Una maravilla oculta en Colombia
Cuando hablo de templos religiosos conadmirables construcciones arquitectónicas
siempre menciono a la Sagrada Familia,
Notre Dame, la Basílica de San Pedro, la Catedral de Santiago de Compostela, pero yo personalmente reconozco que nunca incluí en la lista al Santuario de Nuestra Señora de las Lajas, ubicada en el sur de Colombia, por desconocimiento. Es un templo de culto católico y veneración a Nuestra Señora de
las Lajas
En el siglo dieciocho, en Colombia, María Meneses de Quiñones, que
descendía de caciques indígenas solía caminar, un día del año 1754
cuando se acercaba a un puente, que está situado en un lugar de
nombre LAS LAJAS se desató una tormenta. Muy asustada, la pobre indígena, se refugió en una cueva al lado del camino y sintiéndose angustiada y sola, comenzó a invocar a Nuestra Señora del Rosario, cuyo patrocinio se había hecho popular en la región gracias a los Dominicos. Entonces, sintió que alguien le tocó la espalda y la llamó. Ella se volteó, pero no vio nada. Con gran miedo, huyó . Días después, María regresó llevando en la espalda a su hijita Rosa, que era sordomuda. Cuando llegaron ,ella se sentó a descansar sobre una piedra. No había terminado de acomodarse, cuando la niña se bajó de su espalda y comenzó a treparse en las piedras de la cueva, exclamando: "¡Mami! ¡Mami!, ¡Aquí hay una señora blanca con un
niño en sus brazos!"
María estaba fuera de sí del espanto, pues era la primera vez que oía a su hija
hablar. Y, más aún, no veía por ninguna parte las figuras que la niña
describía. Muy nerviosa y con temor, colocó a la niña sobre su espalda y se fue. Allí les contó a parientes y amigos lo sucedido, pero nadie le creyó.
Una vez que María arregló sus asuntos en Ipiales, regresó a su casa en Potosí. Cuando llegó al sitio donde se hallaba la cueva, sin vacilar, pasó por el frente de la entrada, y entonces Rosa gritó: "¡Mami! ¡La señora blanca me está llamando!"
María no podía ver nada. Asustada en extremo, se apresuró a llevarse a la niña lejos de allí. Cuando llegó a casa, hizo el relato a sus amistades de lo que le había pasado. De esta manera, muy pronto la región entera supo del misterio de la cueva, la cual todos conocían, pues quedaba al pie de un camino muy transitado.
Unos días después, Rosa desapareció de su casa. María, angustiadísima, la buscó por todas partes, pero no la halló, hasta que su corazón de madre la hizo caer en la cuenta de que su hija debía haber ido a la cueva, pues a menudo decía que la mujer
blanca la llamaba. Así pues, se apresuró a la cueva del Guáitara y se alegró muchísimo de que su corazón de madre no la había engañado. Vio a su hija arrodillada frente a
la mujer blanca y jugando, cariñosa y familiarmente, con el niño, el cual había bajado de los brazos de su madre para permitirle a la niña disfrutar su divina y sublime ternura. María cayó de rodillas ante este hermoso espectáculo; había visto a la Santísima Virgen por primera vez.
Temerosa del menosprecio de sus parientes y vecinos, que no le habían creído lo que ya les había contado, María prefirió callar al respecto. Comenzó a frecuentar la cueva, y, poco a poco, la llenó de flores silvestres y velas de sebo, que su hija le ayudó a
pegar en la vía de piedra.
Pasó el tiempo, y el secreto lo sabían sólo María y Rosa, hasta el día en que la niña
cayó gravemente enferma y pronto murió. María, muy afligida, decidió llevar el
cuerpo de la niña a los pies de la Señora del Guáitara. Allí le recordó a la Virgen todas
las flores y velas que Rosa le solía llevar, y le pidió que le devolviera la vida.
MILAGRO ASOMBROSO
Sintiéndose presionada por la tristeza de las súplicas maternales que
no cesaban, la Virgen Santísima consiguió de su Divino Hijo el
milagro de la resurrección de la pequeña Rosa. Llena de alegría, María se fue a Ipiales. Llegó a las diez de la noche. Les contó a todos sus allegados la maravilla ocurrida. Los que se encontraban ya durmiendo, se levantaron; hicieron que tocaran las campanas de la iglesia, y una gran muchedumbre se reunió frente a la iglesia de la villa. Ya estaba amaneciendo, y todos se dirigieron hacia la cueva. Llegaron al rayar el alba.
A las seis de la mañana, se encontraban en Las Lajas. Ya no podía haber duda acerca del milagro; de la cueva brillaban luces extraordinarias. Allí, en la pared de piedra, se hallaba grabada para siempre la imagen de la Santísima Virgen .
EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA LAJAS
El precioso santuario estilo gótico está edificado sobre el lugar del
milagro en Guáitara, en los Andes colombianos, a 7 kms de la ciudad
de Ipiales y 11 kms del puente de Rumichaca que une Colombia y Ecuador. Es un lugar de extraordinaria belleza escogido por la Madre para prodigar su amor. La Basílica también es una obra preciosa edificada sobre la pendiente del río. La imagen se encuentra en el punto central sobre el altar.
Cada 16 de septiembre, fecha de su aparición, millares de peregrinos acuden al santuario para honrar la Virgen y rezar junto con ella.
Uno de los más populares benefactores del templo de las Lajas fue "el ciego Rivera", quien sin la luz de sus ojos recorrió campos, pueblos y ciudades mendigando dinero para comprar materiales con los cuales construirle el santuario a Nuestra Señora.
Es el amor a la Madre que no repara en sacrificios con tal de poder
levantarle un templo digno de tan Gran Benefactora. Nos podemos
imaginar cómo le habrá recompensado Ella en la eternidad.
El arquitecto Espinoza la construyó con obreros que no sabían nada de construcción. Labradores campesinos a los cuales él tenía que enseñarles desde el modo como se hace una formaleta hasta la proporción en que hay que mezclar la arena y el cemento. Pero la buena voluntad pudo más que las dificultades que se presentaban. Y trabajando fueron aprendiendo.
Qué hermoso que cuando nos presentemos a Jesucristo en el día del juicio para que nos señale nuestro puesto en la eternidad, le podamos oír decir: "HE OÍDO A MI MADRE HABLAR BIEN DE TI".
Virgen de las Lajas
El Santuario fue proyectado, como:
“EL MILAGRO DE DIOS EN EL ABISMO”.
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