Fernando Paz, historiador:
1 No. O mejor dicho, hay que salvarlo todo, aunque sea a modo de contraejemplo. Recibida de forma entusiasta por una gran parte de la población, la II República ni supo ni quiso ganarse la voluntad del resto del país. No sólo no solucionó los graves problemas planteados, sino que los agudizó, terminando por exasperar a unos y otros y por constituir uno de los mayores fracasos de nuestra historia.
2 Desde su misma proclamación –con la exigencia perentoria y cicatera del fulminante exilio real–, el nuevo régimen republicano careció de toda voluntad conciliatoria o de proyecto alguno de convivencia creíble nacido del acuerdo. Arribado el régimen al escenario con medio siglo de retraso, su carta magna era hija del trágala decimonónico, cuando se imponían las constituciones como armas arrojadizas en la pendencia de media España contra la otra media.
"Careció de proyecto alguno de convivencia creíble"
3 Ese carácter sectario del régimen tuvo su mejor expresión en la política religiosa. La influencia masónica fue decisiva en la prohibición de la enseñanza a la Iglesia o en la reserva del Estado sobre el destino de las órdenes religiosas, mientras su base social en forma de turba incendiaria quemaba templos y conventos, episodios que las autoridades republicanas no sólo no quisieron evitar, sino que propiciaron e incluso dirigieron.
4 No. La República terminó por exasperar a un pueblo con cuya hambre jugó como arma política y al que empujó a desencadenar una revolución de rasgos genuinamente crueles. En 1936, el Gobierno del Frente Popular proclamó abiertamente su beligerancia contra media España, mientras un comando socialista-policial asesinaba al jefe de la oposición. Era la misma izquierda que había protagonizado tres sublevaciones (en 1917, en 1930 y en 1934) además de múltiples tentativas revolucionarias menores. Más los asesinatos de tres presidentes de Gobierno, un arzobispo y el intento de matar a Alfonso XIII el día de su boda. Quienes se sublevaron en 1936 apenas fueron los últimos de una larga lista.
Gustavo Vidal, jurista y escritor:
1 Sí. Basta leer el artículo primero de la Constitución republicana para comprender las intenciones del nuevo Régimen: “España es una República democrática de trabajadores de todas clases, que se organiza en régimen de Libertad y Justicia. Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo”. Y tendrían que transcurrir varias décadas para soñar con un proyecto semejante. No en vano, la Segunda República representó el primer intento serio para democratizar nuestra nación e irrigar justicia, modernidad, educación y libertad en un tejido social seco por la incuria científica, la sinrazón y el autoritarismo.
2 Sí. El 14 de abril de 1931, la República encontró una España analfabeta, desnutrida y devorada de piojos, pero con el afán de aprender prendido en las venas. Por ello se proyectó la creación paulatina de 27.000 escuelas, y los ayuntamientos adecentaron salas donde educar a los niños y mayores en medio de la rabia caciquil. La cultura, la educación y la posibilidad de mejorar socialmente en base a los propios méritos, y no por la desigualdad de clase, parecía palparse. A su vez, la República dotó a los sectores más débiles y desprotegidos, las mujeres y los niños, de un estatuto jurídico especial. Incluyendo la implantación del voto femenino y la igualdad legal entre el hombre y la mujer.
"Fue el primer intento serio de democratizar nuestra nación"
3 Trágicamente, el proyecto de una sociedad democrática, libre y justa chocaría con el odio acumulado durante décadas e incluso siglos entre sectores contrapuestos de la sociedad. Unos, anhelantes por mantener rancios privilegios; otros, furiosos y enloquecidos por décadas y siglos de opresión, hambre e infamia.
4 Además de lo anterior, la nave republicana sufriría otra vía de agua, tal vez la peor, derivada de una crisis económica mundial que había abocado la quiebra de EE UU. Sin recursos financieros, el intento republicano por construir una nación democrática, laica, ilustrada, justa y próspera solo pudo alcanzar la categoría de sueño que, a la postre, desembocaría en una pesadilla… apreciemos el proyecto de la Segunda República y aprendamos de los errores.
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