Doña Letizia sopla velas en Zarzuela con su papel como futura reina de España ya interiorizado y haciendo oídos sordos a las críticas que la han perseguido desde que se unió al heredero de la Corona
Letizia es princesa de Asturias desde aquel "sí, quiero" que pronunció bajo un fuerte aguacero que se coló en la boda del heredero de la Corona. Letizia es Letizia a secas para el pueblo. Es Alteza Real, con tratamiento de doña. Pero el pueblo la tutea. Sus incondicionales, sí, pero también sus detractores. Cumple la princesa 40 años. Juzguen por las fotos en qué estado. Más joven incluso, se bromea en algunos círculos, que cuando nos deseaba las buenas noches al término de la segunda edición del Telediario. Quizás por eso, porque Letizia se colaba en casa de millones de españoles, Letizia es Letizia y punto.
Pero de aquella Letizia ya poco queda hoy. Las circunstancias no son ni parecidas, tampoco las prioridades vitales. De una periodista aguerrida y ambiciosa pasó a ser esposa, madre y, lo más importante para la Corona, en futura reina de España. Pero, ¿se aprende a ser princesa y reina? Ella, Letizia, el día que interrumpió y ordenó callar a su ya prometido en un acto espontáneo, aplaudido por unos, criticado con dureza por otros, dijo que intentaría mirarse en el espejo de doña Sofía, que ella sería su maestra. Viven cerca, en el complejo de la Zarzuela y, si somos justos, dejando al lado críticas vacías, en los más de ocho años como princesa su papel institucional ha sido impecable. Es decir, sí se aprende a ser princesa o, mejor dicho, se aprende a qué cosas no tiene que hacer una princesa.
Claro que Letizia nunca lo tuvo y, parece ser, nunca lo tendrá fácil. Cada uno de sus movimientos son observados con lupa, y no precisamente para destacar virtudes. Si estrena vestido, malo; si repite modelito, también malo. Si saluda, malo; si no saluda, lo peor. Si es espontánea, malo; si se muestra fría, más malo aún. Nunca, hasta su llegada a Palacio, un miembro de la Familia Real había estado sometido a tal presión mediática. Hoy, vistos otros acontecimientos, como divorcios, imputaciones, cazas de elefantes y un largo etcétera, los movimientos de Letizia quedan en meras anécdotas. Sin tener que poner mucho de su parte, otros se han encargado de hacerla buena. Porque hubo un tiempo en que parecía ser lo peor.
Como aquel día de noviembre de 2003 en que la todavía periodista apareció de la mano del Príncipe para regalar su primera instantánea juntos a los gráficos. Entonces, Letizia se despidió de sus colegas con un "hasta luego". Una princesa en ciernes diciendo "hasta luego" se convirtió casi en un escándalo nacional. Ver para creer. Por supuesto que Letizia no era la mujer sin pasado que los asesores de la Casa Real nos quisieron vender. Ni había nacido en los cánones establecidos para convertirse en princesa, ni menos en reina de España. Era una mujer normal, del pueblo, con la trascendencia lógica al ser rostro televisivo. Pero sin más. Y sí, tenía pasado. Se iba a convertir en la primera princesa europea que había estado casada con anterioridad. Guapa, simpática, lo que se quiera, pero divorciada. Lo curioso es que las primeras críticas que se vertieron sobre ella no fue por este motivo, sino porque era espontánea. Vamos, tan criticada había sido durante años la monarquía por anacrónica, hermética, fría, rígida y previsible que cuando se insufla aire fresco se critica la frescura. Ya a las primeras de cambio se veía venir que Letizia, hiciera lo que hiciera, iba a hacerlo mal. Ante eso, la princesa optó por mirar al frente y seguir su camino.
Ha vivido Letizia días de rosas y también de lágrimas como miembro de la Familia Real española. Se emocionó en su primera ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias. El acto del teatro Campoamor ponía el broche a unos días muy intensos en los que se sintió el centro de todas las miradas y también críticas. Una anécdota, para dirigirse al salón de audiencias, los príncipes han de acceder por un corredor desde donde pueden ver y ser vistos por la prensa. Pues bien, por la mañana, en aquel paseíllo de octubre de 2004, Letizia dirigió su mirada hacia el lugar donde un año antes ocupaba sitio. "Mira cómo nos mira, con qué desprecio, como sintiéndose superior", se oyó decir. Por la tarde, en el idéntico escenario, Letizia no desvió la mirada, no cruzó sus ojos con los de nadie. "Mírala, ni nos mira, como sintiéndose superior", se volvió a escuchar. Ante hechos así, no hacen falta más palabras.
El golpe más duro recibido probablemente en sus ya 40 años, que este sábado celebrará "tranquilos, en casa", según ella mismo dijo, fue la pérdida de su hermana Erika cuando Letizia se encontraba al término de su segundo embarazo. Cuando ocurre algo así todo se relativiza y hay quien vio en la princesa un cambio a partir de aquel momento. Con dos hijas, las infantas Leonor y Sofía, su matrimonio ya asentado y sus primeros pasos en solitario como princesa de Asturias, desde 2007 a esta parte es como si Letizia no es que tenga asumido, que eso parecía claro desde un primer momento, sino que ha interiorizado cuál es su papel. Fue en ese año cuando comenzó a tener agenda propia. Las principales áreas en las que dedica su interés son la infancia y la juventud, la educación y la sanidad. Ha participado en más de mil actos en Zarzuela y en desplazamientos por toda España, ha recibido a más de 7.000 personas en más de 200 audiencias, ha realizado más de sesenta viajes al extranjero, con unas 350 actividades oficiales. Y miles de anécdotas, como cuando en Perú no sabían dónde colocarla a la salida del coche o el recibimiento nada amistoso que la prensa lusa le hizo a cuenta de su imagen. Su delgadez ha sido tema de debate en diversas ocasiones, hasta el punto de que la Casa Real tuvo que desmintir que Letizia padeciera un desorden alimenticio. También Zarzuela hizo público su operación de nariz, por problemas médicos y no estéticos, dijeron entonces.
Con 40 años recién cumplidos y guapa, muy guapa, con un estilo ya muy definido (que guste o no es otra cosa), la Casa Real apuesta por ella como futuro de la institución, como la próxima reina consorte y madre de reina. Apartadas ya de la foto las infantas Elena y Cristina, todo los focos están puestos en Letizia. Y las fotografías que hoy han visto la luz, firmadas por la Premio Nacional de Fotografía Cristina Gardía Rodero, dan buena cuenta de que así da gusto cumplir los 40. Incluso, pese a lo que digan de uno.
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