A las 20:00 horas del 5 de marzo de 1978, dos policías nacionales resultaron muertos y tres heridos -uno de ellos de extrema gravedad- al ser ametrallado el Jeep que ocupaban por dos o tres terroristas de ETA. Los fallecidos eran MIGUEL ÁNGEL RAYA AGUILAR y JOAQUÍN RAMOS GÓMEZ. El agente que resultó gravemente herido fue José Vicente del Val del Río, de 21 años y natural de Burgos. Presentaba heridas de bala en hemitórax, hepigastrio, pared torácica derecha y rotura de bazo -que le fue extirpado- e hígado. Su estado fue calificado por los médicos como de extrema gravedad. Se debatió entre la vida y la muerte durante veinticinco días, falleciendo finalmente el 30 de marzo.
Asimismo, resultaron heridos menos graves los policías Armando Doval González, soltero, de 21 años, natural de Orense, y Santiago del Canto de los Reyes, casado, de 24 años y natural de Jerez de la Frontera. El cabo primero Antonio Barrado Tejada, de 26 años, natural de Zarza de Montánchez (Cáceres), resultó ileso.
El atentado ocurrió en el barrio de Zaramaga, de Vitoria, cuando un vehículo de la Policía, ocupado por un cabo y tres policías, se detuvo frente a la entrada del matadero municipal, en la calle de los Reyes de Navarra. Ahí otros dos agentes, que estaban de patrulla, se introdujeron en el vehículo oficial para informar de los avatares de la ronda. En ese momento dos o tres individuos salieron de una cabina telefónica próxima y vaciaron sus ametralladoras contra los agentes.
Media hora antes, los terroristas habían robado un coche a punta de pistola en Aizcorbe (Navarra). El propietario del vehículo presentó la denuncia de sustracción del mismo en la comisaría hacia las ocho y veinte de la noche, minutos después de que se produjera el atentado contra el Jeep de la Policía.
Los pistoleros de ETA aparcaron el coche a pocos metros de una cabina telefónica situada frente al lugar donde, minutos más tarde, se detendría el Jeep de la Policía para recibir el parte de la pareja que realizaba la patrulla en aquella zona. Todo hace pensar que dos o tres de los jóvenes se dirigieron a pie desde el coche hasta la cabina telefónica, en donde debieron esperar la llegada del Jeep. A las ocho de la noche llegó el vehículo policial y aparcó en un rellano existente frente a la puerta del matadero municipal. A los pocos minutos llegaron los dos policías que se introdujeron en el Jeep para informar de las novedades a sus compañeros. En ese momento dos terroristas se dirigieron hacia el vehículo, situado al otro lado de la calle, abriendo fuego con varias ráfagas de fusil ametrallador. El Jeep resultó alcanzado por 52 impactos de bala y se usaron dos cargadores de treinta proyectiles.
La mayoría de los impactos dieron de lleno en la zona central del vehículo, hiriendo al chófer y a los cuatro policías que ocupaban los asientos de la parte posterior. Únicamente el cabo, situado en el asiento junto al conductor, resultó ileso. Todo parece indicar que los policías que ocupaban el Jeep fueron sorprendidos, no teniendo tiempo para repeler la agresión desde el interior del vehículo. En medio de la confusión que produjeron los disparos, los etarras montaron en su coche alejándose a gran velocidad del lugar, en dirección a la calle Vitoria. Tras dejar abandonado el vehículo en la salida hacia Bilbao, los asesinos siguieron su huida a pie.
El conductor del vehículo, el policía nacional Miguel Ángel Raya Aguilar, era natural de Huelma (Jaén). Tenía 26 años cuando sufrió el atentado que le costó la vida. Consiguió salir del Jeep ametrallado, pero se desplomó junto a la rueda delantera.
Joaquín Ramos Gómez, era natural de Sevilla. Casado, tenía 26 años cuando fue asesinado. Fue alcanzado por disparos en el tórax, las extremidades y la cabeza, y aunque llegó con vida al Hospital de Santiago, falleció dos horas más tarde mientras era sometido a una intervención quirúrgica.
Un mes después del asesinato, previo secuestro, del ingeniero Ryan, y menos de dos semanas después del 23-F, a las 15:15 horas del 5 de marzo de 1981, ETA asesinaba en el barrio bilbaíno de Deusto al comisario de Policía JOSÉ LUIS RAIMUNDO MOYA. Un etarra, que se había bajado de un vehículo en el que había otros dos terroristas, se dirigió a él y le disparó a bocajarro un tiro en la nuca cuando se dirigía a pie a su domicilio en la calle Blas de Otero, donde vivía con su hermano y su cuñada.
