Exposición en el Museo del Prado
30 de octubre 2012 - 10 de febrero 2013
El pintor Martín Rico, pintado por Joaquín Sorolla
Martín Rico (El Escorial, Madrid 1833 – Venecia 1908) es
un pionero en la introducción del paisaje realista en España. Su especial captación de la luz y de las peculiaridades de las ciudades a las que viajó le dieron un gran reconocimiento en su época, particularmente en EE.UU donde su obra está presente en distintos museos y colecciones particulares.
Durante más de cuarenta años, hasta su muerte, trabajó en París y Venecia, donde captó la belleza de las dos ciudades y contactó con destacados artistas europeos e internacionales, entre ellos Camille Pisarro, uno de los primeros impresionistas y Daubigny, paisajista francés de la escuela de Barbizon.
El perfil cosmopolita de Martín Rico hizo que sus obras tuvieran mayor éxito fuera de España por lo que, con la excepción del Prado, es un pintor poco representado en las colecciones institucionales de nuestro país.
A continuación veremos algunas de las obras que el
Museo del Prado expone desde el 30 de octubre 2012 al
10 de febrero 2013
Vista de Covadonga
1856. Óleo sobre lienzo, 81 x 65 cm. Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias.
Esta vista puede considerarse la primera representación realista del santuario de Covadonga, en Asturias, donde había pintado años antes el maestro de Rico, Pérez Villaamil. La composición vertical resalta la grandiosidad de la Peña del Auseva, en cuyo interior se cobijan la cueva y la
capilla. Este énfasis y las pequeñas
figuras vestidas con trajes regionales vinculan aún la obra
con el Romanticismo. La iluminación de mediodía estival le permitió estudiar las sombras y los cambios de color que la luz produce en las rocas y en los
muros de la Colegiata.
Un paisaje del Guadarrama
1858. Óleo sobre lienzo, 69 x 100 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado.
Rico pintó la sierra de Guadarrama años
antes de que el ferrocarril la hiciera accesible para los artistas. Así lo muestran algunas
acuarelas y este óleo, pintado en el Alto del
León, y que envió a la Exposición Nacional de
1858.
La sucesión decreciente de los árboles y de los perfiles de las montañas es un recurso
propiamente romántico. Por el contrario, el interés en la descripción de los musgos y de las hierbas muestra una clara intención realista.
Un país, cercanías de Azañón
1859. Óleo sobre lienzo, 82 x 160,5 cm
Madrid, Museo Nacional del Prado.
Esta obra es fruto de una campaña realizada por Rico en la localidad alcarreña de Azañón, cuyo caserío ha sido sustituido aquí por la masa de árboles de la izquierda. La presencia del curso fluvial permite al pintor estudiar con detalle los reflejos, resueltos en pinceladas verticales. Asimismo captó la plasticidad del relieve y el colorido de las tierras arcillosas características de esta zona.
Vista de la Casa de Campo, boceto
1861. Óleo sobre lienzo, 28 x 37 cm.
Madrid, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Es este el segundo de los bocetos que Rico presentó en
1861 para optar a la pensión de Paisaje para el extranjero, que obtuvo con brillantez. Demuestra su
capacidad de observación del natural en la captación de las tonalidades ocres, propias del periodo otoñal en que se celebró el ejercicio. La sierra de Guadarrama, bien conocida por el artista, sirve de remate a la
composición en franjas horizontales, que anticipa las
que prodigaría después en París.
Vista de la Casa de Campo
1861. Óleo sobre lienzo, 70 x 100 cm.
Madrid, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
La composición de esta obra, una de las presentadas por Rico en 1861 para obtener la pensión de Paisaje en el extranjero, es similar a la del boceto, si bien el pintor introdujo la figura de una niña junto a tres animales, para demostrar así su capacidad como pintor de figuras. Además, cada árbol está trabajado
de manera específica, de modo que llega a plasmar su movimiento y el color de sus hojas. La captación de
los reflejos del agua mediante pinceladas verticales demuestra también la madurez del trabajo comenzado en Azañón.
Paisaje de Suiza
1862. Óleo sobre lienzo. 53 x 107 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado
Para cumplir con sus obligaciones de pensionado, Rico realizó como envío de primer año este paisaje, fruto de su estancia en Suiza. Allí trabajó en el Oberland, bajo la dirección del paisajista Alexandre Calame, y en el cantón de Ginebra, especialmente en Satigny y en la aldea de Bourdigny, cuya iglesia aparece a la izquierda. Partiendo de los numerosos apuntes tomados allí (véase n. 55), Rico pintó en su estudio de París esta obra, en la que demuestra su conocimiento de los paisajistas franceses del periodo.
