Llegó al hospital un jueves de noche tras romper aguas y no la bajaron al quirófano hasta el sábado. No hubo tiempo a nada. «El médico me dijo: 'O corto o tu hijo se muere'»
«Esperaron tanto para provocarme el parto que casi pierdo a mi bebé», denuncia María Alcocer, que dio a luz en febrero en el HUCA
LOS HECHOS
Rompe aguas. Llega el jueves por la noche al HUCA tras romper aguas. Está ya de 41 semanas y 4 días. Los médicos le habían advertido que podría tener dificultades porque ella es muy pequeña y su bebé era muy grande (pesó 3.917 gramos y midió 54 centímetros).
No dilata. Y tampoco le baja el útero. Ya el viernes, le suministraron un fármaco vaginal para provocarle el parto. No hizo efecto. Por la noche, empezó a tener fiebre: 39,7. De madrugada, le ponen la epidural pero no la llevan al paritorio.
Empieza a quejarse. María se queja. Dice que se siente mal. Además, el aparato que monitorea al bebé empieza a pitar y le dicen que el monitor está estropeado. La médico decide ponerle un tranquilizante para que se calme.
Infección. Dos veces intentan tomar una muestra de su PH para ver si hay infección. Lo consiguen a la segunda. La prueba da positivo. Son ya casi las ocho de la mañana del sábado. La llevan de urgencia al quirófano, pero no hay tiempo de nada. Le practican una cesárea sin anestesia.
Cristian Marius es un niño muy deseado y sobre todo, buscado, pero al que le costó «Dios y ayuda» venir a este mundo. Tuvo dificultades a la hora de nacer, pero muchos más problemas tuvo su madre, María Mercedes Alcocer, de 37 años, a la que, por una serie de hechos de difícil explicación, le acabaron practicando una cesárea sin anestesia. Sí, ha leído bien: una cesárea sin anestesia. Cuesta creerlo, pero ocurrió hace apenas un mes en el Materno-Infantil del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Cristian cumple ahora sus primeros 30 días de vida, pero tuvo que pasar sus dos primeras semanas en una incubadora. Y no precisamente por nacer de forma prematura, «sino porque esperaron tanto para provocarme el parto que casi pierdo a mi bebé», recuerda aún angustiada María Mercedes.
Jamás hubiera sospechado esta madre ecuatoriana, nacionalizada española y que lleva más de 15 años viviendo en Asturias, «que todo iba a acabar así». Ella y su pareja, Cristian Popa, de 29 años y que un día decidió dejar Rumanía para adentrarse en «el sueño español», se animaron a ser padres «pese a la crisis». Les costó lo suyo. Tanto, que llegaron a acudir a la consulta de fertilidad del HUCA. Pero el destino es caprichoso. «El día que fui por los papeles para iniciar un tratamiento de fecundación supe que podía estar embarazada porque tenía un día de retraso», cuenta María. Ella y su pareja, Cristian, que se habían conocido 9 años antes en la estación de Alsa a punto de coger el billete para Colunga, lo recuerdan como «el mejor día» de sus vidas.
«Venía grande»
«Durante nueve meses, hice todo lo que me dijeron. Comí yogures, que los detesto, descansé, caminé y me sometí a todas las pruebas aconsejadas para una embarazada de mi edad. No me salté ni una sola cosa». Así llegó el día en que María tuvo que dar a luz. Sabía de antemano, porque así se lo habían advertido en las clases de parto y también su médica, que «podía tener dificultades». El bebé «venía grande y yo soy pequeñita. Era consciente de que podía acabar en cesárea, pero jamás pensé que me la harían sin anestesia».
El «mal sueño» de esta pareja residente en Oviedo empezó en la noche del jueves 13 de febrero. María rompió aguas y salieron escopetados para el HUCA. «Ese mismo día había acudido a Maternidad para un monitoreo de rutina y me dijeron que estaba en fecha». Muy en fecha: 41 semanas y 4 días de gestación. Durante 24 horas, los médicos esperaron a que María dilatara, cosa que no ocurrió. El viernes le suministraron un fármaco vaginal, le pusieron oxitocina, pero el útero no bajaba y el bebé no parecía querer salir. Ya el viernes, por la noche, un día después de haber roto aguas, se empezó a sentir mal, «como si tuviera fiebre». Y así era: «Llegaba a 39,7, pero en la planta no me hacían ni caso. Decían que estaba nerviosa porque era primeriza», comenta.
Su pareja, Cristian, se encaró varias veces con el personal del hospital. «No sabes qué hacer. Ves que ella está sufriendo, que está convulsionando de fiebre y que no te hacen ni caso», se lamenta. «A María le pusieron un calmante porque decían que eran nervios. Ella se puso a llorar y pensó que algo iba a salir mal».
Pasaron las horas y María solo tenía una idea en la cabeza: no dormirse. Debido al tranquilizante, apenas podía abrir los ojos y le costaba hablar. Recuerda que, de madrugada, «sobre las tres o cuatro de la mañana», la bajaron para ponerle la epidural. Pensó que la llevarían al paritorio, pero se equivocó. «Todavía no estás a punto». Vuelta a la planta. Casi a las ocho de la mañana, ya del sábado (habían pasado 32 horas desde el ingreso), confirmaron que María sufría una infección. De ahí la fiebre y el malestar. «Una médica empezó a gritar: 'Al quirófano, al quirófano'. Llamaron al anestesista, pero ya no había tiempo de nada. El médico que estaba en la sala me dijo: 'O corto o tu hijo se muere'». Ella asintió y él cortó. En tres partes. «Fue un dolor horroroso. Apreté tanto los dientes que uno se me partió». María perdió el conocimiento, pero, antes, sintió cómo le «sacaban al bebé del vientre», relata de manera cruda. Literal.
María Alcocer y Cristian Popa presentarán una reclamación «redactada por un abogado». Aunque las pruebas dieron bien, temen que su hijo tenga secuelas, ya que padeció sufrimiento fetal y, como nació con el cordón umbilical alrededor del cuello, «no le llegó bien el oxígeno». Por eso, y porque pilló una infección «por el retraso en parir», el bebé empezó su vida en una incubadora. El pediatra les ha dicho que el niño «está irritado por todo lo que pasó». Durante las primeras semanas, María tuvo pesadillas. «Soñaba que me atacaban, que me cortaban y me hacían daño». Dice que lo que más le dolió no fue tanto el corte sin anestesia, «que también, sino la incomprensión» que sufrió. «Tanto sufrimiento es inhumano. No se puede jugar así con la vida de la gente», se queja. Pese a la gravedad de la denuncia, ni la Consejería de Sanidad ni el hospital han querido pronunciarse. A María nadie le ha explicado aún qué fue lo que pasó con su parto.
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