Este 9 de noviembre, como siempre sin tarjeta, Cecilia vuelve. Y lo hace sacándole la lengua a la censura. Evangelina Sobredo Galanes, verdadero nombre de la artista, murió en un accidente de tráfico en 1976. Hundió entonces en un pozo de desazón a legiones de seguidores, que hoy todavía siguen adorando a la compositora. Gracias al empeño de su hermana Teresa, sabemos ahora que Cecilia escribió de su puño y letra que la señora de ‘Dama, dama’ era en realidad una infractora del sexto mandamiento, precepto que, para los desmemoriados, prohíbe la fornicación. Los que entonces velaban por la moral pública cambiaron «desliz del sexto» por «desliz inconexo», y se quedaron tan anchos. Como se ve, la tachadura es absurda y mojigata.
Hay más fechorías de este jaez. La letra primigenia de ‘Mi querida España’ decía «esta España viva, esta España vieja, esta España muerta», un verso que se atragantó a los censores por cuestiones obvias. El resultado final es el que todo el mundo conoce: «Mi querida España. Esta España mía, esta España nuestra». Treinta seis años después, las modificaciones, más que indignación, suscitan una sonrisa.
Todo esto se ha sabido porque Cecilia, y no es un milagro, saca nuevo disco. La parca no ha conseguido callar a esta mujer rebelde e hija de diplomáticos. Como explicó el periodista José Ramón Pardo, Cecilia compuso unas cuantas canciones antes de morir que quedaron grabadas en cintas de magnetófono. Su hermana guardó las guardó como oro en paño, con mimo y protegidas por una fina capa de plástico. En esas cintas pretéritas que era una lata de rebobinar, se oye la voz pura de Cecilia, solo acompañada por el rasgueo de su guitarra. A partir de ellas los arreglistas y productores hacían su trabajo: incorporaban los instrumentos pertinentes y adecentaban la pieza para que estuviera lista con el fin de ser inscrita en los surcos del vinilo. En un trabajo de arqueología musical, y gracias al tesón de Teresa Sobredo, el sello de Rama Lama Nusic ha recuperado las maquetas.
El álbum se compone de trece canciones, cuatro de las cuales son inéditas. Las partes que no se salvaron de la inquina censora aparecen escritas en rojo. Las canciones que permanecían ignoradas por el el público son ‘Mi muñeca’, ‘Dónde irán a parar’, ‘Día tras día’ y ‘Ciclope’. Esta última es una invectiva contra la televisión, un aparato que la artista concebía como un monstro de un solo ojo.
Además del cedé, el disco se vende en vinilo, para disfrute y contento de los coleccionistas. La portada del álbum está ilustrada con un autorretrato de la propia Cecilia, pues la cantante era diestra con el pincel. El cuadro concitaba hace décadas alguna que otra turbación, no a los censores, sino a los espectadores. Y es que la pintora se pintó a sí misma con los pechos al aire. Visto hoy, resulta muy naif.
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