En aquel tiempo, Jesús
tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó
aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los
discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
«Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
COMENTARIO
Levantaos, les dice Jesús. Hay que seguir caminando. Hay que dar a conocer al mundo esta clase de amor. Hay que enseñar que el Padre, al que ya no hay que temer, es el verdadero Dios. Hay que explicar a los hombres de todas lasrazas que, por encima de sus leyes y
sus profetas particulares, es posible quererse como hermanos. Y, estando el mundo como está..., no podemos permitirnos el lujo
de quedarnos dormidos en nuestros laureles y
esconder al mundo esta gran noticia.
Hay que seguir, aunque nos cueste la vida. El amor que quede aquí y la vida que conservaremos serán nuestra gloria y nuestro triunfo: resucitará y renacerá el Hombre.
Y así fue. Y así puede ser todavía.
ORACIÓN
Ilumina, Señor, nuestras tinieblas.
Oh Cristo, que, antes de entregarte a la pasión, quisiste manifestar en tu cuerpo transfigurado
la gloria de la resurrección futura,
te pedimos por la Iglesia
que sufre:
que, en medio de las
dificultades del mundo,
viva transfigurada por la
esperanza de tu victoria.
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