Lavanderas de La Varenne, Francia
1864-1865. Óleo sobre lienzo, 85 x 160 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado
A mediados de la década de 1860 Rico trabajó en La Varenne, cerca de París, uno de sus lugares predilectos. Esta obra, de gran empeño, es fruto de los numerosos estudios preparatorios realizados a orillas del Marne (véase cuaderno n. 1). La composición, de colorido sobrio y frío, se organiza en franjas horizontales paralelas y consigue transmitir una sensación de serena armonía y placidez, aunque animada por el movimiento de las nubes y de las copas de los árboles, y por las lavanderas en primer término.
Sierra del Guadarrama
1869. Óleo sobre lienzo, 65,4 x 92,1 cm.
Newark (New Jersey), Collection of the Newark Museum,
26.1262, Bequest J. Ackermann Coles, 1926
El estrecho contacto de Rico con la sierra del Guadarrama le permitió una percepción directa del natural, novedosa entre los paisajistas españoles contemporáneos. Así, consiguió captar los efectos de la luz de atardecer en las estribaciones montañosas del fondo, en los troncos y las ramas o en las sombras arrojadas en primer término por algunos árboles. Sobre el cielo, animado por las nubes y las degradaciones tonales, se recortan las copas de los pinos, cuya
deformación contribuye al dinamismo de la composición.
El Sena en Poissy
1869. Óleo sobre lienzo, 38,7 x 64,8 cm
Nueva York, Lent by The Metropolitan Museum of Art, Bequest of María DeWitt Jesup,
from the collection of her husband, Morris K. Jesup, 1914.
A finales de los años setenta Rico se interesó especialmente por las riberas del Sena y el Marne, donde sus paisajes se hicieron más luminosos y sus colores más vivos. El pintor afrontó asimismo de manera directa
el motivo acuático, y para ello suprimió la ribera del primer término, habitual hasta entonces, y otorgó protagonismo a los reflejos, cuya disposición en la superficie del agua ordena con claridad la composición. La diferente gradación de los verdes y la distribución de las nubes contribuyen a la sensación de profundidad.
Petit Bras, Sena
1869. Óleo sobre lienzo, 39 x 67 cm.
San Sebastián, Museo de San Telmo. Donostia kultura. Legado Luis de Errazu y Rubio de Tejada
En sus campañas en Poissy, cerca de París, Rico se interesó por las aguas en calma. En esta obra representó el llamado petit bras, un tramo embalsado del río Sena que fue apreciado también por Charles-François Daubigny y los impresionistas. La distinción entre los diferentes matices de los verdes de la vegetación y sus reflejos en el agua, donde utiliza diferentes tipos de pincelada, le sirven para ordenar los planos de profundidad. El encanto misterioso de la obra era del gusto de Ramón de Errazu, a cuya colección perteneció.
Un canal cerca de Poissy
h. 1869. Óleo sobre lienzo, 34 x 56,5 cm.
Filadelfia, Drexel University, The Drexel Museum
En el agua estancada del canal aparecen embarcaderos y palos de atraque, motivos sobre los que Rico volverá en sus cuadros venecianos, así como numerosos botes, que ordenan la composición en profundidad. Sus tonos oscuros, junto con los blancos de los cobertizos, contrastan con la armonía de verdes y grises claros. Como es habitual en esos años, las nubes se disponen desde el borde superior al horizonte en masas decrecientes, acentuando la impresión de lejanía.
Bougival. País frente al hotel
1870. Óleo sobre lienzo 41 x 81 cm.
Madrid, colección particular.
Rico pasó el verano de 1870 en Bougival, cerca de París, lugar muy concurrido por los artistas franceses. Esta obra, pintada desde la habitación del hotel donde se alojaba, muestra una visión panorámica del meandro formado por el Sena a su paso por esa localidad, cuyos edificios aparecen en perfecto equilibrio con la naturaleza. El paisaje, humanizado a través de la inclusión de numerosas figuras de pequeño tamaño, ofrece además un variado y preciso estudio de nubes.
La Sierra del Guadarrama desde las cercanías del Escorial
1870. Óleo sobre lienzo, 39,5 x 60,6 cm.
