16/05/2013 - 18:03h
¿El gran mérito profesional de Miguel Blesa? ¿Su mayor aval para lograr la presidencia de Caja Madrid? Que es amigo íntimo de José María Aznar desde los años 70, cuando se conocieron en una academia donde ambos preparaban la oposición para inspector fiscal; que sacaron la plaza y pidieron el mismo destino, Logroño; que sus mujeres son íntimas también y que por supuesto Blesa fue a la boda de Anita Aznar, pero también a la despedida de soltero de Alejandro Agag. Que gracias a estos indudables valores –pese a su nula experiencia en banca–, fue aupado por el PP hasta la presidencia de Caja Madrid donde estuvo 14 años hasta que Esperanza Aguirre le declaró la guerra por un "quítate tú que pongo a mi delfín". Que en esos 14 años cobró casi 10 millones de euros de sueldo y otros 2,8 millones más como indemnización. Que en realidad fue menos de lo previsto, porque Blesa también se había adjudicado un plan de pensiones para él y su equipo de otros 25 millones de euros más (un último chollo que Rato anuló). Que incluso estas cifras millonarias son ridículas, si se las compara con el inmenso agujero que su gestión nos dejó. Que España está hoy hipotecada por varias generaciones y ha tenido que pedir un rescate financiero a Europa gracias a genios como él.
Al Capone fue a la cárcel por delito fiscal. Miguel Blesa, por un crédito de 26,6 millones de euros a ese empresario ejemplar, Don Gerardo Díaz Ferrán, y por la más que irregular compra de un pequeño banco estadounidense –el City National Bank de Florida– por el que se pagó una ruinosa millonada que, de paso, sirvió de excusa a Blesa para comprarse por 10 millones y medio de euros una lujosa masión en Miami que pagó Caja Madrid en teoría como sede del banco; en la práctica, como residencia para los grandes ejecutivos de la caja.
Que Blesa acabe en la cárcel es una inesperada novedad, aunque sea solo por un rato, gracias a la fianza de dos millones y medio de euros que probablemente pagará. Su entrada en prisión va a poner muy nerviosos a más de una y más de dos –y no estoy hablando de Aznar– a los que aterra que Blesa o Ferrán puedan contar todo lo que saben. Y más.
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