Las nuevas ordenanzas municipales de la capital se endurecen -multa mediante- con el objetivo de hacer de las calles madrileñas un lugar más agradable para vivir, pero ¿pueden estas medidas conducir a una convivencia más encorsetada para ciudadanos y visitantes?
Y decimos 1948, que no 1984, aunque en ciertos aspectos estas medidas también podrían tener un barniz sumamente orwelliano. Fue en el año 1948 cuando Franco aprobó la Ley del Buen Gobierno, que ha encontrado su continuación, corregida y aumentada, en el borrador de la Ordenanza de Convivencia en los Espacios Públicos que la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, ha presentado recientemente.
Esta comparación de las medidas de Franco y Botella no es arbitraria, ha sido el diario británico The Independentel primero en poner al mismo nivel ambos programas, destacando además que la edición de 2013 es la más extensa desde la dictadura en lo que se refiere a normas, prohibiciones y sanciones.
¿Civismo, recorte de libertardes o simple recaudación?
Como sucede en estos casos, el mensaje oficial es que se promulgan ciertas normas para aumentar las garantías de una convivencia sana. Las voces críticas ven en estas medidas un ataque a las libertades personales. Otros ven, de manera más pragmática, una simple y llana excusa para aumentar la recaudación municipal de un Ayuntamiento endeudado hasta la bandera.
Entrando en materia, pasamos a describir algunas de las acciones, actitudes y prácticas que pretenden ser prohibidas y sancionadas:
- Colocar cierto tipo de macetas en los balcones, ventanas y alféizares.
- Solicitar los servicios de una prostituta.
- Proxenetismo.
- Tirar colillas o restos de comida al suelo.
- Ofrecerse a lavar los parabrisas.
- Dar de comer a las mascotas o animales del parque.
- Pasear mascotas molestas.
- Hacer exhibiciones de malabarismos.
- Montar en monopatín.
- Vender objetos en los semáforos.
- Tocar un instrumento sin permiso oficial.
- Protestas de larga duración tipo 15-M.
- Organizar juegos de azar.
- Pedir dinero en la puerta de hospitales, iglesias, centros comerciales.
- Uso de menores para mendigar.
- Sacudir alfombras desde la ventana.
- Cocinas en la calle con objetos como hornillos.
- Usar los bancos para otras cosas que no sean sentarse.
- Dormir en la vía pública.
- Alquiler en grupo de un coche privado (cunda) para ir a comprar droga.
- Jugar con barcos de control remoto en estanques y lagos municipales.
- Ofrecer masajes en lugares públicos.
El rotativo londinense ironiza con el hecho de que, mientras por un lado se trata de cambiar la legislatura para permitir el consumo de tabaco en Eurovegas, el Ayuntamiento de Madrid quiere sancionar con 750 euros a los fumadores que arrojen una colilla al pavimento y con 1.500 euros a los organizadores de juegos de azar en plazas y parques.
Sean adecuadas o excesivas las medidas que plantea esta Ordenanza de Convivencia en los Espacios Públicos, lo único seguro es que, de aprobarse, la cara y el espíritu de las calles de la capital van a sufrir un cambio. ¿A mejor o a peor?
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