Vega, Sandra y Ana estudiaron en universidades distintas, nunca coincidieron en una clase, y sus ramas de especialización poco tienen que ver pero hay un aspecto que une a las tres: pueden convertirse en las últimas representantes de una especie en peligro de extinción, lasestudiantes de carreras minoritarias.
Y es que, los títulos universitarios con pocos alumnos están en el punto de mira del ministerio de Educación. De este modo, grados como Filología hebrea, portuguesa o italiana, estadística, geología o ingeniería agrónoma tienen sus días contados a no ser que consigan aumentar su demanda. Un hecho que se presenta complicado si tenemos en cuenta que por ejemplo en 2008, según datos del ministerio de Educación, entre filología hebrea, portuguesa, románica, eslava e italiana no llegaron a alcanzar los 150 nuevos estudiantes en toda España.
Y es que, los títulos universitarios con pocos alumnos están en el punto de mira del ministerio de Educación. De este modo, grados como Filología hebrea, portuguesa o italiana, estadística, geología o ingeniería agrónoma tienen sus días contados a no ser que consigan aumentar su demanda. Un hecho que se presenta complicado si tenemos en cuenta que por ejemplo en 2008, según datos del ministerio de Educación, entre filología hebrea, portuguesa, románica, eslava e italiana no llegaron a alcanzar los 150 nuevos estudiantes en toda España.
La idea del ministerio que dirige José Ignacio Wert plantea suprimir los Grados que cuenten con menos de 50 alumnos de nuevo ingreso y evitar así las duplicidades de titulaciones entre los distintos campus universitarios, sin embargo muchos de ellos no alcanzan esa cifra ni uniendo a todos los estudiantes del país de la misma especialidad en una sola universidad.
Así, las filologías son el área con menor demanda por nuevos alumnos en todas las universidades, seguidas por Humanidades, Historia, Historia del Arte, Geografía y Ordenación del Territorio.
El hecho se traduce en clases extremadamente minoritarias: "en el primer ciclo estábamos en común con los Filología Árabe y éramos unos cuantos", explica Vega García, licenciada en filología hebrea, "pero en tercero quedamos tres y en cuarto éramos solo dos, mi compañera y yo. Eran como clases particulares", afirma sonriente.
"Yo estudié estadística en la Universidad de Valladolid de 2003 a 2008, entramos 15 alumnos el primer año y en los últimos cursos éramos seis o siete", afirma Sandra Barragan y lamenta "ahora es uno de los muchos grados que están en la cuerda floja por no llegar al mínimo de alumnos".
Para la joven estadista supone un gran error la eliminación de este tipo de grados: "Realmente hace falta gente con estos conocimientos en la sociedad y será mejor tener a siete que salen cada año que a nadie", afirma.
Ana Rodríguez estudió Filología Románica en la Universidad Complutense y después cursó Teoría de la Literatura. La clase más numerosa en la que estuvo era de 15 personas, acabaron diez.
Las cifra no sorprende si tenemos en cuenta que en 2008 de las 127 plazas disponibles en toda España solamente 21 alumnos mostraron interés por la titulación. "Es complicado defenderla, puesto que lleva años retrocediendo en presencia y tiene más sentido como especialidad de segundo ciclo o como máster que como carrera en sí, pues es mucho más competente si se tiene un bagaje previo", afirma Ana.
No obstante lamenta que las filologías sean unas de "las grandes perjudicadas en las decisiones del PP" y remacha: "la filología, la lengua, es cultura y la cultura es la riqueza desconocida del país, porque recoge una buena parte de nuestra historia, de lo que somos, y nos representa".
Pese a la baja demanda de estudiantes que puedan tener estas titulaciones, el mercado no siempre actúa de forma paralela, así Ana admite que fue en parte esa cultura que había adquirido a lo largo de la Universidad la que le permitió en el mundo de las redes sociales y los blogs. "A priori, soy un bicho raro en el sector y, a diferencia de las técnicas, una carrera no siempre es determinante a la hora de colocarse aunque un filólogo conoce la lengua y sabe usarla como instrumento de persuasión".
Vera, tras la carrera de Filología hebrea decidió hacer el doctorado y trabaja además en un área relacionada con su formación por lo que la joven asegura que no tiene ningún motivo para quejarse. Lo mismo le ocurre a Cristina Lozano, ella estudió Traducción e Interpretación en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. "En tercero y cuartoéramos sólo cuatro alumnos, los mismos que nos licenciamos. No me quejo para nada porque la formación recibida fue inmejorable y hoy en día trabajo como Traductora e Intérprete y profesora de alemán e inglés", explica.
