El «Arropiero», el «Monstruo de Machala», el «Asesino de la Baraja», el «Mataviejas» de Cantabria, la Reme... La historia del crimen en España cuenta desde ayer con un nuevo asesino en serie. Se trata de Joan Vila Dilmé, de 45 años, el enfermero del geriátrico La Caritat de Olot (Gerona) que a mediados de octubre confesó haber envenenado a tres ancianas que tenía a su cargo. Pero resulta que la lista de crímenes del celador no se habría detenido ahí, sino que es casi cuatro veces superior. Al menos así lo contó ayer el propio imputado ante el juzgado instructor del caso, donde reconoció haber dado muerte a un total de 11 pacientes en poco más de un año. «Los quería muchísimo», aseguró, para admitir que «no hice lo correcto». Pero ya nadie se atreve a asegurar que no sean más las víctimas y de hecho duda en si fueron once o doce.
Vila había pedido la semana pasada poder hablar con su abogado, el letrado Carles Monguilod, en el módulo psiquiátrico de la cárcel de Can Brians, donde lo mantienen encerrado. Al defensor le comentó que sería oportuno pedir una nueva comparecencia ante el juez. La petición de Vila daba lugar a diversas especulaciones sobre una supuesta mayor actividad criminal por su parte ya que coincidía con las exhumaciones de ocho cadáveres de antiguos residentes de La Caritat, ordenadas por el juez a raíz de las sospechas sobre la posible relación del enfermero con unas muertes que en su día se certificaron como naturales.
Los ocho cuerpos fueron desenterrados la semana pasada de los cementerios de Olot, Sant Salvador de Bianya y Castellfollit de la Roca (pueblo natal del presunto criminal) pero estaban en un avanzado estado de descomposición y los forenses tuvieron imposible determinar si había en ellos signos de criminalidad. Todo quedaba a expensas de los resultados que arrojarán los análisis de las muestras enviadas al laboratorio, que aún no se han confirmado. Pero Vila desveló ayer los interrogantes.
Además de las tres muertes que ya confesó en octubre, el celador explicó ayer al juez que también liquidó a otros ocho pacientes. Seis mujeres y dos hombres. Detalló que seis de estas ocho víctimas se corresponden con los cuerpos desenterrados la semana pasada pero que nada tiene que ver con las defunciones de dos de los exhumados. Sí reconoció haber provocado la muerte a otros dos pacientes y apuntó que, estos casos, se remontan al verano-otoño del 2009.
Certificaciones por teléfono
En octubre, Vila declaró ante el juez que mató a Sabina Masllorens, Montserrat Guillamet y Paquita Gironés haciéndoles tragar lejía. De hecho, a diferencia de las dos primeras, Gironés (que recibió la sustancia tóxica por medio de una jeringuilla debido a la oposición de la mujer a beber nada que le diera el enfermero) llegó con vida al hospital y eso fue el principio del fin para el celador. El juez sospecha que hasta ese momento ningún facultativo médico se encargaba de explorar a los internos fallecidos en La Caritat y que se certificaban las muertes naturales vía teléfono.
El asesino confeso, que afirmó que actuaba «por compasión», para ahorrar sufrimiento a sus víctimas, ha ido cambiando su particular modo de impartir «caridad»: en su primera etapa criminal optaba por una mezcla de medicamentos (barbitúricos, probablemente) o pinchándoles una sobredosis de insulina.
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