Nueva York, The Hispanic Society of America.
Tras abandonar París en el verano de 1870, el artista volvió, doce años después, a la sierra del Guadarrama. Los relieves se definen ahora con una mayor sutileza cromática, basada en las variaciones de color, y los diferentes términos del paisaje presentan una imbricación mayor que en las vistas panorámicas de su primera época. Las aves, los toros y las figuras, que Rico estudió en diferentes dibujos, aparecen captados con la habilidad y el virtuosismo propios de sus mejores cuadros.
Alcalá. Orillas del Guadaíra
1872. Acuarela sobre papel, 360 x 460 mm
Madrid, Museo Nacional del Prado. Legado Ramón de Errazu.
Durante su viaje a Sevilla en el invierno de 1872, el pintor visitó la localidad cercana de Alcalá de Guadaíra, donde pintó algunas de las mejores acuarelas de toda su producción. El colorido luminoso y vibrante y la ejecución, muy minuciosa, son una señal inequívoca del contacto con Mariano Fortuny. Rico aplicaría su virtuosismo en la captación del natural a la pintura de paisaje.
La Torre de las Damas en la Alhambra de Granada
1871.Óleo sobre lienzo, 63,5 x 40 cm
Madrid, Museo Nacional del Prado. Legado Ramón de Errazu.
Este cuadro es la obra maestra entre las
realizadas por Rico en Granada, donde se interesó
especialmente, tanto en sus cuadernos como en sus óleos, por representar la Alhambra, captando
la integración armónica de su arquitectura con la naturaleza. Así, los dos altos álamos resaltan la verticalidad de la Torre de las Damas. Sus desconchados reflejan las huellas del paso del tiempo y demuestran el especial cuidado puesto en reflejar las calidades de sus muros y las variaciones de color y textura.
Desembocadura del Bidasoa
1872. Óleo sobre lienzo, 39,3 x 72 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado.
Esta pintura, fruto de un viaje a la villa costera de Fuenterrabía en 1872, es una de las de mayor calidad en toda la producción de Rico. Las figuras y las embarcaciones se concentran en una pequeña superficie, mientras que la arena mojada, en colores malvas, rosas y verdes de gran delicadeza, ocupa el vacío del primer término. El cielo, de gran amplitud, otorga movimiento a la obra a través de las nubes y la gradación de sus tonos.
Naranjos en la Huerta del Retiro, Sevilla
1875. Acuarela sobre papel, 30 x 47 cm.
Barcelona, Colección Ramón Mascort.
Interesado por la luz de Andalucía y por los motivos de inspiración musulmana, Rico se centró en la Huerta del Retiro durante su viaje a Sevilla de 1875. Las acuarelas de esta campaña, de ejecución menos minuciosa que las anteriores, tienen, como las de Fortuny, los bordes más abocetados, de forma que las formas se van volviendo más definidas y el color más intenso hacia el centro de la composición.
Sevilla
1875. Acuarela sobre papel, 30 x 47 cm.
Baltimore, Maryland, The Walters Art Museum.
Estrechamente relacionada con el óleo de igual asunto (La Huerta del Retiro, Sevilla) y con un boceto preparatorio, esta obra muestra los Alcázares y el cenador del León desde la Huerta del Retiro, cuya luz y colorido eran especialmente propicios para la acuarela. La observación del natural llevó a Rico a representar las sombras coloreadas en violeta, de manera similar a como lo hacían en ese momento los impresionistas. El uso que se hace del blanco del papel produce una intensa vibración en la composición.
La Huerta del Retiro, Sevilla
1875. Óleo sobre lienzo, 42 x 75 cm.
Baltimore, Maryland, The Walters Art Museum.
En la Huerta del Retiro, Rico encontró una combinación perfecta de riqueza arquitectónica y belleza natural. La composición, construida con franjas horizontales, ofrece un amplio panorama de edificios sevillanos, muchos de ellos estudiados en dibujos preparatorios, al igual que las figuras y los animales. El contraste entre el naturalismo preciso de estos últimos y el abocetamiento del primer término demuestra el conocimiento que tenía el artista de la pintura francesa contemporánea.
Murallas árabes cerca de Sevilla
1875. Óleo sobre lienzo, 41 x 75,5 cm.
Madrid, colección particular.
