Los impuestos al consumo (IVA, tabaco, gasolina, alcohol...) son muy sensibles. Suponen una inyección rápida de ingresos para el Estado, pero su impacto en el consumo es devastador en momentos de recesión. Ocurrió pasados unos meses de la subida del IVA que decretó el PSOE en 2010 y con la del tabaco de 2011. Los tipos subieron, pero no lo hicieron los ingresos porque los españoles compraron menos.
Lo que mal empieza, mal acaba. Las subidas de impuestos en plena recesión económica provocan un efecto inmediato en las arcas públicas, que se recuperan de pronto con nuevos ingresos. Luego, a los pocos meses, la recaudación empieza a decaer hasta que el impacto queda anulado porque el consumo ajusta las cuentas.
Sucedió con el IVA y con los Especiales en 2011, pasado un tiempo prudencial tras sus últimos incrementos. Son los llamados impuestos al consumo (o indirectos) y son los quela Unión Europea reclama a España que se suban de una vez.
Pero, ¿qué ocurrió en las anteriores ocasiones que se tocó la fiscalidad indirecta? Que los ingresos se comportaron como un bumerán: el ejemplo más claro (casi parece una fábula) es el del tabaco.
Elena Salgado, la que fuera responsable económica del PSOE en los últimos años de mandato de Zapatero, anunció a finales de 2010 una agresiva subida tributaria a las tasas relacionadas con el tabaco.
Según ella, con su reforma se engordarían los ingresos por este impuesto en unos 700 millones adicionales, hasta los 9.000 millones de euros.
Ya en los primeros meses en vigor sonaron las alarmas, con caídas en las ventas por encima del 20%. Para colmo, la industria contraatacó con rebajas suicidas del precio.
¿El resultado? Que para el mes de abril, la recaudación no sólo había mejorado, sino que caía un 7%. Al cierre del ejercicio, y según datos del propio Ministerio de Hacienda, la administración ingresó por el tabaco 7.253 millones, casi 2.000 menos (o un 20%) de la previsión de Salgado.
La moraleja es que la subida de impuestos provocó tamaña depresión en el mercado de cigarrillos que el desplome del consumo se comió todos los objetivos.
Algo similar ocurrió con el IVA. También el Gobierno de Zapatero decidió en el año 2010 incrementar el tipo general y el reducido (del 16% al 18% y del 7% al 8%). La medida entró en vigor el 1 de julio de 2010 y, obviamente, mejoró la recaudación por ese tributo.
En total, los ingresos anuales por IVA se dispararon un 46,2% (también hay que tener en cuenta que 2009 fue el peor año para el comercio minorista en mucho tiempo y, por lo tanto, se partía de una base muy baja).
Sin embargo, cerrado el año completo de aplicación (es decir, a julio de 2011), el impacto se había rebajado a un aumento de apenas el 3,8% en la recaudación.
¿Qué pasó en el camino? Que el consumo entró en crisis, una vez más. Tras un horrible 2009, las ventas del pequeño comercio empezaron a repuntar en febrero de 2010. Según la estadística del INE sobre ventas minoristas, la cifra entró en terreno positivo durante siete meses consecutivos en un momento en que se pensaba que la economía repuntaba...
Para otoño, y con dos meses ya de nuevo IVA en vigor, el índice cayó de nuevo a números rojos y no ha levantado cabeza desde entonces.
Así que a menor consumo, menores ingresos por IVA, que es lo que está ocurriendo ahora con la irrupción en la escena macroeconómica de la segunda recesión. Ya en el cierre de 2011 (que es el primer ejercicio fiscal completo con el alza del IVA recogido), la recaudación anual sólo fue un 0,5% mejor que a la de 2010.
En los cinco primeros meses del año las cosas se han torcido todavía más. Ya se lo temía el Gobierno cuando en sus Presupuestos Generales del Estado para 2012 calculaba una caja por IVA un 3,3% menor que la de 2011 dado que también consideraba que íbamos a incurrir en otra recaída.
La realidad ha superado cualquier previsión. En los cinco primeros meses del año, la merma en la partida de ingresos por IVA supera ya el 10%. Y todo, en pleno inicio de la temporada turística con la Semana Santa y primeras fiestas.
Ahora, el Gobierno quiere recurrir a los impuestos indirectos para reflotar la deprimida partida de ingresos fiscales. Ya se ha visto lo que sucede con el IVA (que mejora muy a corto plazo los números) y con el tabaco (que los derriba desde el primer momento).
La experiencia con los cigarrillos puede servir con los hidrocarburos, el impuesto especial cuya recaudación más cae en lo que va de año, con un 7,2%; y con el alcohol, que no va mucho mejor: se deja un 6,2% ya.
En cuanto se subieran estos impuestos, la reacción del consumidor puede ser muy similar a la que tuvo con el tabaco (al que le han subido también la fiscalidad este año): usar menos todavía el coche y pedirse una caña en lugar de dos.
Todo lo anterior, sin tener en cuenta que el IVA también repercute en todos estos productos, como ha dejado claro Altadis -la empresa que elabora Fortuna, Nobel o Ducados-, que advierte de que una subida de tres puntos en este impuesto elevaría en 40 céntimos el precio de una cajetilla.
En total, una eventual eliminación de los tipos reducidos del IVA (que gravan alimentos básicos, ocio, hostelería, prensa... y cuya supresión parece estudiar el Gobierno) supondría un mazazo de casi 900 euros de gasto extra para una familia tipo, en cálculos de laOrganización de Consumidores y Usuarios.
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