el pelo crece más fuerte porque inicialmente veremos solo la parte más cercana a la raíz.
Por último, el color del vello es otro factor que puede incidir en este habitual error. Cuando un pelo recién sale a la superficie, parece, y es, algo más oscuro que el resto. La razón es que todavía no se ha expuesto al sol ni a los factores químicos o contaminantes que nos rodean. Estos fenómenos provocan que tome una tonalidad algo más clara.
Los estudios que desmienten nuestra creencia
Una vez explicados los motivos por los que hemos caído en este error, toca explicar qué es lo que realmente ocurre. El interés de la ciencia por esta materia es casi tan antiguo como el nacimiento de este mito y a lo largo de los años se han ido sucediendo numerosas investigaciones.
Más de 40 años después, en 1970, cinco varones fueron reclutados para un estudio similar, pero en este caso en una zona distinta: las piernas. Los voluntarios solamente se afeitaron los pelos de una pierna cada semana durante varios meses. La otra pierna la dejaron sin tocar. Al finalizar el proceso, al igual que en el anterior estudio, no encontraron ninguna diferencia significativa ni en el peso, ni en la medida, ni en la anchura ni en el propio crecimiento del pelo.
¿Excepciones? Sí, como en todo
Ambos estudios parecen lo suficientemente serios y definitorios como para cortar de raíz, y nunca mejor dicho, con este terrible bulo. Pero ¿por qué lo seguimos creyendo más de 40 años después de ser demostrado como falso? Es complicado saberlo, quizá ya sea una historia que hemos asumido como verdadera y la realidad nos parezca menos ‘interesante’.
McMichael incluso ironiza con ello. Dice que si realmente el pelo se fortaleciera al afeitarse, ¿por qué no se usa como método contra la calvicie? Eso sí, hay que señalar que como casi todos los estudios, este también tiene sus excepciones. La dermatóloga estadounidense indica que hay determinados factores que sí que pueden influir en el crecimiento del vello.
El más significativo es que al afeitarnos de forma constante, la piel puede verse dañada, acabar endureciéndose y formar una estructura similar a la de un callo. Cuando esto sucede, los nervios pueden verse afectados y el crecimiento del vello también. Pero este hecho es solo la excepción que confirma la regla, ya que no suele ser habitual, apostilla McMichael.
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