Hoy tuve un sueño, y al final del mismo, los hombres desaparecíamos de la Tierra. Llegaba un momento en que ya no éramos necesarios para nada ni para nadie, y el hombre, como tal, se extinguía, como algo que con el paso de los siglos se va atrofiando por falta de uso o utilidad y acaba por desaparecer. Y no me extraña, porque desde hace miles de años, por el simple hecho de nacer varones, no hemos tenido que aprender absolutamente nada, excepto un oficio o unas artes que nos permitiesen sustentar una familia.
Como parece que hoy mi vago cerebro estaba por querer trabajar un poco, lo puse en funcionamiento y llegué a algunas conclusiones que comparto aquí, en este muro de lamentaciones.
¿Para qué servimos los hombres?, ¿Cuál es nuestra misión principal en este Mundo?, ¿Hacia dónde nos encaminamos?, ¿Realmente qué hacemos los hombres, que no puedan hacer las mujeres, los animales o las máquinas? Mis neuronas comenzaron a temblar. Las respuestas que a mí mismo me daba a estas preguntas, aparentemente simples, eran bastante demoledoras y la única que más me satisfacía al final era que “Gracias a nosotros la especie humana no desaparece”. ¡Eureka! Efectivamente, ahora mismo, da la impresión que para lo único que servimos y somos útiles, es para poder poner nuestro 50% de semillita para que la vida continúe. Pero ¿y si esto cambiara? De hecho, ya empieza a hacerlo.¿ Y si realmente no fuera necesaria nuestra participación para crear vida? Ya tenemos las inseminaciones artificiales, donantes de esperma, y posiblemente, si no se ha hecho ya, algún día se llegará a fabricar esperma artificial. Entonces ¿qué nos queda?
Podemos creer que hay trabajos que únicamente están hechos para hombres. ¡Mentira!, hoy, las mujeres pueden desempeñar los mismos trabajos y en algunos casos con mejor rendimiento que nosotros los hombres. Hay médicos, bomberas, mineras, labradoras, soldados, butaneras. ¿Qué trabajo no puede desempeñar una mujer?
Mi cerebro me decía,” Los hombres hacemos felices a las mujeres, nos necesitan para ser felices”. En este punto, las neuronas empezaron a echar chispas. ¿Realmente nos necesitan para ser felices? O por el contrario, ¿somos únicos para hacerlas infelices?. Mientras la mujer no ha dejado de evolucionar en el plano sentimental, afectivo, emocional y por supuesto en planos más materiales, como laboral, profesional etc., los hombres llevamos siglos estancados en los mismos roles y nos cuesta salir de ellos.
Desde el inicio de los tiempos, el hombre, dadas sus características físicas en un primer momento, basó su existencia y supervivencia en la fuerza bruta. Cuanto más fuerte eras, más poder tenías. Y claro, en esos momentos en que todo se conseguía a base de hostias, lanzas y guerras, el más fuerte era el más temido y por tanto el más poderoso. Quizás por ello se valoraban principalmente la fuerza, el valor y la temeridad. Durante siglos, el hombre cultivó esta “cualidad” como principal, y obvió otras que ahora nos serían muy necesarias, entre ellas: la afectividad, la emotividad, el amor, la ternura,… en una palabra, no llegó a preocuparse lo más mínimo por la parte emocional, no sólo la fuerza bruta.
Llegaron los griegos, y se dieron cuenta de que la verdadera felicidad y placer estaba en conjugar ambas: cuerpo y mente. Cuerpo y Alma. Y así lo hicieron y alcanzaron un conocimiento y cultura tal, que aún hoy seguimos bebiendo de esas fuentes. Pero como eran “listos”, seguían relegando a la mujer a un segundo plano, incluso en las relaciones sexuales. La homosexualidad entre los griegos era aceptada y mostrada sin tapujos. Hombres adultos con jóvenes efebos eran bien vistos. De las relaciones sexuales con mujeres apenas se sabe nada. La mujer seguía en un segundo plano y sólo era necesaria para mantener el calor del hogar y por supuesto traer hijos al mundo, no fuera a ser que la especie humana se extinguiera.
