El 14 de abril de 2012, en pleno aniversario de la II República española, una efeméride de la que no serían pocos los que se acordarían y reclamarían ese mismo día, el rey Juan Carlostuvo que ser trasladado de urgencia a España desde Botsuana, donde se encontraba cazando elefantes, tras sufrir un accidente que le provocó una fractura de cadera.
Un hecho enmarcado en unasituación económica extremadamente crítica para el país en aquellas fechas, debido a las tensiones en los mercados, las altas cifras dedesempleo, los rumores continuos sobre si el país iba a ser rescatado, o el aumento de la crispación social por asuntos tan delicados como los desahucios o los afectados por las preferentes.
Además, el azar llevó a que ocurriese en una fecha tan significativa como la republicana, y que tanto afecta a la monarquía, por aquel entonces ya muy discutida, y actualmente cuestionada hasta por monárquicos declarados. Esto desencadenó una reacción inédita: la de Juan Carlos I disculpándose por su comportamiento y por la cacería deBotsuana.
A esto le precedió, en la misma semana, el disparo en el pie que se autoinfligió el nieto del monarca, Froilán, hijo de lainfanta Elena y Jaime de Marichalar, lo que avivó los comentarios sobre la relación con las armas que mantienen en Zarzuela.
Un calvario que inició su yerno
Pero la caída en picado de la imagen de la institución y del rey, de cuyos escándalos los medios no se han cortado en hacerse eco, comenzó un par de meses antes. Fue con lascausas judiciales de su yerno, Iñaki Urdangarin, imputado en el caso Nóos, al que apartaron de todos los actos públicos de la institución, y que sólo dos meses atrás había protagonizado un 'paseo' muy comentado hasta los juzgados de Palma, donde iban a interrogarle por, supuestamente, defraudar dinero público aprovechando su posición privilegiada.
Desde entonces, el respaldo y apoyo al rey y la casa real ha descendido considerablemente, sumiendo a la institución en una crisis inédita en nuestro país. Y todo porque la lista de despropósitos en torno a la figura del jefe del Estado y que minan su rol, antes indiscutible, se ha agravado con el paso del tiempo.
A saber, el papel de la princesa Corinna, amiga personal del monarca, y que ha generado innumerables teorías sobre el tipo de relación que mantiene con él, así como de unossupuestos 'trabajos' para el Gobierno central como mediadora. Consecuencia de ésto son las especulaciones sobre la salud del matrimonio real, al estar la reina Sofía en un discreto segundo plano.
Por otro lado, tampoco ha ayudado a la institución laimputaciónde la infanta Cristina en el mismo caso que su marido, lo que supone que un miembro de la familia real, e hija de un jefe del Estado, tenga que rendir cuentas ante la Justicia, algo que años atrás ni se contemplaba.
La supuesta existencia de una herencia millonaria en una cuenta de Suiza, legado del padre del rey, Juan de Borbón, el conde de Barcelona, ha provocado innumerables críticas y ha reforzado las peticiones de que la casa del rey esté completamente integrada y rinda cuentas de todas sus actividades en la ley de transparencia.
Sin embargo, el último asunto, y no por ello menos importante, es la más que posible marcha de Urdangarin, por motivos laborales, a Catar, un país desde el que no se le podría extraditar o congelar sus cuentas en el supuesto de que un juez español lo estimase oportuno, y que ya forma parte de los dolores de cabeza del rey y de la indignación de la sociedad española. Una posibilidad que ha salpicado también al jefe del Estado, ya que como consecuencia de las informaciones sobre su yerno se ha conocido su estrecha relación con la familia real del emirato, con la que mantuvo conversaciones recientemente.
Además, el estado de salud del monarca, que ha tenido que pasar varias veces por el quirófano en estos 12 meses de calvario institucional —la última, el pasado mes de marzo—, han provocado que tenga que reducir cada vez más su agenda, dando cada vez más protagonismo a su hijo y heredero, el príncipe Felipe.
Las peticiones e insinuaciones de abdicación crecen exponencialmente según pasa el tiempo, pero por ahora no se vislumbra el fin del reinado de Juan Carlos I. A pesar de que las fechas nostálgicas, los escándalos y los elefantes del pasado hagan que la corona sea cada vez más pesada.
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