Ver a Rafael Nadal ganar Roland Garros ya se había convertido, para los españoles, en una especie de hábito que marca el inicio del verano y el buen tiempo. Pero después de lograr su octavo título, más que un hábito es ya una tradición.
I
Llegaba Nadal como favorito a la Philippe Chatrier, pese a que su rival, el alicantino David Ferrer, no había perdido ni un sólo set en París. Y era favorito pese a que entre la anterior final y esta ha pasado un calvario con su lesión en la rodilla izquierda, llegando a temerse por su carrera. Pero cuando Nadal pisa el polvo de ladrillo de París, todo lo demás no importa. Es su hábitat natural y todo lo que no sea ganar es extraño.
En menos de ocho minutos, Nadal hacía valer su condición de favorito tras romper el servicio de Ferrer con 1-1 en el marcador. Ferrer, todavía sin haber recibido ningún golpe moral de los que suele dar Nadal, se la devolvió a la siguiente, pero de nuevo, y con 3-3 en el marcardor, el balear rompió el saque del alicantino y ganó los dos siguientes juegos para llevarse el primer set.
Gran parte de las opciones de Ferrer pasaban por no empezar perdiendo. Pero no pudo ser así. Y el principal problema es que el inicio del segundo set fue el mejor momento de juego de Nadal. Se puso 3-0 muy pronto y en poco más de media hora, el 5-1 campeaba en el marcador de la Philippe Chatrier.
Un espontáneo
Justo en ese momento, sucedió la anécdota del partido, cuando un espontáneo, enmascarado y sin camiseta, saltó a la pista con una bengala encendida. La seguridad del torneo reaccionó en segundos, llevándose al boicoteador y protegiendo a los tenistas. Cuando pasó todo, Rafa estrechó la mano del guardaespaldas que tenía más cerca: En París está como en su casa.
A pesar de que en el séptimo juego Ferrer rompió el servicio de Nadal, nada de lo que hizo sirvió porque perdió en blanco su servicio para que Nadal ganara 6-2 el segundo set.
La tercera y última manga estuvo más igualada, en parte porque Ferrer arriesgó más y porque Nadal bajó un poco el pistón. Aun así, el de Manacor no dejó que pasara más tiempo y con su servicio cerró el partido.
No por muchas veces que gane Rafa, deja de celebrar el título: caída de espaldas de rigor, lágrimas de emoción con el himno y palabras gentiles para el vencido. Pasarán muchos años para que el deporte español vuelva a encontrar un campeón de las dimensiones de Rafael Nadal Parera.
"Nunca imaginé que algo así pudiera ocurrir"
Tras recoger el trofeo, Nadal afirmó que "nunca imaginé que algo así pudiera ocurrir, pero aquí estoy y solo puedo dar las gracias a todos los que me han apoyado durante toda mi carrera". "Lo primero que quiero es felicitar a David por un fantástico torneo. Es un luchador. Él y todo su equipo merecen estar aquí y les deseo lo mejor de lo mejor", afirmó.
El mallorquín, de 27 años, subrayó que la de este domingo "es una de las victorias más especiales" de su vida y mostró su agradecimiento a todos lo que le han apoyado durante su carrera, pero especialmente el pasado año, cuando hubo "momentos malos" y tuvo que estarfuera de las pistas siete meses por una lesión de rodilla.
"Gracias a todo el mundo", dijo en francés Nadal, que explicó que la clave para llegar a sumar doce títulos de Grand Slam, ocho de ellos en París, es "mucho trabajo desde que era un niño".
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