A diferencia de otras obras sevillanas, esta composición presenta una disposición oblicua y un cielo de luz intensa, que produce marcadas sombras en los muros. La diversidad cromática en las construcciones, donde se recogen con especial precisión las calidades materiales de las superficies, contrasta con la mayor regularidad del colorido en la parte inferior. En esta aparecen numerosos animales y figuras que otorgan al cuadro cierta placidez.
La aguadora
1875. Óleo sobre tabla, 21,8 x 35 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado.
Esta obra, realizada a partir de los diversos apuntes tomados por Rico en uno de sus cuadernos de dibujo, durante su viaje a Toledo en 1875, recoge diferentes elementos arquitectónicos procedentes de varios edificios de la ciudad, como la Puerta de los Leones de la catedral. A pesar de su pequeño tamaño presenta una ejecución primorosa hasta en los más pequeños detalles de las jaulas o de las rejas, a los que la intensa luz del mediodía da una gran nitidez.
Puente de Toledo, Madrid
1882. Óleo sobre tabla, 23 x 35 cm.
Madrid, Museo de Historia.
Este cuadro describe con precisión el perfil urbano de Madrid, donde Rico trabajó una breve temporada en junio de 1882. Los juegos de luces y sombras otorgan mayor plasticidad a las construcciones, entre las que destaca el templete barroco de Santa María de la Cabeza, que ocupa la parte central del puente. Sobre éste se disponen diferentes personajes con sus asnos y alforjas, a los que el artista prestó especial atención, como demuestran los dibujos preparatorios existentes.
Patio de la casa de Samuel Leví, Toledo
1893. Óleo sobre tabla, 35 x 24 cm.
Colección particular.
En un intento de ampliar los motivos de su obra, centrada en los paisajes venecianos, Rico volvió a Toledo en 1893. De los cuadros pintados allí destaca este, que recoge la casa de Samuel Leví, hoy Museo del Greco. En él se manifiesta el interés del pintor por la arquitectura del Siglo de Oro y por la fusión de elementos mudéjares y renacentistas de las construcciones toledanas. La fidelidad mostrada en esta ocasión puede deberse al contacto con Aureliano de Beruete, en cuya compañía viajó a esta ciudad.
Lavanderas, Cloyes
1872. Óleo sobre lienzo, 38,5 x 64 cm
Colección particular.
Tras su estancia en Granada, definida por el luminoso colorido y el toque vibrante, Rico volvió a representar los tranquilos cursos de agua, los tonos verdes y ocres y los reflejos construidos con pinceladas finas y verticales. Consecuencia de su trabajo en España son un mayor realismo, una luz más intensa, el mayor volumen y dinamismo de las nubes y las tonalidades más vivas, que se aplican ya en las obras realizadas durante la primavera de 1872 en Cloyes.
Lavanderas en Cloyes. Valle del Loir
1872. Óleo sobre lienzo, 38,5 x 64 cm.
Madrid, colección particular.
Durante su estancia en Cloyes-sur-le-Loir, en la Turena, el artista se interesó por las zonas pantanosas y volvió sobre el tema de las lavanderas. La disposición de la ribera de forma oblicua y no paralela acentúa el dinamismo de la composición, en la que adquieren especial
protagonismo las construcciones de madera. El tratamiento de los reflejos de las aguas, así como la pincelada independiente, rápida y suelta, pueden relacionarse con la obra de los impresionistas, que habían trabajado en los mismos lugares que Rico.
La Puerta Guillaume en Chartres
1876. Óleo sobre lienzo, 42 x 71 cm.
Madrid, colección particular.
En 1876 el artista se desplazó a Chartres, donde, como en España, prefirió pintar la ciudad desde afuera de la muralla, para poder así incluir un entorno natural. El conjunto arquitectónico, que centra la Puerta Guillaume y que enmarcan los altos álamos, está precedido por un camino de amplia perspectiva, pintado desde un punto de vista muy bajo. Al recuerdo de Camille Corot (1796-1875) en las suaves entonaciones en blancos, grises y ocres claros, Rico añade su minuciosa pincelada y el acabado dibujo.
La Corniche
1881. Óleo sobre lienzo, 42,9 x 74 cm.
Minnesota, Collection of the Tweed Museum of Art,
University of Minnesota, Duluth, Gift of Howard Lyon.
En la primavera de 1881, Rico viajó a la Costa Azul, que poco después comenzó a ser concurrida por otros artistas. Esta obra, para la que realizó numerosos dibujos preparatorios, está influida por su trabajo en Venecia, al disponer las embarcaciones en diferentes términos de profundidad sobre las aguas en calma, y emplear una pincelada corta, rápida y suelta para algunos reflejos. Las arquitecturas blancas resaltan entre el verde de la vegetación y el fondo descarnado de las rocas.
