Antes de tomar la drástica decisión que supuso un vuelco total en su estrategia de decisión, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, quiso conocer la opinión de sus predecesores en el cargo, y la del presidente del PSOE. Antes incluso de que el pasado 3 de febrero comunicara a los miembros de la Ejecutiva su intención de exigir la dimisión del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ante la deriva que estaban tomando los acontecimientos delcaso Bárcenas, Rubalcaba consultó a los expresidentes del Ejecutivo José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González, así como al máximo dirigente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán.
Pero el líder de los socialistas no pudo sacar una conclusión definitiva de esas conversaciones, según han explicado a este diario fuentes conocedoras de los contactos. Porque cada uno de esos líderes dio a Rubalcaba una opinión distinta. Así, mientras Zapatero se mostró directamente contrario a que el PSOE reclamara oficialmente la salida de Rajoy -un presidente manchado por las supuestas cuentas del extesorero del PP, Luis Bárcenas-, González se manifestó reticente ante semejante decisión. El único que apoyó sin titubeos la intención del líder socialista fue Griñán.
La exigencia de dimisión a Rajoy, recalcan otras fuentes socialistas, estuvo motivada en dos principales razones que ya ha señalado el propio Rubalcaba en las últimas semanas. El secretario general del PSOE cree, por un lado, que el presidente del Gobierno debe marcharse por la estafa electoral que supuso el programa que defendió durante la campaña del 20-N, a la vista de los incesantes incumplimientos del Ejecutivo en todo tipo de materias. Considera, por otro, que la credibilidad y la capacidad de tomar decisiones de Rajoy está agotada por los escándalos de financiación irregular del caso Gürtel que afectan a su partido.
¿Moción de censura?
Ahora, explican esas mismas fuentes, después de que se haya constatado que el presidente del Gobierno no tiene ninguna intención de atender su petición y dejar el cargo, Rubalcaba se encuentra ante el dilema de cómo responder a esa negativa. Descarta un adelanto electoral en un momento en el que, según las encuestas, él mismo no inspira ningún tipo de confianzaentre los españoles y su partido sigue hundiéndose en un abismo sin precedentes en la historia democrática. Tampoco quiere hablar el líder del PSOE de la posibilidad de conformar un Ejecutivo de concentración con el PP, lo que minaría cualquier tipo de posibilidad de presentar un discurso alternativo a los recortes.
La única opción que le queda es, por tanto, la de la moción de censura. Tan sólo supondría un gesto simbólico en el caso de que todos los partidos de la oposición decidieran respaldar esta iniciativa, algo de lo que ni siquiera están seguros los socialistas. No obstante, las fuentes consultadas aseguran que Rubalcaba no ha tomado aún la determinación de lanzarse a esta aventura parlamentaria, que supondría una nueva vuelta de tuerca a su labor de oposición al Gobierno.
Lo que puede hacer pensar que el líder del PSOE no tomará finalmente esa decisión es la preocupación que siente por la deriva interna de su partido. Y es que las personas con las que se ha puesto en contacto este periódico sostienen que Rubalcaba cree estar al frente de un partido que se ha radicalizado ante las sucesivas derrotas electorales y el descontento ciudadano hacia sus políticas. El entorno del secretario general, sin embargo, niega la mayor. Aseguran que Rubalcaba nunca ha dicho nada al respecto.
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