Inesperada noche de tensión en San Juan. La céntrica parroquia cacereña estaba ayer más repleta que otras veces en la misa dominical. A quienes acudían a cumplir con el precepto semanal se sumaban otros muchos. Fueron por otra razón. Por la misa, sí, pero en este caso por ser la de los nueve días del fallecimiento de alguien conocido y apreciado en la barriada de Colón. Alfonso Caballero, cuya familia ha regentado la frutería del número 7 durante más de 50 años, murió tras sufrir un infarto el pasado día 7. Anoche, a las 19.30 horas, familiares y amigos acudieron a San Juan. Días antes habían encargado la misa al sacerdote. Sin embargo, la sorpresa que se llevaron fue mayúscula. La actuación, para ellos inesperada, de un coro rociero convirtió la celebración «en una pesadilla», reconoció su propio hijo, Víctor. Y decidieron irse.
No fueron los únicos que se marcharon. Antes de las ocho, los alrededores de San Juan empezaron a llenarse de gente. Malas caras en unos casos, seriedad en otros. En la mayoría de ellos, contenida indignación.
«Voy a denunciarlo ante el Obispado. Es una vergüenza. Vengo a la misa por mi marido y me encuentro con cantos por alegría. Con las guitarras sonando a todo volumen. El cura se ha reído de nosotros», se quejaba visiblemente emocionada Juani Pérez, la viuda. Y añadía: «Pienso denunciarlo ante el obispo. Esto no puede quedar así. Para cobrar la misa el cura no puso inconvenientes». Feligreses de San Juan también optaron por marcharse mientras el coro rociero Nayela prolongaba su actuación, incluida dentro del Quinario a María Santísima. Don Baltasar, el cura, intentó quitar hierro a lo ocurrido. «No ha habido más que esa coincidencia. El coro lo trae la cofradía de los Ramos. No pensé que les molestaría», reseñó. Tanto los miembros de la propia cofradía como los integrantes del grupo lamentaron la situación creada. «Lo lógico hubiese sido cantar otro día, no hoy. Pido perdón a la familia», admitía uno de los responsables de Nayela.
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