¿Quién coño es Pablo Iglesias? Es lo que todo el mundo me preguntó el 25 de abril de 2013 cuando por primera este profesor de Políticas de la Complutense debutó en una tertulia televisiva a nivel nacional. Fue en El Gato al Agua en Intereconomía TV. Hasta la fecha nadie le conocía, más allá de sus alumnos universitarios, sus seguidores en Twitter o los espectadores –pocos- que tenía en sus programas locales de televisión. La apuesta por este personaje fue arriesgada, entre otras cosas, porque ese día en la mesa de El Gato había tertulianos de la talla de Federico Jiménez Losantos, Alejo Vidal Quadras, Joaquín Moeckel o Luis Salvador. Aquel 25 de abril se celebró en Madrid el “rodea el Congreso”, un conato de asalto al Parlamento y demolición del régimen que hoy tenemos. Gracias a Dios (y a la policía) el golpe no salió adelante y pudimos seguir viviendo en democracia.
En esa ocasión, y en ese golpe concreto, Pablo Iglesias no mostró su apoyo a la iniciativa. Le parecía que se había desvirtuado el objetivo de la misma y que los más violentos se habían arrogado la autoría de la marcha. Pese a todo acudió al Gato. Lejos de estar nervioso por enfrentarse a huesos duros de roer en la dialéctica como los mencionados o por aparecer por primera vez en un TV de difusión nacional, Iglesias estuvo muy tranquilo. Fiel a su línea seria, serena y contundente comenzó dando las gracias a Intereconomía por la invitación porque para él “era un gusto cruzar las líneas enemigas y charlar en territorio comanche”. Y es que lo bueno de este joven politólogo es que no se arruga, es un troskista trasnochado y como tal enarbola esa bandera sin complejos
Durante el programa no se amilanó. Más al contrario habló y expuso en libertad sus argumentos: hay que acabar con los desahucios, hay que dar trabajo a los cinco millones de parados, hay que regular los abusos policiales, hay que devolver la democracia a los ciudadanos, debemos acabar con la troika, con la iniciativa privada, etc. La receta de su discurso: más estado y menos libertad. Incluso dio tiempo a otros debates de alto voltaje con Losantos sobre la Guerra Civil y el papel de sus admirados Carrillo o la Pasionaria; o algún rifirrafe más actual sobre su muy amada Venezuela de Chávez.
Fue su debut en una televisión a escala nacional. Y fue un éxito. La redifusión del programa se expandió por todas las redes. Más de medio millón de personas vieron en youtube el cara a cara con Losantos. Las semanas posteriores siguió viniendo al Gato a exponer en libertad (ojalá él la practique si llega algún día a cotas de poder) sus posturas troskistas y defender al régimen de Corea del Norte, a arremeter contra los mercados, el liberalismo, la casta política del PP-PSOE; incluso participó en un interesante programa en el que explicó por qué su bandera no es la española sino la republicana. Interecomomía fue el trampolín que le catapultó a televisiones más grandes que la nuestra. Pasó a ser asiduo en las tertulias de La Sexta, Cuatro, Ondacero… y un sinfín de medios de gran difusión nacional. El filón de este politólogo con melenas se había desatado.
En el trato personal Iglesias es un tipo afable, serio, no dado a las bromas y al sentido del humor y, desde mi punto de vista, francamente coherente. Dice lo que piensa y así se muestra en los medios de comunicación. Sabedor de la audiencia que da una televisión, ante las cámaras tiene una muy pensada línea de intervención basada en un populismo radical: ni un desahucio más; la vivienda es un derecho; el estado debe abastecer de manera gratuita de gas y electricidad a todos los hogares españoles; la educación y la sanidad deben costar 0€ (casi, casi se debería pagar al alumno por ir a clase o a un paciente por acudir a una revisión). Mensajes claramente marxistas, de la Cuba y Venezuela de hoy que han calado muy a fondo en sus seguidores en detrimento del PSOE y de IU.
En el trato personal Iglesias es un tipo afable, serio, no dado a las bromas y al sentido del humor y, desde mi punto de vista, francamente coherente.
Viendo el éxito y tirón de sus intervenciones televisivas decidió montar un partido político. Por mucho que lo revistan de democracia interna, de primarias y de participación de los militantes el “a, b, c” de Podemos es la auténtica adoración al líder. Y esa figura la encarna a la perfección con esa falsa humildad del Robin Hood del siglo XXI.
Tiempo habrá de analiaz el futuro de la formación. El presente dice que un millón doscientas cuarenta y cinco mil personas le han votado. Si se extrapolase estos resultados al parlamento nacional, Podemos obtendría (sin la aplicación de la Ley d’Hont) casi veinte diputados. Eso ocurriría dentro de 18 meses. Y antes, el partido de Iglesias afrontará las elecciones autonómicas y municipales y ¡ojito! porque podrían dar muchas más sorpresas. Quizás tendría la llave de la gobernabilidad de la Comunidad de Madrid, Asturias o tres comunidades más donde han sido la tercera fuerza política; o gobernar directamente en muchos municipios como Rivas Vaciamadrid en el que ha sido la fuerza más votada.
Como dijo su líder anoche, Podemos ha venido para quedarse. Pretenden desbancar al PP y PSOE de las instituciones españolas y para ello seguirán haciendo lo que más saben: discurso radical de izquierdas, recoger el descontento social, anegar las redes sociales con sus máximas marxistas y seguir copando los medios de comunicación. Pero cuidado, ya no es sólo un producto televisivo con un mensaje estudiado y populista: a partir de ahora se le va a mirar con lupa y se le va a exigir cuentas por lo que haga en el Europarlamento. Y ahí no hay maquillaje que valga. ¿Estará a la altura o se deshará como un soufflé?
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