Hace más de dos mil años hubo un hombre diferente a los demás, no reaccionaba igual que los demás, tenía actitudes distintas a las de los demás. Eso les molestaba a algunos y lo criticaban.
Decían que era un
blasfemo, un hereje, un revolucionario, un rebelde. Su nombre era Jesús, el hombre que cambiaría y dividiría en dos la historia de la humanidad, un hombre santo, el único hombre sin pecado que ha pisado la tierra, el Hijo de Dios y Salvador de la humanidad.
Jesús era diferente, a él no le importaba si lo criticaban, si lo odiaban, si lo juzgaban por ser como era. Los religiosos de su época, los fariseos, le hostigaban, andaban detrás de él todo el tiempo, para encontrarle una falla, por la que pudieran condenarle.
Jesús, que llamaba las cosas por su nombre, un día les dijo: “¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos
pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos
de hipocresía y de maldad” (Mateo
23:27).
A Jesús no le interesaba
quedar bien con la gente, sino con Dios. Jesús decía siempre la verdad, porque él es la verdad:
“Yo soy el camino y la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Jesús iba contra la corriente, contra las costumbres y tradiciones, contra la hipocresía, la religiosidad, la soberbia y la maldad.
Ser cristiano significa
ser diferente como Jesús. Ser cristiano es ser valiente, llamar las cosas por su nombre, tener convicciones firmes
y nunca temer decir la verdad.
Ser cristiano no significa ser un santurrón. Tampoco significa ser religioso, el cristianismo no es una religión, es un estilo de vida.
Ser cristiano es un reto en
todos los sentidos, es ser una persona íntegra como Jesús, generosa, amable, llena de amor y perdón hacia los demás, como lo era él.
Todos somos criaturas de
Dios, pero no todos somos hijos de Dios. Recibir a Jesús en nuestra vida, nos da el derecho de serlo: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser
hijos de Dios” (Juan 1:12).
Dios no es un ser inaccesible, si tienes a Jesús,
tienes acceso directo al Padre.
“Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5)
Jesús es el único mediador entre los seres humanos y Dios. ¡Nadie más entregó su vida para salvar a la humanidad!.
El mundo necesitaba un Salvador,
porque…
“Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.” (Romanos 3:23)
Solo Jesús podía pagar nuestra deuda con Dios, porque él nunca pecó, siempre vivió en obediencia al Padre. Todos, sin excepción, pecamos y no tenemos derecho a estar en la presencia de Dios. Por eso Jesús fue como un cordero al matadero y tomó el lugar que nos correspondía.
¿Necesitas un cambio en tu vida? Solo Jesús puede hacer ese cambio. Solo El puede sanar tus heridas, limpiar tu corazón y hacer de ti una nueva persona.
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo”
(2 Corintios 5:17)
Atrévete a ser diferente,
ábrele tu corazón a Jesús, entrégale tu vida…
Hace más de
dos mil años, él entregó la suya por ti.
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.”
Juan 3:16-18
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