¿Qué son los patios?
Un patio es un espacio al descubierto de la vivienda que sirve como iluminación y ventilación del resto de las dependencias. Además, su situación de acceso a ellas permite que se use como lugar de convivencia, es el centro de la vida familiar.
La imagen del patio cordobés es herencia de la casa islámica que se caracterizaba por la construcción de fachadas orientadas hacia su interior. El aspecto exterior carecía de relevancia pues se constituía con un simple muro ciego. Tras la conquista cristiana de la ciudad esta estructura arquitectónica se mantuvo y aún perdura en las actuales viviendas.
Además de presentar una fachada, un patio se distingue por engalanarse con una multitud de flores plantadas en arriates y macetas, que se cuelgan en las paredes o se colocan sobre el típico pavimento de chino cordobés. Junto a ellas los pozos o las fuentes embellecen el recinto, conformándose una hermosa imagen en la que se fusionan agua, luz y vegetación, un claro reflejo del pasado árabe de la ciudad. Para culminar la ornamentación, los propietarios suelen incluir también muebles antiguos, enseres de cocina de hierro, fustes, capiteles u otros restos arqueológicos. Cada patio presenta una arquitectura singular, fruto de una evolución histórica distinta, de modo que resulta una ardua tarea establecer una tipología. Sin embargo, a grandes rasgos los patios se clasifican en dos grupos básicos:
- Patios monumentales y señoriales: aquellos relativos a antiguos palacios de la aristocracia local o a señalados edificios religiosos, como el Patio de los Naranjos, el de la sinagoga o el santuario de la Fuensanta. Por su parte, entre los señoriales, sobresale el Palacio de Viana que integra doce patios en su interior de diferente estilo arquitectónico.
- Patios de concurso: todos los que han participado en el concurso municipal desde su inicio en 1921 hasta la actualidad. Se distinguen a su vez dos tipos de clases que se corresponden con las modalidades del certamen: patios de arquitectura antigua y patios de arquitectura moderna o renovada. Los primeros son aquellos que han sido construidos hasta la década de los sesenta y que conservan sus principales características estructurales. En cambio, los patios de arquitectura moderna son aquellos que pertenecen a una nueva vivienda edificada tras la demolición de una anterior o que han sufrido tal nivel de intervención que han perdido sus elementos más significativos.
Evolución del patio
En torno al 3200 a. C. surgieron las primeras viviendas con patio en Mesopotamia. Más tarde, con la cultura grecolatina el patio adquirió una mayor relevancia en la distribución de la casa. Se trataba de estancias abiertas al aire libre con peristilo, es decir, rodeadas por un pórtico de columnas en donde se desarrollaba la vida cotidiana y se recibían a las visitas.
Con la irrupción de los árabes en la Península se introdujeron numerosas innovaciones a las viviendas. La ornamentación se orientó hacia el interior, por lo que se simplificaron las fachadas y se embellecieron los patios con azulejos, celosías y suelos de ladrillo o empedrado. En ellos destacaba la importancia del agua, así proliferaron fuentes, surtidores y acequias que permitieron el desarrollo de flores y árboles frutales.
Tras la conquista cristiana de la ciudad por Fernando III (1236), se produjeron pocos cambios formales en la distribución de las viviendas. El estilo mudéjar permaneció prácticamente intacto hasta el siglo XVI, época en la que se incorporaron detalles decorativos platerescos y renacentistas en los adornos de los huecos al patio. El palacio de los Ceas o de los Lunas son unos buenos ejemplos de la arquitectura de esta época. Por su parte, el Barroco trajo consigo mayores mofidificaciones en las casas cordobesas. Se realzaron las fachadas y se crearon patios de planta cuadrada con pórticos en la planta baja, mientras que en la superior se construyeron galerías cegadas con balcones.
Durante el siglo XIX surgió un nuevo gusto por lo clásico. Los palacios abandonaron el tradicional empedrado por solerías de piedra o mármol, mientras que en las casas más modestas se usaron baldosas hidráulicas. La racionalización propia del Neoclasicismo se aplicó también a la vegetación, pues las flores abandonaron los arriates para recogerse en macetas. En los patios se extendió además el gusto por la decoración de elementos arqueológicos y, con el Romanticismo, el uso de cancelas que sustituyeron a los antiguos portones de madera barrocos. Se trata de un siglo en el que se fusionó lo clásico con lo oriental, dando lugar a una arquitectura ecléctica muy característica de Córdoba.