Todas estas jóvenes son sólo un ejemplo extremo de la problemática de la adaptación entre oferta y demanda de las universidades en nuestro país. Y es que, en el curso 2011-2012, según el INE, se matricularon 1.455.885 repartidos en 2.413 grados universitarios de 79 universidades, 50 de ellas públicas.
Según un estudio de la Fundación BBVA en colaboración con el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas el 29 por ciento de las titulaciones tiene menos de 40 estudiantes de nuevo ingreso. Sin embargo, en Ciencias de la Salud, el 74,3% de las titulaciones tiene un problema de exceso de demanda: hay más aspirantes que plazas. Al 51% de las carreras técnicas (ingenierías) le ocurre lo mismo.
Así, las filologías son el área con menor demanda por nuevos alumnos en todas las universidades, seguidas por Humanidades, Historia, Historia del Arte, Geografía y Ordenación del Territorio.
El hecho se traduce en clases extremadamente minoritarias: "en el primer ciclo estábamos en común con los Filología Árabe y éramos unos cuantos", explica Vega García, licenciada en filología hebrea, "pero en tercero quedamos tres y en cuarto éramos solo dos, mi compañera y yo. Eran como clases particulares", afirma sonriente.
"Yo estudié estadística en la Universidad de Valladolid de 2003 a 2008, entramos 15 alumnos el primer año y en los últimos cursos éramos seis o siete", afirma Sandra Barragan y lamenta "ahora es uno de los muchos grados que están en la cuerda floja por no llegar al mínimo de alumnos".
Para la joven estadista supone un gran error la eliminación de este tipo de grados: "Realmente hace falta gente con estos conocimientos en la sociedad y será mejor tener a siete que salen cada año que a nadie", afirma.
Ana Rodríguez estudió Filología Románica en la Universidad Complutense y después cursó Teoría de la Literatura. La clase más numerosa en la que estuvo era de 15 personas, acabaron diez.
Las cifra no sorprende si tenemos en cuenta que en 2008 de las 127 plazas disponibles en toda España solamente 21 alumnos mostraron interés por la titulación. "Es complicado defenderla, puesto que lleva años retrocediendo en presencia y tiene más sentido como especialidad de segundo ciclo o como máster que como carrera en sí, pues es mucho más competente si se tiene un bagaje previo", afirma Ana.
No obstante lamenta que las filologías sean unas de "las grandes perjudicadas en las decisiones del PP" y remacha: "la filología, la lengua, es cultura y la cultura es la riqueza desconocida del país, porque recoge una buena parte de nuestra historia, de lo que somos, y nos representa".
Pese a la baja demanda de estudiantes que puedan tener estas titulaciones, el mercado no siempre actúa de forma paralela, así Ana admite que fue en parte esa cultura que había adquirido a lo largo de la Universidad la que le permitió en el mundo de las redes sociales y los blogs. "A priori, soy un bicho raro en el sector y, a diferencia de las técnicas, una carrera no siempre es determinante a la hora de colocarse aunque un filólogo conoce la lengua y sabe usarla como instrumento de persuasión".
Vera, tras la carrera de Filología hebrea decidió hacer el doctorado y trabaja además en un área relacionada con su formación por lo que la joven asegura que no tiene ningún motivo para quejarse. Lo mismo le ocurre a Cristina Lozano, ella estudió Traducción e Interpretación en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. "En tercero y cuartoéramos sólo cuatro alumnos, los mismos que nos licenciamos. No me quejo para nada porque la formación recibida fue inmejorable y hoy en día trabajo como Traductora e Intérprete y profesora de alemán e inglés", explica.
Todas estas jóvenes son sólo un ejemplo extremo de la problemática de la adaptación entre oferta y demanda de las universidades en nuestro país. Y es que, en el curso 2011-2012, según el INE, se matricularon 1.455.885 repartidos en 2.413 grados universitarios de 79 universidades, 50 de ellas públicas.
Según un estudio de la Fundación BBVA en colaboración con el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas el 29 por ciento de las titulaciones tiene menos de 40 estudiantes de nuevo ingreso. Sin embargo, en Ciencias de la Salud, el 74,3% de las titulaciones tiene un problema de exceso de demanda: hay más aspirantes que plazas. Al 51% de las carreras técnicas (ingenierías) le ocurre lo mismo.
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