Vista de París desde el Trocadéro
1883. Óleo sobre lienzo, 79 x 160 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado. Legado Marquesa de Manzanedo.
Esta vista, encargo de la II marquesa de Manzanedo, es bastante fiel a la realidad en la descripción de los edificios, salvo en la ubicación de los puentes. El gusto por lo decorativo se aprecia en el mirador, con la balaustrada, y en el tratamiento de las flores, en cuya disposición sobre el azul del río es visible la influencia japonesa. Las sombras coloreadas y los reflejos de las barcas son recursos impresionistas, si bien la concepción pictórica de Rico es diferente.
La riva degli Schiavoni en Venecia
1873. Óleo sobre lienzo, 42 x 72 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado. Legado Ramón de Errazu.
Esta obra, una de las primeras realizadas por Rico en Venecia, muestra su preferencia inicial por las vistas frontales, siguiendo el ejemplo de los vedutistas del siglo XVIII. A pesar de la riqueza de los detalles, que animan la obra y buscan transmitir una sensación de actividad y movimiento, el pintor se tomó algunas licencias, al suprimir el edificio de la cárcel y algunos elementos del Palacio Ducal. Para captar las nuevas calidades cromáticas y materiales, amplió también los colores de su paleta.
Venecia
1873 o 1874. Óleo sobre lienzo, 57,2 x 102,2 cm.
Filadelfia, Drexel University, The Drexel Collection.
De las vistas panorámicas que Rico pintó durante su primera época en Venecia, esta es la de mayor amplitud. En ella destaca, por inusual en su obra, la presencia de grandes barcos veleros. La estrechez de la franja de arquitecturas y la elección de un horizonte bajo le permiten estudiar los fenómenos atmosféricos y demostrar así su conocimiento de la tradición pictórica holandesa.
Venecia. La entrada al Gran Canal
1877. Óleo sobre lienzo, 42,4 x 71,7 cm.
Filadelfia, The Pennsylvania Academy of the Fine Arts, gift of Caroline Gibson Taitt.
Tras sus primeras estancias en Venecia, Rico buscó nuevos motivos y puntos de vista. Para ello se valió de los embarcaderos, donde representó con precisión las góndolas. La fina captación de la luz de un mediodía estival le llevó a colorear suavemente en rosa la parte inferior del cielo, sobre el que se recortan los edificios, entre los que destaca la piazzetta de San Marcos a la derecha. Su sutil colorido rosado y malva anima la obra junto a los reflejos, más movidos que
en otros cuadros.
Un canal en Venecia
1879. Óleo sobre lienzo, 50,2 x 67,9 cm.
Nueva York, The Metropolitan Museum of Art,
87.15.57. Legado de Catharine Lorillard Wolfe,
1887.
A finales de la década de 1870, Rico comenzó a pintar los palacios venecianos, cuya monumentalidad se acentúa aquí al aumentar la anchura del pequeño canal al que da el palacio Soranzo Van Axel. Este fue pintado con exactitud, mientras que en el resto de edificios incorporó o modificó diferentes elementos. Entre ellos destaca la fuente con putti, que contribuye a crear un espacio recogido y bello muy del gusto del pintor, quien representó a menudo jardines junto a los palacios.
Patio del palacio de los Dux de Venecia
1883. Óleo sobre lienzo, 141 x 81 cm.
Colección Santander.
La elección del patio del Palacio Ducal como motivo y el formato estrecho y vertical resultan singulares en el conjunto de las vistas venecianas de Rico, cuya captación de la luz evolucionó a una mayor claridad y brillantez hacia 1880. La escultura y los elementos decorativos, estudiados en numerosos dibujos, contribuyen a la monumentalidad del escenario arquitectónico. Las pequeñas figuras, en cambio, lo convierten en un espacio vivido por el hombre.
En esta vista del Gran Canal desde el palacio Dario, en la que se suprimen los edificios más emblemáticos de la Riva degli Schiavoni, destaca en primer término la terraza abalaustrada. Como la Vista de París desde el Trocadéro, evidencia el interés por lo decorativo manifestado en estos años por Rico, quien se recreó en la descripción de las embarcaciones, de los pali o postes de atraque y de los edificios, buscando así el deleite del espectador y recreando una Venecia sorprendente, en parte imaginada.
