La Policía llevaba dos años investigando la existencia de esta presunta red de prostitución de menores en Plasencia
El relato de dos menores saca a la luz una supuesta red de prostitución que aún se investiga
N I el hombre detenido el martes de la semana pasada en Plasencia por presunta prostitución de menores, ni algunas de las menores a las que presuntamente prostituía son desconocidos para la policía de Plasencia. El primero, un joven rumano de 27 años, acumula antecedentes penales desde 2004 por infracción de la ley de extranjería, estancia ilegal y conducción sin permiso. Dos de las segundas, de 14 y 16 años y de su misma nacionalidad, ya habían sido identificadas al menos una vez a finales de 2011. Fue por captar clientes en la zona centro de la ciudad del Jerte con el objetivo de llevarles hasta algún domicilio de la ciudad, en el que mientras se producían intercambios sexuales económicamente pactados con ellas otras menores se dedicaban a vaciarles la cartera.
La mujer del detenido ha contado a sus vecinos de El Salvador, un barrio que se encuentra en pleno corazón urbano, que a su marido se lo han llevado a la cárcel por conducir sin carné, aunque la verdad es que por un delito de ese tipo los jueces no suelen decretar prisión sin fianza. La pareja y sus dos niñas de 6 y 8 años residen en la misma casa desde hace tres, pagan el alquiler a tiempo y hacían una vida aparentemente normal. Ella se dedica a cuidar a una señora, pero a él no se le conocía realmente oficio y lo único que llamaba la atención en el entorno es que cada dos por tres unas cuantas adolescentes se ponían a llamarle a voces desde la calle y él bajaba.
«¿Para qué vienen a llamarte tanto?», se atrevió a preguntarle en alguna ocasión alguno de sus convecinos, aunque por respuesta no recibió más que el silencio.
Ahora, aunque se hacen cruces y no se atreven a creer que pueda ser un posible proxeneta y menos todavía de menores, sí que los hay que empiezan a hilvanar y van montando un puzzle que más o menos les empieza a cuadrar.
Las chicas que tanto iban a buscarle bien podían ser las menores rumanas, sobrinas segundas del detenido, introducidas en la supuesta red de prostitución desde hace al menos dos años. Es el tiempo que las fuerzas de seguridad llevan investigando esta red de prostitución.
Los agentes sociales lograron que las menores fueran escolarizadas el curso pasado en un colegio de la ciudad, aunque solamente una de ellas aguantó hasta final de curso. Vivían en el centro de menores de Valcorchero que la Junta de Extremadura tiene frente al Hospital Virgen del Puerto, desde el que fueron trasladadas hasta el de Caminomorisco con el fin de alejarlas algo del entorno en el que se veían envueltas.
Dos jovencitas que cuando estaban en Plasencia se movían habitualmente por la zona de la Plaza Medina, a pocos pasos de la casa del detenido y permanentemente enganchadas a su teléfono móvil. Solían sentarse en unas escaleras de la calle La Cerca, donde se encuentra uno de los pisos en los que se habrían producido últimamente algunos encuentros sexuales.
Dos menores a las que la miseria de la vida ha espabilado demasiado pronto, abocándolas hacia esta sórdida trama desde que eran más pequeñas todavía. Si ahora tienen 14 y 16 años, cuando en noviembre de 2011 la Policía confirmó que un tío suyo las estaba prostituyendo tenían 13 y 15.
«No parecían rumanas»
«No parecían rumanas», dicen algunos residentes de la zona. «No eran las típicas que van con falda larga y pañuelo en el pelo, para nada. Iban con minifalda y top, como cualquier chica de su edad y hablaban un perfecto castellano. Lo que las diferenciaba era su forma de actuar, se las veía demasiado sueltas y eran capaces de ponerte en un compromiso en un momento dado», cuenta un hombre que suele pasar por la plaza de Medina para ir a su trabajo y que antes de conocerse esta historia pensó que, a fin de cuentas, estarían haciendo gala de un comportamiento propio de esa edad en el medio limbo en el que no se es ni niña ni mujer.
Ese lugar tan popular de la Plasencia de siempre por el que se movían las niñas, la Plaza de Medina, también conocida como Rincón de Ovejero, ha sido el centro de operaciones de una banda que todavía no se ha desarticulado del todo. En ella se juntan habitualmente rumanos de distintas edades, aunque desde que se detuvo a uno de ellos y saltó a la luz pública toda esta historia la semana pasada, parece que se los ha tragado la tierra.
