Una conferencia, dos entrevistas, una visita… De dos zapatazos, ha irrumpido en el guión de la política nacional y se ha colocado en el centro del escenario. Ha llegado Susana Díaz, sí, y a su paso va dejando un rastro de piropos asombrados.
“Ha nacido una estrella a nivel nacional”, dijo entusiasmado el alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, tras oírla en su primera conferencia en Madrid. “Hoy hemos asistido a un discurso político del siglo XXI”, aseguró unas semanas antes Elena Valenciano, la vicesecretaria general socialista cuando la oyó en Sevilla, en su discurso de investidura como presidenta de la Junta de Andalucía. “Susana Díaz puede ser la esperanza del PSOE”, sostiene José Bono cuando se le pregunta por el futuro del socialismo español.
Hace dos meses, sólo dos meses, nadie conocía a Susana Díaz. “¿Díaz o Diez? ¿Cómo has dicho que se llama?” Ya nadie pregunta eso… Y si miran hacia atrás, no es fácil recordar un ascenso político en España más fulgurante y efectivo que el de Susana Díaz. Susana Díaz Pacheco. Apártense, que ya ha llegado.
Dos meses, eso. A finales de julio o en agosto, lo único que se conocía de Susana Díaz es que era la joven a la que Griñán había elegido para sucederlo al frente de la Junta de Andalucía. Una integrante de los ‘griñaninis’, como se conocía en Andalucía al arpón de tres puntas que José Antonio Griñán utilizó para deshacerse de la vieja guardia de Manuel Chaves, en cuanto se hizo cargo del liderazgo de los socialistas andaluces. Como Griñán desconocía por completo el funcionamiento interno de un partido político, se rodeó de tres jóvenes cachorros amamantados por el aparato socialista andaluz, Rafael Velasco, Susana Díaz y Mario Jiménez. Como es normal, porque lo llevaban en sus enseñanzas, los griñaninis abrazaron al instante el ascenso político que les ofrecía Griñán, aunque parta ello tuvieran que traicionar a sus mentores de entonces.
Ahí llega Susana a la primera línea de la política andaluza, aunque todavía le quedaban por dar dos pasos más para destacar sobre los ‘griñaninis’; trascender hasta llegar al puesto que ahora ocupa. Sostienen en el PSOE que es el propio Rafael Velasco quien señala a Susana Díaz como responsable de las filtraciones de prensa que acabaron con su carrera política al relacionarlo con un caso de corrupción. Y es también en el seno del PSOE donde se explica que el adelanto del congreso regional en el que Susana Díaz desalojará a Griñán de la secretaría general de los socialistas andaluces es una jugaba a dos bandas que persigue desplazar, definitivamente, a Mario Jiménez, que acabará perdido en algún cargo irrelevante del PSOE federal. Esel entierro definitivo de los griñaninis, sólo que en el sepulcro sólo hay dos cadáveres políticos.
Los socialistas andaluces, desde los más jóvenes hasta los más veteranos, conocían de sobra la destreza y la maestría con la que Susana Díaz sabíaconducirse por las tripas del PSOE, pero no hay nadie a quien se le pregunte ahora que no se muestra sorprendido por la facilidad impresionante con la que esta mujer se ha hecho con las riendas de la compleja agrupación socialista andaluza y del propio Gobierno andaluz. Cuando tiene un objetivo, nada se interpone. Y lo extraordinario es que a su alrededor, todo el mundo acaba dándole la razón o participando de su estrategia. Y eso lo hace desde que llegó a la “familia socialista”, como le gusta decir. De sus primeras responsabilidades políticas, en Juventudes Socialistas, cuentan, como ejemplo de su determinación, la ocasión en la que siendo ella la encargada de velar por la limpieza de una asamblea, anuló una votación al comprobar que no había ganado su bando. Ningún problema.
Ahora ya todo el mundo conoce la destreza de Susana Díaz en el manejo del aparato socialista. Aquellas críticas que le hacían por los 16 años que empleó en licenciarse en Derecho, se han olvidado ya, cuando todo el mundo ha comprobado que donde Susana Díaz se ha doctorado cum laude ha sido en Política, y que ahí tiene pocos rivales. Pensemos, por ejemplo, en el sillón vacío del PSOE desde la caída estrepitosa de Rodríguez Zapatero. Y pensemos en el esfuerzo enorme de tantos líderes por ocupar ese hueco, desde el propio Pérez Rubalcaba a Carme Chacón, pasando por Eduardo Madina. ¿Cómo es posible que Susana Díaz, en dos semanas, se haya rodeado de más expectativas que todos ellos?
También ha sido una jugada, perfectamente planificada, en la que la presidenta andaluza ha construido su imagen política en tres fases, perfectamente identificables: populismo, ética y firmeza. Populismo, para presentarse ante la sociedad como una mujer del pueblo; ética, para alejarse del desgaste de la desafección política; y firmeza, para acabar con la ambigüedad del discurso político del PSOE.
