viernes, 13 de septiembre de 2013

! AL DESPERTAR !


Esta mañana, justo al despertarme, apenas unos segundos después de despegar
los párpados y darle la bienvenida a la incómoda primera luz del día, me ha
asaltado una duda: ¿Cómo sería mí vida sin la gente que me rodea?
Puro azar, ese es el mecanismo
por el que empezamos a
formar parte de una familia.
De una cantidad de personas
que nos ofrecen su apoyo,
comprensión y ayuda desde el
primer instante de nuestra
vida. Esas personas que,
cuando nuestra conciencia aún
permanecía dormida se
desvivían por hacernos
esbozar una sonrisa y no se
frustraban al recibir un llanto
emergido de nuestra
desconfianza.
La familia son todas esas personas
que comparten contigo los
momentos más felices de tu vida, las
celebraciones más importantes a la
par que se derrumban contigo en tus
peores momentos. Es la gente que te
ha tocado por mero y puro azar y a la
que has aprendido a querer gracias al
cariño recibido. Son una pieza
indispensable e imprescindible en
nuestra vida, los seres que te han
dado la vida y los que han sabido
cuidarte y desvivirse por ti cuando
todavía eras un ser indefenso ante el
mundo.
Automáticamente después de reflexionar sobre la familia he desviado mis
pensamientos hacía uno de los pilares más importantes en la vida de todos: los
amigos, la familia escogida.
Me he percatado esta mañana, cuando mis ojos ya se habían acostumbrado a la
luz del sol y me había incorporado para seguir reflexionando, que el corazón es
una pieza dividida en mil pedazos.
Pedazos de nuestro corazón
son todas aquellas personas
a las que decidimos
entregarles, de forma
voluntaria, nuestra
dedicación, nuestra
confianza, nuestro apoyo y
nuestra comprensión. Son
trocitos de nuestro corazón,
unos más grandes y otros
más pequeños, pero todos
ellos forman la pieza clave
para que podamos ser
felices.
Son todas esas personas que si
no existieran dejarían un vacío
en tu corazón. Todas esas
personas que si desaparecen
de tu vida, dejarían una pieza
menos, insustituible. Las
personas que necesitas para
poder llorar, las personas que
te necesitan cuando debes
secar sus lágrimas y
transformarlas en una sonrisa,
las personas que comparten,
sin pedirte nada a cambio, su
vida con tu vida.
Y con este pensamiento he abandonado mi cama. He posado mis pies descalzos
sobre el suelo y he sentido el frío tacto de las baldosas. Justo en ese momento ha
subido por mi cuerpo un escalofrío que ha acabado en la parte trasera de mi
cabeza formado una idea más en mi mente.
Tal y como ha entrado el frío incómodo por mi cuerpo, existen personas a lo largo
de la vida que intentan entrar en ella con un mal fin. Algunas personas,
desgraciadamente, consiguen entrar en tu vida y la desequilibran.
Si, son todos nuestros fantasmas
enemigos, esas personas que
con su presencia en nuestra vida
nos han enseñado las lecciones
más importantes. Esas personas
que han provocado lágrimas en
nuestros ojos, esos seres que
han perturbado nuestra
felicidad pero que, sin embargo,
nos han hecho más y más
fuertes. Nos han enseñado que
la vida no es siempre un camino
de rosas y nos han mostrado
que existen espinas debajo de
las rosas.
A estos últimos debemos darles las gracias. Gracias por enseñarnos a decidir
quién nos hace bien y quién nos hace mal. Gracias por darnos las lecciones más
importantes de nuestra vida. Gracias por no estar ya en nuestra vida.
Y aún con lagañas en los ojos,
me he puesto a caminar para
disfrutar de un día más con
todas esas personas que he
mencionado anteriormente.
Con mis amigos, con mi familia
y, seguramente, con algún que
otro ser malintencionado que
más pronto que tarde me dará
una lección de por vida.

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