No ha realizado una portentosa inversión en campaña publicitaria. No ha asistido a grandes programas espectáculo donde demostrar su habilidad en el género de las varietés. No ha protagonizado mítines multitudinarios. No ha proclamado promesas electorales imposibles. Manuela Carmenasimplemente ha revolucionado la campaña electoral reflexionando sobre una propuesta participativa para una ciudad mejor.
La candidata a la alcaldía de Madrid, a sus 71 años, como si de una reencarnación de Tierno Galván se tratara, ha reinventado los mecanismos a los que nos tiene acostumbrados la política del titular efectista, convirtiendo, en apenas dos meses, a una candidata desconocida en un fenómeno en las redes sociales. Un fenómeno que ha generado ilusión en una parte de la ciudadanía, activa en el universo cibernético, que se siente huérfana de líderes a los que otorgar su confianza.
Desde su experiencia, Manuela Carmena ha impulsado la regeneración de las manoseadas campañas electorales obsoletas, basadas en losmítines gritones donde las proclamas publicitarias efectistas son pilar protagonista. Lo hacen todos. De Esperanza Aguirre a Pablo Iglesias.
Todos buscan su púlpito. Bueno, algunos más que otros. De hecho, la lideresa del PP en la Comunidad de Madrid, y aspirante a la alcaldía, ha apostado por una campaña invasiva en las últimas semanas. Esperanza Aguirre ha intentado estar en todos lados y ha forzado apariciones estelares, de esas que buscan la cercanía más prefabricada e impostada con el votante. Así, la hemos visto paseando a su perrito, andando en bicicleta, cantando en El Hormiguero o montada en un taxi mientras saludaba, asomando por la ventanilla, a un anciano con tata-taca.
Es la táctica de la vieja escuela: forzar una complicidad con los ciudadanos que termina convirtiéndose en una sobreactuada representación teatral de la política a la caza del voto. Perfecta para la proliferación en las redes de ‘memes’ paródicos que dan la vuelta a la estrategia de marketing.
En cambio, Manuela Carmena no ha realizado ningún performancepara darse a conocer. No ha posado con un perrito, ni ha bailado un chotis. Simplemente, ha intentado ser ella misma. O eso ha parecido. Con sus fortalezas y sus debilidades. Si bien, la trayectoria en la juridisprudencia le avala y su discurso calmado también. Aunque, a primera vista, ese discurso calmado sería prohibitivo para algún que otro responsable de campaña de la vieja escuela política. Porque no lanza grandes declaraciones de spot publicitario, ni trabaja la confrontación de buenos y malos, ni fomenta la lucha de derechas e izquierdas, ni divide entre trabajadores y casta. Al contrario, se centra en hablar de los ciudadanos sin trincheras y hasta reflexiona sobre la importancia de alcanzar la felicidad individual a través de la felicidad compartida de las ciudades.
Carmena ha huido de mítines y ha optado por coloquios. Ha sido una sigilosa campaña del tú a tú en cada barrio. También ese “tú a tú” ha trastocado la televisión tradicional, donde Carmena ha acudido a debates y entrevistas que acostumbran a ser shows depredadores de la palabra. Ella misma ha insinuado que le cuesta estar en ese ambiente.
Para el directivo de la cadena de turno, su discurso, pausado, relajado y nada agresivo, puede crear fobia. ¡Peligro, la audiencia se puede desmoronar!. Pero, sin embargo, con el espectador, funciona. Porque se identifica con sus argumentos reales, sensatos, que consiguen ilusionar a una parte de la población muy necesitada de ello en tiempos en que la gresca parece mandar en el mando a distancia de la pelea política. Sin enfrentamientos, sin proclamas de partido e incluso valorando buenos proyectos de sus contrincantes políticos, como Madrid Río.
Esa proximidad que ha huido de todos los resortes de cartón-piedra de las campañas electorales que sólo intentan vender motos, haciéndose fotos en actos de teletienda, ha saltado por los aires. Carmena no tenía grandes inversiones publicitarias, pero las redes sociales se han volcado con su discurso. Hasta creando un aluvión de retratos, cargados de esperanzadores e ingeniosos mensajes, y propiciando trending topics espontáneos a los que se han sumado rostros populares que no se suelen posicionar políticamente. El ambiente viral se ha vuelto a favor de Carmena.
Y, mientras tanto, Aguirre, mucho más popular mediáticamente y socialmente, ha acrecentado la agresividad de su discurso, como sucedió en el debate entre ambas candidatas en Telemadrid. La ex presidenta de la Comunidad de Madrid incluso ha intentando confundir al espectador asociando a la jueza Manuela con ETA, cuando Carmena es un referente a la hora de avanzar en derechos humanos. Pero esa línea de política que utiliza el terrorismo y se construye a base de discursos de miedo, de buenos y malos, no le funcionó a Aguirre contra la candidata deAhora Madrid. La sociedad empieza (solo empieza) a estar en otro punto de los lenguajes audiovisuales. La sociedad también empieza a estar resabiada de las técnicas de las cocinas electorales de los partidos.
En ese debate, en un oscuro y retro plató de Telemadrid, ese Telemadrid que perdió toda la audiencia en legislaturas pasadas, Carmena simplemente rebatió a su contrincante con una pasmosa tranquilidad, dejando en evidencia su argumento, sin entrar en la batalla aireada que acostumbran los políticos, de un lado y otro.
Carmena ganará o no ganará, pero sí ha dado un paso adelante en la forma de entender las campañas políticas. Dentro y fuera de la televisión. Ha huido de los mítines desde lejanos atriles y con banderolas de trinchera, de los carteles mal retocados con Photoshop y de los monólogos en esos anuncios electorales con música ñoña de fondo, que siguen emitiéndose en las cadenas públicas, aunque nadie los vea. Porque esta forma de ‘vender’ la política, con representantes políticos disfrazados y requetemaquillados, cada vez tiene menos sentido. La audiencia está inmune.
La política que ilusiona a la población se hace en el día a día de la calle real, donde se conecta con mensajes próximos, realistas, auténticos, de verdad. La gente busca gente en la que confiar. Y, probablemente, esa tranquila regeneración con la que conectan los más jóvenes, que ven a la mayoría de los políticos como marcianos, ha tenido que arrancar con alguien del bagaje de Manuela Carmena. Por su experiencia de 71 años, por su temple, por su mochila de vivencias que está por encima de batallas políticas de partido y por su trayectoria judicial incontestablemente pegada a las necesidades de su tiempo. Del tiempo de antes, que también es el de ahora y mañana. Todo esto, en esta carrera de fondo y formas, le ha permitido no caer en el fácil cliché de los mítines y las falsas fotos de promoción de la política de antaño. Cuando sólo había una televisión, y no te podías comunicar con tus representantes políticos a golpe de tuit.
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