Lo primero, el populismo, lo desplegó sin empacho alguno durante su toma de posesión como presidenta de la Junta de Andalucía. Alguna de las crónicas de aquel día son lo suficientemente elocuentes, como ésta de Isabel Morillo: “Vamos las mujeres valientes”. Nunca una toma de posesión de un presidente de la Junta fue tan populosa, tan poco protocolaria y tan real. Entró al grito de “guapa” y “presidenta”. Familiares, amigos y vecinos de Susana Díaz llenaron hasta la bandera el solemne acto. Las previsiones se desbordaron. Se esperaban unos 300 invitados y hubo 620. Su barrio, Triana, allí dentro, espontáneo, piropeador, emocionado, engalanado, como de boda o de Jueves Santo. “Éste es el cambio”, comentaba Griñán a un grupo de amigos. “Hasta ahora todos los presidentes hemos sido de clase media ilustrada, ella es del pueblo”.
Para completar esa imagen de populismo, a Susana Díaz le faltaba, sin embargo, lo fundamental: alejarse de la podredumbre de los ERE, los escándalos de corrupción como primera causa de la desafección social de la clase política. Lo que le ha enseñado la política a Susana Díaz, que tiene enAlfonso Guerra a uno de sus referentes fundamentales (se acercó a él, cuando muchos lo repudiaban), es que la política es el arte de la desmemoria. En todos estos años, no sólo no ha censurado jamás el escándalo de los ERE sino que ella misma ha participado activamente en la última etapa del escándalo, en el partido y en el gobierno, pero nada más llegar a la presidencia de la Junta de Andalucía ha quitado de en medio a todo aquel que tenía alguna vinculación con el proceso judicial y, sin problema alguno, ha propuesto un pacto nacional contra la corrupción. Susana Díaz como referente de la ética.
Todavía estarán preguntándose en la calle Génova o en Ferraz, cómo ha sido posible que una heredera del escándalo de los ERE les haya robado la cartera de esa forma. ¿Alguien se imagina el recorrido que hubiera tenido esa misma propuesta en boca, no ya de Rajoy, sino de algún miembro de segunda final del Partido Popular, con el escándalo Bárcenas en lo alto? ¿Y en el PSOE? Mientras que Rubalcaba espoleaba la confrontación total con el Gobierno, llega Susana Díaz y pide un pacto, se lo propone a Rajoy, para evitar que los partidos utilicen la corrupción “para intentar aniquilar al adversario político”.
De todas formas, no menos sorpresa habrá causado en el seno del PSOE la irrupción de Susana Díaz en el eterno debate catalán. Tantas idas y venidas, tanto silencio, tanto discurso de perfil, la ambigüedad de los diez últimos años, desde el zapaterismo, la ha extendido Susana Díaz a sus pies parta pasar por encima como si pisoteara una alfombra: “Cuanto antes desmontemos la trampa del 'derecho a decidir', más fácil será la salida. ¿Decidir qué, la independencia de Cataluña? Ese derecho no existe”. Si otros, hasta los más veteranos en el PSOE, la aplauden tanto es, sencillamente, por decir lo que la mayoría piense en ese partido y nadie se atrevía.
¿Quiere decir eso que Susana Díaz apunta directamente a Rubalcaba, a su puesto? No porque Rubalcaba, en este momento de su carrera política, ya no es ni siquiera un objetivo a batir para Susana Díaz. Quiere decirse que en el PSOE andaluz nadie que la conozca duda, ante la pregunta, que la ambición de Susana Díaz dentro del PSOE es la máxima, y que siempre querrá colocarse a la altura histórica de los líderes sevillanos que se hicieron con el PSOE tras la dictadura y jubilaron el PSOE de la República y el exilio. Ella misma lo ha dicho con toda claridad: “Quien me conoce sabe muy bien que yo soy cualquier cosa menos un verso suelto”. Es así. Susana Díaz irá ganando peso en el PSOE federal hasta convertirse en una referencia obligada para entender las estrategias, para explicar las decisiones, para comprender las renuncias.
Pero no es imaginable que a corto y medio plazo entre en una disputa directa por el liderazgo del PSOE federal para embarcarse en la carrera de La Moncloa. No, primero influencia y luego, al cabo de unos años, cuando las expectativas sean otras, es probable que busque ese salto definitivo. Pero no ahora. Entre otras cosas, porque el tiempo está de su parte. Quizá lo piense la semana que viene cuando cierre los ojos y sople las velas de su cumpleaños. El 18 de octubre, viernes, cumple 39 años. Y alguien a su lado, la jaleará como en los actos públicos: “¡Vamos las mujeres valientes!”. Susana Díaz Pacheco ya ha llegado.
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