El eclecticismo arquitectónico perduró durante el siglo XX, época en la que surgen las casas de vecinos. Se trata de palacios desocupados o edificios de nueva planta que fueron remodelados para ser habitados por población sin recursos, procedentes en su mayoría del ámbito rural. El patio se constituyó como el centro organizador o lugar de reunión de sus habitantes, ya que fue donde se crearon las cocinas, los aseos y los lavaderos comunes; todos ellos adornados con macetas y árboles frutales. Con el tiempo este modo de vida fue desapareciendo por la construcción de bloques de pisos en los barrios periféricos, aunque aún pervive gracias a que sobreviven algunas de estas viviendas, como es el caso de Marroquíes 6 o Chaparro 3.
Historia del concurso
Los cordobeses comenzaron a abrir las puertas de sus patios al público en 1918. Una costumbre que se formalizaría cuando el alcalde Francisco Fernández de Mesa convocó por primera vez el Concurso de Patios, Balcones y Escaparates en 1921. Se establecieron tres premios de 100, 75 y 50 pesetas, repartidos entre los únicos patios que se inscribieron en esta edición. Ante la escasa respuesta recibida, el Ayuntamiento no volvió a celebrar el concurso hasta 1933. Sin embargo, durante estos años se recuperó una antigua tradición cordobesa: la instalación de cruces en patios, que se celebró por última vez en 1929, coincidiendo con la visita del dictador Miguel Primo de Rivera a la ciudad.
El certamen vuelve a interrumpirse con el estallido de la Guerra Civil y prácticamente no se recuperaría hasta 1944 bajo el mandato de Antonio Luna Fernández (1944-1951). De este período cabe destacar el establecimiento de los primeros criterios de valoración de los patios, de modo que el jurado tuvo en cuenta la arquitectura, la decoración y el tipismo de los mismos.
La participación en el concurso fue creciendo paulatinamente, convirtiéndose en una de las fiestas principales del programa ferial. Para potenciar los patios como atractivo turístico, el innovador alcalde Antonio Cruz Conde aumentó el número y la dotación económica de los premios desde que llegara al consistorio en 1952. Así, el primer premio pasó de 3.000 pesetas a las 8.000 de 1962, último año de su gobierno. Se concedieron además ayudas económicas a los patios no premiados con el fin de compensar los gastos y el esfuerzo de sus cuidadores.
La participación en el concurso fue creciendo paulatinamente, convirtiéndose en una de las fiestas principales del programa ferial. Para potenciar los patios como atractivo turístico, el innovador alcalde Antonio Cruz Conde aumentó el número y la dotación económica de los premios desde que llegara al consistorio en 1952. Así, el primer premio pasó de 3.000 pesetas a las 8.000 de 1962, último año de su gobierno. Se concedieron además ayudas económicas a los patios no premiados con el fin de compensar los gastos y el esfuerzo de sus cuidadores.
En esta época surgieron asimismo dos iniciativas para impulsar este certamen: el "Festival de los Patios Cordobeses" y la "Reina de los patios". El primero, celebrado actualmente, fue concebido en 1956 como una programación paralela a la fiesta de música clásica y flamenca en los patios de antiguos monumentos y en los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos. Por su parte, la Reina de los patios fue un concurso de belleza instaurado en 1962 que se mantendría hasta 1983.
Las bases del concurso y su dotación económica no experimentaron grandes cambios hasta la creación del primer gobierno democrático presidido por Julio Anguita (1979-1985). En estos años se estableció que los patios debían adornarse exclusivamente con flores del tiempo, se prohibió también la instalación de bares y se suprimieron como mérito a evaluar por el jurado la actuación de artistas flamencos. El Ayuntamiento añadió además otros criterios de valoración, todos ellos en consonancia con su deseo de preponderar la autenticidad sobre aspectos artificiosos o tópicos, y mejoró la dotación de premios y ayudas.
No fue hasta 1988 cuando las bases del concurso precisaron los aspectos ornamentales que debían valorar el jurado: variedad floral, cuidado de macetas y arriates e iluminación natural. Y no se contemplaron diferentes categorías de premios hasta prácticamente una década después. Los patios se distinguieron entre arquitectura "antigua" y "moderna", otorgándose galardones que responden a aspectos específicos como la conservación arquitectónica, la decoración natural, el esfuerzo vecinal o el uso artístico del agua.
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