Con la Edad Media, el conocimiento se acaba, se oscurece el mundo y vuelve a prevalecer la fuerza bruta en el hombre; la mujer sigue en un segundo plano, se abusa de ella cómo y cuánto se quiere, pero poco a poco ellas van despertando.
Pasan los siglos y, con más pena que gloria, llegamos hasta nuestros días. La mujer ha seguido evolucionando a todos los niveles y nosotros hemos seguido “hormonándonos” también a todos los niveles. En las Universidades 2/3 son mujeres; médicos, profesoras, científicas, economistas, militares, políticas etc. La mujer, a dentelladas a veces, y con mucha habilidad otras, está ocupando el puesto que por inteligencia, voluntad y fuerza le corresponde.
¡La mujer no nos necesita para que la hagamos feliz! Al contrario, y a las pruebas me remito, cada vez hay más infelicidad en el mundo. No nos engañemos, mirad las estadísticas de las separaciones, divorcios, malos tratos… Yo estoy convencido que no hay más rupturas porque la situación económica de muchas parejas no se lo permite. Miradlas a los ojos y veréis el hastío que les causamos, el aburrimiento, la pereza y, en ocasiones, el asco y el miedo. Hay algunas que se deciden a tener hijos para llenar ese inmenso vacío que sienten y no se atreven a decirlo, nos sustituyen por ellos. Pasan a ocupar todas las atenciones, todas las preocupaciones y en ocasiones hasta nuestro sitio en la cama. ¡Hay que despertar! Seguimos a años luz de ellas. No sabemos, ni somos capaces de contactar con ellas en un plano más íntimo, y no me refiero a la cama, sino en el plano emocional, afectivo. Creemos que lo hacemos pero no es cierto. Seguimos pensando que aportando el salario para la manutención, llevándola a la playa de vez en cuando, a cenar algún día y en ocasiones recordando su cumpleaños o aniversario, es suficiente. ¡Ah!, y además, como somos unos amantes cojonudos, pues… ¿De qué se van a quejar? Luego, cuando nos dicen mirándonos a los ojos y con lágrimas en los suyos “Ya no te quiero”, nos llevamos las manos a la cabeza. No lo entendemos. ¿Qué ha pasado?, ¿Qué he hecho mal?
No nos necesitan, no seamos ingenuos. Todo lo que creemos hacer con y para ellas, lo harían mejor y más a gusto con sus amigas, incluso el sexo. Cada día nos sorprendemos con una nueva relación homosexual que se nos descubre. Un amigo, un conocido, un presentador, médico, deportista… Uno/a cualquiera, que ha descubierto que con quien mejor se entiende es con una persona de su mismo sexo, y tiene el valor de afrontarlo y lanzarse a la aventura. Porque a una mujer, ¿Quién va a entenderla mejor que otra mujer? ¿Y a un machote, quién nos va a entender mejor que otro machote? Porque mientras ellas siguen evolucionando en todos los planos, nosotros seguimos evolucionando en prácticamente uno sólo. “El culto al cuerpo”. Parece que cada vez estamos más lejos ambos sexos y menos nos entendemos, y esto no tiene pinta de ir a cambiar, al contrario, las distancias se alargan, por eso creo y pienso que el hombre tiende a atrofiarse, si no estamos ya atrofiados, y por tanto a extinguirse.
A algunos ejemplares nos meterán en reservas y nos irán a contemplar. Nos verán sentados en el sillón, con una cerveza fresquita al lado, rascándonos los cataplines y viendo algún bodrio en la tele o jugando con la Play, y dirán a sus hijas, porque sólo parirán hijas: eso hija mía, eso de ahí, es lo que era un hombre.
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