Vista del Gran Canal, Venecia
1884. Óleo sobre lienzo, 60 x 97 cm.
Colección particular.
En esta vista del Gran Canal desde el palacio Dario, en la que se suprimen los edificios más emblemáticos de la Riva degli Schiavoni, destaca en primer término la terraza abalaustrada. Como la Vista de París desde el Trocadéro, evidencia el interés por lo decorativo manifestado en estos años por Rico, quien se recreó en la descripción de las embarcaciones, de los pali o postes de atraque y de los edificios, buscando así el deleite del espectador y recreando una Venecia sorprendente, en parte imaginada.
La Laguna
1885. Óleo sobre lienzo, 45 x 90 cm.
San Sebastián, Museo de San Telmo. Donostia kultura. Legado Luis de Errazu y Rubio de Tejada.
Desde mediados de la década de 1885, Rico buscó inspiración en lugares de las inmediaciones de Venecia, como la isla de Murano. Desde sus primeras estancias en la ciudad, trabajó a menudo en composiciones ocupadas en su mayor parte por el cielo y el mar. En este caso los reflejos aparecen captados con toques anchos y seguros, mientras que para los árboles y edificios eligió una pincelada más difusa y menos marcada, acentuando así su lejanía, también patente por el colorido suave.
El Adigio, paisaje
1886. Óleo sobre lienzo, 46 x 80 cm.
Colección particular.
En 1886, Martín Rico visitó Verona, donde mostró un especial interés por el curso de agua del Adigio, que aquí comparte protagonismo con la arquitectura. Las tonalidades sobrias son avivadas por pequeños toques de blanco y por los tonos dorados, mientras que la diversidad de pinceladas muestra la diferente condición de las superficies representadas.
Vista del palacio Franchetti y del palacio Barbaro en el Gran Canal
1894. Óleo sobre lienzo, 81,3 x 130, 8 cm.
Colección particular, Estados Unidos, cortesía Mac_Connal-Mason Gallery, Londres.
Fiel a la libertad con que afrontó sus composiciones, Rico eliminó el puente de hierro e incorporó algunas chimeneas venecianas, una terraza y una cúpula sobre el palacio Franchetti, que se dispone en el centro. A la derecha, el palacio Barbaro aparece con gran animación
a través de las figuras de los balcones, las jaulas o
los toldos. Junto con las posturas de los
gondoleros, el movimiento de las telas otorga gran dinamismo al conjunto.
Iglesia de la Salute y la Dogana
1900. Óleo sobre lienzo, 65,5 x 101 cm
Colección privada, cortesía de Phidias Antiques, Reggio Emilia (Italia).
En sus últimos años, Santa Maria della Salute y la Dogana (Aduana) del Mar centraron muchas de las obras de Rico, que había adquirido su residencia muy cerca. La disposición lateral del pórtico de la iglesia le permitió estudiar la rica plasticidad de sus esculturas y de los elementos arquitectónicos, cuyas sombras, producidas por la luz del atardecer, resaltan los volúmenes.
Santa Maria della Salute, Venecia
1902. Óleo sobre lienzo, 124,5 x 83,8 cm.
Colección particular.
Santa Maria della Salute, una de las obras fundamentales del periodo final de Rico, presenta un punto de vista alto, habitual en su obra desde
1896. El pintor reúne todos los
motivos que le habían interesado durante las tres décadas de trabajo
en Venecia: la riqueza monumental, los motivos góticos que aparecen en la abadía de San Gregorio a la derecha y el Gran Canal, que proporciona al cuadro la atmósfera veneciana característica y que le sirve para estudiar los reflejos a través de una pincelada moteada.
Un canal en Venecia
1906. Óleo sobre lienzo, 35,2 x 22,5 cm.
Nueva York, The Brooklyn Museum of Art (13.33)
Obsequio de Mrs. Carroll H. de Silver en memoria
de su marido.
En las pequeñas tablas y lienzos realizados en Venecia, Rico mostró su predilección por una pintura de gran delicadeza y cuidada ejecución. Frente a la iglesia de San Vidal, cuyo campanile sustituye el artista por el de Santa Fosca, aparecen
una de sus características damas con chal
rojo, dos niños bañando a un perro y un clérigo que repite en otros cuadros. Los
reflejos presentan la pincelada propia de esta etapa final.
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