Varias personas acudieron al lugar con intención de prestar auxilio al herido que fue atendido de urgencia por personal del ambulatorio de la Seguridad Social de Deusto. Con un hilo de vida fue trasladado en una ambulancia al servicio de urgencia del Hospital de Basurto, donde fallecería una hora después, a las cuatro y media de la tarde, mientras era intervenido quirúrgicamente. La herida era mortal y el parte médico confirmaba esta apreciación: "Impacto de arma de fuego con orificio de entrada a nivel occipital y salida a nivel frontoparietal izquierdo, con pérdida de masa encefálica".
El presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, y el presidente del Gobierno vasco, Carlos Garaikoetxea, se trasladaron esa misma tarde a Bilbao en un viaje relámpago para visitar la capilla ardiente instalada en la Jefatura Superior de Policía de Bilbao.
Una hora después del atentado Txiki Benegas, secretario general del PSOE en el País Vasco, declaraba a los medios informativos: "ETA militar, con esta acción, se sitúa objetivamente con los golpistas que quieren acabar con la democracia y la libertad. ETA pretende acabar con el proceso autonómico vasco y provocar un estado de excepción en Euskadi". La banda terrorista reivindicó el atentado al día siguiente mediante llamada a la redacción de Egin.
En 1988 fueron condenados por este asesinato Francisco Javier Echevarría González y Joseba Koldobika Artola Ibarreche.
José Luis Raimundo Moya, de 57 años de edad, estaba soltero. Era natural de Izurzun (Navarra). Licenciado en Derecho y diplomado en Medicina y Cirugía, también había realizado cursos de Criminología. En 1944 ingresó en el Cuerpo Superior de Policía. Según sus compañeros era un demócrata, votante del partido socialista y defensor de las instituciones vascas. Además, estaba considerado un profesional muy preparado y había publicado varios libros. Era comisario jefe de la Comisaría del distrito de Santiago en Bilbao.
El 05 de marzo de 1990 fallecía el teniente de navío retirado AURELIANO RODRÍGUEZ ARENAS, que había recibido dos tiros en la cabeza cuatro días antes en San Sebastián.
El atentado se produjo en la calle de Julio Urquijo, del barrio donostiarra de Bidebieta, cerca del inmueble en el que residía el militar desde hacía varios años, hacia las 22:45 horas del 1 de marzo. Dos etarras, de entre 20 y 25 años, efectuaron varios disparos contra el teniente de navío, uno de los cuales lo alcanzó en la cara produciéndole pérdida de masa encefálica. A continuación, los pistoleros emprendieron la huida a pie. Según fuentes del Gobierno Civil de Guipúzcoa, en el lugar del atentado se encontraron dos casquillos de bala.
Esa misma noche el militar herido fue intervenido quirúrgicamente en la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu, a donde había sido trasladado en estado muy grave por miembros de DYA. Estuvo cuatro días en coma, falleciendo finalmente el 5 de marzo.
Los tres primeros bloques de la calle en la que se produjo el atentado eran viviendas de oficiales de la Marina. El miedo impedía a los vecinos comentar cualquier aspecto sobre el atentado. "Tenemos miedo. Estamos hechos polvo", indicó una de las vecinas, familiar de un militar.
Cinco años antes, a escasos metros de donde se produjo el atentado contra Aureliano, la organización terrorista ETA ametralló a los ocupantes de un vehículo dedicado al transporte de oficiales de Marina. Dos personas fallecieron en esa acción terrorista.
Era el segundo atentado mortal de 1990, tras el asesinato el 30 de enero del policía nacional José Ignacio Pérez Álvarez, mediante una bicicleta bomba. Sin embargo, la banda asesina había emprendido una intensa campaña de envíos de cartas y paquetes bomba. En esos días recibieron paquetes bombas, entre otros, María del Pilar Fernández Ruiz, funcionaria de Correos que sufrió heridas de gravedad, perdiendo un ojo (el paquete originariamente fue enviado a un funcionario de prisiones, pero fue devuelto a la sucursal de correos donde trabajaba María Pilar); Fernando de Mateo Lage, presidente de la Audiencia Nacional, que perdió las manos y un ojo; Francisco Albarracín Grech, teniente en la reserva de Valencia, y el fiscal Eduardo Fungairiño, que no sufrió heridas al ser desactivado el paquete por su escolta. Las cuatro cartas bombas, fueron enviadas entre el 24 y 26 de febrero por la misma persona, que las depositó en los buzones del Palacio de Comunicaciones en la plaza de Cibeles de Madrid.
Aureliano Rodríguez Arenas tenía 65 años. Estaba jubilado desde agosto de 1989, cuando pasó a la reserva. Ejerció dos décadas como celador mayor de la Armada. Aunque natural de Córdoba, llevaba treinta años viviendo en San Sebastián. Estaba casado y tenía tres hijos, de entre veinticinco y treinta años.
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