«Lo dejaban todo lleno de basura y muchas veces venían con coches que enseñaban a sus clientes, porque una de las cosas a la que se dedican es a la compraventa de automóviles. De hecho, más de una vez han salido de aquí conduciendo a mil por hora, haciendo derrapes y todo y no hemos podido por menos que llevarnos las manos a la cabeza, porque si llega a haber alguien en esos momentos en la calle se lo llevan por delante sin remedio», afirma un vecino.
Hace días, sin embargo, que no paran por allí. Tampoco está como era habitual el coche en el que solía moverse el detenido, un BMW de color oscuro que supuestamente compartía con otro compatriota, con el que presuntamente habría obligado a una menor a tener relaciones porque si no era así, el segundo se negaba a venderlo. La elegida como moneda de cambio no fue en este caso ninguna de sus dos sobrinas, sino una de las dos españolas que el día 26 de julio se vinieron desde Caminomorisco a Plasencia con ellas, otras dos niñas de 15 y 16 años que acaban de vivir los peores días de su corta vida.
Todo comenzó un jueves fatídico en el que decidieron cambiar de aires, pensando que lo pasarían bien. Para nada fue así, sino todo lo contrario. El viaje se convirtió en una siniestra aventura que incluyó abusos sexuales de todo tipo por parte de adultos que no tuvieron inconveniente en atraparlas dentro y fuera de casa.
Según el relato que hizo a la policía una de ellas, una de las agresiones tuvo lugar en la plaza de Torre Lucía, entre arbustos primero y después en un banco nada más empezar la madrugada. La víctima debió sentirse absolutamente en la nada en mitad de un lugar que está lleno de viviendas en las que sin embargo no se escucharon sus gritos. Las ventanas cerradas para no dejar escapar el aire acondicionado o cerradas porque los inquilinos andan en otro lado de vacaciones, no permitieron ni ver ni oír cómo primero el detenido y luego otro hombre que se hizo pasar por policía secreta hicieron con ella exactamente lo que les dio la gana.
Catorce días duró la pesadilla de esta muchacha, a la que sacó de esta vorágine un policía nacional que el día 9 de agosto pasó por la calle La Cerca, la del piso de los encuentros sexuales que se encuentra a pocos pasos del domicilio del rumano detenido. La recogió, la llevó a la comisaría y allí empezó su triste relato. Le angustiaba no saber dónde estaban las otras chicas, aunque por suerte tan solo un día después la otra española consiguió escapar del círculo en el que también se había visto metida y pagarse el billete de autobús hasta su pueblo para poner una denuncia ante la Guardia Civil.
Habían venido hasta Plasencia con las dos rumanas, de las que eran compañeras en Caminomorisco. A una de ellas la encontraron los funcionarios de la comisaría placentina el miércoles de la semana pasada, día 22 de agosto, en la casa del otro detenido en esta operación.
Se trata de un hombre de 58 años, español, que vive también a pocos pasos del piso de La Cerca, en el que tendrían lugar los intercambios sexuales y de la casa del rumano detenido.
Antecedentes
Tiene antecedentes por homicidio doloso y falta contra las personas y ahora se le considera también penalmente responsable de cuatro delitos de inducción a menores para que abandonasen el domicilio, ya que se habría desplazado a recoger a las chicas a la localidad hurdana. Una vez en Plasencia, les habría dado cobijo en su casa de la Ronda del Salvador, que es donde el mismo día que se le detenía se localizó también a una de las rumanas.
Se encuentra por ello en libertad provisional, con la obligación de presentarse en el juzgado periódicamente y siempre que se le requiera. Tiene además que comunicar cualquier cambio de domicilio.
A su casa no le quitaban ojo los investigadores que siguen trabajando en este caso y cuentan los vecinos que venían incluso vestidos con uniforme durante los últimos tres meses.
Tras esta última detención faltaba sin embargo por encontrar a la otra extranjera y hubo que esperar hasta una semana más a poder hacerlo. Fue finalmente posible el miércoles de esta misma semana, en un locutorio de la calle Trujillo, un lugar frecuentado por extranjeros de la ciudad.
No se cierra con esta localización esta triste noticia del verano extremeño, la de la existencia de esta supuesta red de prostitución de menores. Aún queda pendiente encontrar al menos a otros cinco hombres que las chicas han identificado en distintas ruedas de reconocimiento policial como los que las hicieron daño. Han coincidido en señalarles con el dedo las dos españolas, porque al menos una de las rumanas prefirió no decir nada a la policía ni al juez.
«Se las ve muy espabiladas, demasiado para su edad», insisten los vecinos.
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