Por mucho que bucee en medios digitales, sigue habiendo noticias que me dejan boquiabierto. Es el caso de un matrimonio belga que debió pasar uno de los momentos más desagradables de su vida, simplemente porque la madre amamantó a su bebé en un local de postín de Nueva York. Un error imperdonable que casi se transforma en un conflicto internacional.
Roseline Remans, de 34 años, y su marido Tom Neijens, de 36, y primer secretario de la representación de Bélgica ante Naciones Unidas, fueron a pasar una agradable velada en elMetropolis Country Club, en White Plains, según publicó The New York Post. Aunque ellos no pertenecían al reducido grupo de socios del club,se les reservó una mesa para comer como al resto de la elitista clientela. Con ellos estaba su bebé Luka, el protagonista involuntario de esta historia.
En un momento de la comida, al pequeño Luka le entró hambre y Roseline le dio de mamar. Pasaron escasos segundos y como si estuvieran siendo vigilados por una cámara de seguridad, la maître del restaurante se dirigió rápidamente a su mesa y les pidió que se fueran de inmediato porque estaban “molestando a los miembros del club“. El diplomático belga pidió que dejaran acabar a su hijo porque si no iba a ser peor el remedio que la enfermedad, alegando que el bebé lloraría desconsoladamente montando aún más revuelo en el comedor. La encargada se negó en rotundo y los envió al servicio para alejarlos de las miradas escandalizadas del resto de clientes.¡¡¡Santa Madonna!!!
Si esto no fuera ya suficiente, la policía irrumpió en el restaurante casi como en un despliegue de película, con pistola y defensa eléctrica en la mano, indicando que la pareja estaba ilegalmente en una propiedad privada y que algunos de los clientes habían llamado alarmados al servicio de emergencias diciendo que parecían terroristas, porque llevaban una mochila negra y mostraban a un bebé de forma amenazante. Lo más increíble es que los agentes habrían dicho como justificación de su intervención que “en Sri Lanka los bebés son usados como escudos por los terroristas“, según relató el señor Neijens en la denuncia que presentó ante las autoridades competentes.
Finalmente, viendo el cariz que estaban tomando los acontecimientos, el diplomático sacó su identificación y los uniformados por fin se tranquilizaron, pero aun así la familia salió por la puerta trasera del restaurante para no manchar la reputación del famoso local. Un portavoz de la policía alegó, en defensa de la actuación de los agentes, que simplemente se trató de “un malentendido cultural“. Poco más, y terminan todos en la cárcel de Guantánamo.
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