Cada mañana, 7.000 millones de habitantes en le planeta Tierra se levantan, se visten y se van a sus escuelas, a sus trabajos o a sus compras. ¿Qué tienen en común? Zapatos y vestidos. Pero no todos tienen automóviles. No todos tienen relojes. Ni todos tienen gafas. ¿Algo más? Móviles. Eso sí lo tienen. La inmensa mayoría usa el móvil desde una edad muy temprana.
El año pasado se vendieron 1.700 millones de teléfonos móviles. Este año podría acercarse a los 2.000 millones. Pero claro, hay tan pocos fabricantes que hasta para el más pequeño es un gran negocio.
Y dentro del gran negocio de los móviles, hay un super negocio: el de los teléfonos inteligentes. Ya saben, pantallas grandes y táctiles, conexión 3G y wi-fi, servicio de datos, agenda, localizadores, gps, mapas, cámara de fotos, navegador, y capaz de albergar aplicaciones para cualquier cosa.
En ese terreno están compitiendo sobre todo dos fabricantes Apple y Samsung. Tener un iPhone 4 o un Samsung Galaxy III es lo más parecido a tener un ordenador en el bolsillo. El lanzamiento de sus novedades crea tal expectación que se ha convertido en un fenómeno de masas.
Un mercado inteligente
Según la empresa de estudios de mercados IDC, el mercado de los teléfonos inteligentes creció un 42% en el segundo trimestre de este año, mientras que el mercado mundial de móviles apenas un 1%.
La lucha por morder más en los teléfonos inteligentes explica los pleitos de Apple y Samsung.
La empresa coreana tiene el 32% del mercado de los smartphones. Apple, menos de la mitad. El éxito de Samsung se ha debido, según los expertos a varias razones: tiene mayor oferta de modelos, y sobre todo, ha penetrado en China con más fuerza. Pero también hay que reconocer que Samsung ha copiado los adelantos de Apple y los ha aplicado con mucha rapidez.
Demandas mundiales
La guerra entre ambas seguirá dando muchas portadas a la prensa. Se han demandado mutuamente en todos los continentes y el partido va así: Apple ha ganado en EEUU al conseguir que la justicia multe con 1.000 millones de dólares a Samsung por copiarle patentes.
Ambas quedaron en tablas en Corea del Sur, al imponérseles un juez multas pequeñas por copiarse tecnologías.
Se puede discutir quién tiene razón o quién copia a quién. Pero como usuarios, los mortales nos beneficiamos de varias cosas: si no fuera por esa pelea, no disfrutaríamos de tantas novedades tecnológicas en tan poco tiempo. Si no fuera por esa pelea, nuestros teléfonos no tendrían tantas aplicaciones. Si no fuera por esa pelea, el mercado de las tabletas no habría evolucionado tan rápidamente. Y si no fuera por ella, los precios en origen serían más altos.
Los teléfonos inteligentes hacen los negocios más eficaces. Nos ayudan a disponer de más información útil como la temperatura exterior, los kilómetros de un trayecto, el rendimiento deportivo. Con ellos perdemos menos tiempo y dinero. Nos facilitan las compras, la diversión, el entretenimiento, nos permiten leer periódicos digitales, y hasta han abaratado, gracias a las aplicaciones, los mensajes y las llamadas.
¿Y los coches? ¿No han traído esas innovaciones? Sí, claro. Pero no todo el mundo tiene un coche. Pero casi todo el mundo tiene un móvil. Y en los países desarrollados, es un móvil inteligente.
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