Durante décadas, las autoridades sanitarias han insistido en que debíamos evitar en la medida de lo posible el consumo de grasas saturadas, presentes en la carne, la mantequilla y el queso, y primar el consumo de de grasas insaturadas, que abundan en el pescado, los frutos secos y los aceites vegetales.
Pero cada vez un mayor número de investigaciones científicas están apuntando que estas recomendaciones, tan ampliamente extendidas, no son tan sólidas como podía parecer.
Esta semana la revista Annals of Internal Medicine publica un estudio largo y exhaustivo, basado en el análisis de los datos de 72 investigaciones en las que han participado 600.000 personas de 18 países, que muestra que no existe ningún vínculo entre el consumo de grasas saturadas y el aumento de los riesgos cardiovasculares. Así mismo, pone en cuestión los beneficios cardiovasculares de los ácidos omega-3 y omega-6, otrora estandartes de la alimentación saludable.
Los investigadores, tras cotejar todos los datos, observaron que las personas que consumían con frecuencia grasas saturadas no tenían más problemas cardiovasculares que aquellos que las comían menos. Tampoco las personas que consumían más grasas insaturadas, como el aceite de oliva, mostraban una menor incidencia de las enfermedades cardiovasculares.
Cuando los autores investigaron los efectos de administrar suplementos de ácidos grasos omega-3 y omega-6 en la reducción de la enfermedad coronaria en ensayos aleatorios controlados, no encontraron ningún efecto significativo, lo que indica una falta de beneficios de estos nutrientes, al menos en lo que respecta a la enfermedad cardiovascular.
Entrando en detalle
Curiosamente, los científicos observaron que los diferentes subtipos de ácidos grasos omega-3 y omega-6 tenían diferentes asociaciones con el riesgo coronario, algo que se desconocía hasta la fecha. En concreto, los niveles de ácidos eicosapentaenoico y docosahexaenoico, dos tipos principales de ácidos grasos poliinsaturados omega-3 de cadena larga, y el ácido araquidónico, un ácido graso omega-6, están cada uno asociados con menor riesgo coronario.
Algo parecido se observó en los diferentes subtipos de grasas saturadas. Los investigadores encontraron una relación positiva entre el consumo de ácidos grasos palmítico y esteárico (presentes en el aceite de palma y las grasas animales, respectivamente) y el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, pero observaron que el consumo de ácido graso margárico, presente en la margarina, reducía significativamente el riesgo de padecerlas.
Estos hallazgos cuestionan las pautas dietéticas existentes, que se centran principalmente en la cantidad total de grasa saturada o insaturada que consumimos, y no especifican de qué alimentos provienen cada una de éstas.
¿Hacia unas nuevas recomendaciones nutricionales?
“Mi opinión es que no deberíamos preocuparnos por el consumo de grasas saturadas”, ha explicado el doctor Rajiv Chowdhury, autor principal del estudio y epidemiólogo de la Universidad de Cambridge, que cree firmemente que es hora de revisar por completo las recomendaciones nutricionales oficiales.
“La enfermedad cardiovascular, cuya principal manifestación es la enfermedad coronaria, sigue siendo la principal causa de muerte y discapacidad del mundo”, asegura Chowdhury en el comunicado de presentación del estudio.“En 2008, más de 17 millones de personas murieron por una enfermedad cardiovascular. Con tanta gente afectada, es crítico que realicemos guías de prevención apropiadas, que estén basadas en la mejor evidencia científica disponible”.
En opinión del profesor Jeremy Pearson, director médico asociado de la Fundación Británica del Corazón, que ayudó a financiar el estudio, “no hay suficiente evidencia para decir que una dieta rica en grasas poliinsaturadas y baja en grasas saturadas reduzca el riesgo de enfermedad cardiovascular”. Pearson, no obstante, advierte de que es necesario realizar más estudios clínicos antes de llegar a ninguna conclusión y, mientras tanto, asegura que la mejor manera de prevenir la aparición de enfermedades cardiovasculares pasa por “no fumar, estar activo, y llevar una dieta sana en su conjunto, lo que significa dejar de fijarse sólo en las grasas y vigilar también el consumo de sal, azúcar, fruta y vegetales”.
La controversia continúa
La publicación de este estudio, realizado por una institución tan prestigiosa como la Universidad de Cambridge, y con una enorme muestra, supone un importante espaldarazo para los defensores de una rehabilitación de las grasas y la condena de los carbohidratos. Una corriente que tienen como principales defensores a personalidades como el doctor Aseem Malhotra, uno de los cardiólogos más prestigiosos del Reino Unido, o el divulgador científico Gary Taubes.
Pese a esto, algunas personalidades han levantado la voz de alarma ante la nueva investigación de Cambridge. En opinión del doctor Fran Hu, profesor de nutrición de la Escuela de Salud Pública de Harvard, la investigación no debe ser tomada como una “luz verde” para comer más carne y mantequilla. Tal como ha explicado al New York Times, observar los nutrientes por separado, como hacen la mayoría de estudios, puede conducir a error.
La investigación, una de las más grandes hechas nunca sobre el vínculo entre el consumo de distintos tipos de grasas y el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, llega sólo dos semanas después de que la revista estadounidense Cell Metabolism publicara un estudio en el que se asegura que una dieta con mucha carne y quesos puede ser tan dañina como el fumar, ya que el consumo continuado y abundante de proteínas animales hace que una persona tenga cuatro veces más probabilidades de morir de cáncer que alguien con una dieta baja en proteínas.
¿En qué quedamos? Cuando la gente deja de comer grasas tiende a comer más pan, cereales y otros carbohidratos refinados, que también son malos para el corazón, advierte Hu, que insiste en que condenar uno u otro nutriente de forma poco específica puede llevar a engaño. Lo que parece claro, y en esto casi todos los nutricionistas están de acuerdo, es que las recomendaciones nutricionales deben cambiarse, pero aún está por ver cómo.
En opinión de Hu, las recomendaciones deberían poner más énfasis en la comida real, y olvidarse de la cantidad exacta de uno u otro nutriente. Con el tiempo es posible que la evidencia científica arroje luz sobre el asunto pero, mientras tanto, lo mejor es mantenerse informado o, sencillamente, seguir la dieta Mediterránea, la única cuyas bondades nutricionales parecen probadas en su conjunto.
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