Un hijo y su padre caminaban entre unas montañas. De repente, el hijo se cayó, se hizo daño y gritó: “¡AAAhhhhhhhhhhhhhhh!”.
Para su sorpresa, en algún lugar de la montaña, escuchó una voz que repetía: “¡AAAhhhhhhhhhhhhhhh!”
Con curiosidad, el niño gritó: “¿Quién eres tú?”
Recibió como respuesta: “¿Quién eres tú?”
Enfadado con la contestación, gritó: “¡Cobarde!”
Recibió como respuesta: ”¡Cobarde!”
Miró a su padre y le preguntó: “¿Qué sucede?”
El padre sonrió y dijo: “Hijo mío, presta atención.”
Y entonces el padre gritó a la montaña: “¡Te admiro!”
La voz respondió: “¡Te admiro!”
De nuevo el hombre gritó: “¡Eres un campeón!”
La voz respondió: “¡Eres un campeón!”
El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego el padre explicó:
“La gente lo llama ECO, pero en realidad es LA VIDA…
Te devuelve todo lo que dices o haces…
Nuestra vida es simplemente reflejo de nuestras acciones…
Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor…
Si deseas más competitividad en tu grupo, ejercita tu competencia…
Si no nos gusta lo que recibimos de la vida, puede que sea hora de escuchar qué estamos enviando al eco. Si entras a un sitio con una sonrisa, es muy probable que recibas más de una de vuelta. Si tratas a los demás con dureza y exigencias, ten por seguro que no será amor lo que recibas en retorno. Si te tratas a ti con respeto, siendo un ejemplo de conducta asertiva, pronto los demás te tratarán con respeto.
¿Qué estás recibiendo en tu vida?
Piénsalo bien. Tu respuesta te dirá lo que estás enviando al eco de la vida.
Si deseas que cambie lo que recibes de los demás, empieza por cambiar lo que tú das. Poco a poco, el eco de la vida, te irá devolviendo lo que tú envíes.
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