viernes, 3 de junio de 2011

SANTORAL


                                                  3 DE JUNIO
       SAN CARLOS LUANGA Y COMPAÑEROS, MÁRTIRES S. XIX
martiresugandan.jpg (23983 bytes)El Continente africano fue en el pasado semillero de santos y mártires cristianos. Después, por diversos acontecimientos fue muriendo la religión predicada y vivida con tanto heroísmo. Hoy los Sumos Pontífices tienen puesta su mirada en este Continente como la Iglesia del futuro.
En el siglo pasado, Uganda fue regada por abundante sangre de generosos cristianos que no estaban dispuestos a transigir con el pecado y la herejía.
El Papa Pablo VI, en la homilía de la canonización de estos mártires de Uganda, dijo: "La tragedia que los devoró fue tan inaudita y expresiva que ofrece elementos representativos suficientes para la formación moral de un pueblo nuevo, para la fundación de una nueva tradición espiritual. . . 
"
Por el 1878 los Padres Blancos empezaron los primeros pasos de la evangelización de Uganda. El rey, llamado Mtsa, en un principio los favoreció y ayudó, aunque pronto trató de alejarlos de sí por miedo a que la nueva religión fuera obstáculo para su comercio de esclavos de lo que sacaba pingues sumas.
Muerto él le siguió su hijo Muanga, que era ferviente amigo de los cristianos. Pero pronto se cambiaron las cosas. El rey tenía un primer ministro que aborrecía a los cristianos porque había atentado contra el monarca y había sido descubierto por la fidelidad de los cristianos, siempre leales al rey. La cosa se agravó cuando el mismo rey intentó abusar de modo deshonestro de los mismos cristianos que tenía a su servicio. Al oponerse rotundamente los cristianos a sus aberraciones y abyectos instintos, el amor que antes sentía hacia ellos se convirtió en odio mortal.

Los veintidós negros de Uganda nos hacen revivir las páginas de las Actas de los Mártires de los primeros siglos. Es semejante la atrocidad en los suplicios: algunos fueron cortados a trozos, otros devorados por perros y otros decapitados; trece de entre ellos fueron quemados vivos sobre enrejados de mimbres. Semejante también la diversidad de edades: Matías Kalemba contaba cincuenta años, Kizito, solamente trece; la mayor parte estaba entre los dieciséis y los veinticuatro. Semejantes, - asimismo, las acusaciones de prevaricación lanzadas contra aquellos, a quienes sus enemigos denominaban «hombres de oración». Hasta es semejante el testimonio harto frecuente de vírgenes cristianas, mártires de la castidad, que también se repite: los pajes del rey Muanga, sostenidos por su jefe Carlos Luanga, se granjearon el odio del príncipe por haber rehusado acceder a sus solicitaciones impuras. Finalmente, como en los primeros tiempos, el más joven, Kizito, provocaba la admiración de sus hermanos a causa de su decisión y su alegría. La mayoría de ellos había recibido el bautismo poco antes; cuatro pajes eran aún catecúmenos, y Carlos Luanga los bautizó antes del suplicio. Las ejecuciones, que proporcionaron más de cien víctimas católicos y anglicanos se prolongaron desde el 15 de noviembre de 1885 al 27 de enero de 1887, pero la persecución llegó a su cúlmen con la hoguera de Namugongo, el 3 de junio de 1886. El progreso de la Iglesia en Uganda da testimonio de la eficacia permanente del sacrificio aceptado por Cristo. Hoy, como ayer, «La sangre de los mártires se convierte en semilla de nuevos cristianos».
En 1885, cuando José Mkasa, maestro de pajes en la corte de rey Mwanga de Bugunda, criticó al rey por su inmoralidad y por el asesinato del misionero protestante james Hannington, el rey hizo que lo mataran. Fue reemplazado por otro cristiano, Carlos Lwanga. Varios meses más tarde, cuando un paje llamado Mwafu rehusó tomar parte en los actos inmorales del rey Mwanga, éste supo que otro paje, Denis Sebuggawo, le había estado instruyendo secretamente en el cristianismo. Se capturó y ejecutó a Denis. Entonces el rey se dirigió a todos los otros pajes cristianos, y cuando rehusaron abandonar su fe, los sentenció a muerte. Fueron torturados, y quienes sobrevivieron fueron quemados vivos o decapitados. Los mártires de Uganda eran muy jóvenes, la mayoría rondaba los veinte años. Sin embargo, mostraron una madurez superior a sus años en su disposición a sufrir y morir por su fe. Al hacerlo así demostraron su edad. No su edad cronológica, desde luego, sino su edad espiritual. Todos nosotros somos llamados a demostrar nuestra edad espiritual. Mientras que nuestra edad cronológica es dictada por las leyes de la naturaleza, nuestra edad espiritual carece de tales límites Mucho depende de cuándo comenzáramos nuestra búsqueda, y de cuánta energía hayamos puesto en ella. Cualquiera que sea nuestra edad cronológica, podemos continuar madurando espiritualmente hasta el día en que finalmente entramos en la eternidad.

Fueron beatificados por  Benedicto XV en 1920 y Pablo VI los canonizó en 1964



SANTA CLOTILDE   +545
clotilden.jpg (22745 bytes)La suya es una historia de bárbaras crueldades en la que se mezcla extrañamente un cristianismo muy rudo y contaminado por tradiciones germánicas de una escalofriante crueldad. En este ambiente de guerreros brutales y vengativos santa Clotilde llega a ser santa.
Era una princesa burgundia que había visto asesinar a su padre y a sus hermanos, y a quien pide en matrimonio el rey de los francos Clodoveo. Según los antiguos cronistas, éste la amaba apasionadamente, aunque sin entender por qué no rendía culto a Odin, Thor y a los demás bélicos dioses de su raza.
La cristiana Clotilde, respaldada por san Remigio, obispo de Reims, rogaba por la conversión de su esposo, «el hombre más noble del mundo, digno de que Dios le conceda el don de la fe». En el 498, cuando la batalla de Tolbiac se anuncia como una gran derrota para los francos, Clodoveo invoca al Dios de 
Clotilde y vence a sus enemigos.
Y más tarde recibe el bautismo, de manos de su obispo Remigio para después en su vida cristiana "adorar lo que antes quemó y quemar lo que antes adoró".
A la muerte de Clodoveo los francos pertenecen ya a la Iglesia y la viuda real, en palabras de Gregorio de Tours, es «asidua en las limosnas, infatigable en las vigilias, perfecta en la castidad».

Quiere retirarse a un convento, pero no la acompaña la paz: tras la muerte de su primogénito en una batalla, los hermanos de éste asesinan a traición a los nietos de Clotilde. Fue sepultada en la cripta de una iglesia de París donde ya reposaban los restos de santa Genoveva.
Otros Santos: Juan Grande, religioso; Clotilde; Paula, virgen; Pergentino, Laurentino. Luciniano, y los niños: Claudio, Hipacio, Pablo y Dionisio, mártires.

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