La vida es un precioso tesoro regalo de Dios que debemos cuidar
y valorar con mucho esmero, a pesar de las circunstancias
difíciles que nos corresponda afrontar en su discurrir.
La vida es una enigmática policromía de situaciones que nos
conducen a reflexionar, adquirir nuevos aprendizajes y hasta
modificar nuestros modelos de comportamiento.
Si las cosas fueran siempre como las pensamos o las deseamos,
¿entonces qué motivación tendríamos para continuar adelante,
para luchar y para convertir en realidad nuestros más anhelados
sueños? ninguna.
Es muy importante comprender que cuando no sabemos algo, esto
es una maravillosa oportunidad para adquirir nuevos
conocimientos y nuevas experiencias, para el crecimiento personal
y esencialmente para cultivar un carácter firme e invencible.
Es muy fácil estar agradecidos por todas las cosas buenas que
cotidianamente vivimos, pero es realmente de las situaciones
dolorosas, de los ratos amargos, de lo que no le prestamos mucha
atención, de los errores y equivocaciones, donde sacamos las
mayores enseñanzas para nuestra vida futura.
Hay momentos en la vida donde todo parece derrumbarse:
sinsabores, obstáculos, amenazas y retos que parecen
infranqueables; pero si nos apoyamos en la Fe de Dios y su Palabra
Salvadora, podemos levantarnos llenos de confianza para convertir
la posible derrota en grandes satisfacciones.
Cuando el camino se presente mas tortuoso y escabroso es una
buena ocasión para poner a prueba nuestro valor, fortaleza y una
voluntad férrea que elimine la intimidación, la resignación y la
paciencia desmesurada que a veces se apodera de nosotros.
Todas las circunstancias que nos acompañan en la vida son
pasajeras y por lo tanto es necesario vivir con cierto grado de
expectativa, de presión o de tensión, que nos motive a reaccionar
favorablemente sobre todo cuando entramos en ciertos baches o
Ese toquecito de tensión o presión es el que tamiza nuestra personalidad para hacernos actuar con mayor madurez, tenacidad y probidad que nos permita salir airosos de lo que parecía imposible.
Cuando las aguas empiezan a subir, hay que subir con ellas, pero por encima, nunca por debajo.
FIN
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