Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó.
¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó.
Quejoso de mi fortuna yo en este mundo vivía, y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna de suerte más importuna? Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido, hallo que las penas mías, para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.
¿habrá otra persona alguna de suerte más importuna? Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido, hallo que las penas mías, para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.
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