22 DE JUNIO
SAN PAULINO DE NOLA 353-431
Poncio Meropio Paulino, de familia opulenta y noble, nació en Burdeos hacia el año 353. Tenia que ser por su cuna un gran señor, y por su talento, como ya adivinó su maestro Ausonio, el último de los grandes poetas paganos de la antigüedad, un brillante poeta.
Estudia, viaja, escribe versos que le valen el aplauso de Ausonio mientras vive en una fe cristiana no demasiado exigente aún; es senador y cónsul en Roma, luego gobernador de la Campania, y allí descubre, en Nola, el sepulcro de san Félix y la vida ejemplar de este santo.
Casado con una española, Teresa (por quien se llamará así Teresa de Jesús), hacia el 390 es bautizado - hasta entonces sólo era catecúmeno - y una serie de graves conflictos empuja al matrimonio a instalarse en España.
Los esposos guardan castidad perfecta, venden todos sus bienes para socorrer a los pobres, y la vida que llevan en Barcelona parece tan admirable a las gentes (aunque Ausonio le escriba que es una locura) que en la Navidad del 394 el pueblo barcelonés le aclama como sacerdote y es ordenado.
Como propietario junto con su esposa de tierras que se repartían entre Aquitania, España y la Italia meridional, era inmensamente rico. Por lo mismo, causó sensación cuando empezó a liquidar sus bienes para entregarlos a los pobres: «Con todos mis bienes terrenos escribe compraba la esperanza del cielo». Desembarazado de la parte más cuantiosa de su fortuna, vivió en su hogar desde entonces una vida casi monástica.
La muerte de su único hijo, al poco de nacer, contribuyó aún más a la ruptura de Paulino y Teresa con el mundo. Se retiraron en un principio a España y luego a Nola de Campania.
Martín de Tours, Ambrosio, Jerónimo y Agustín le alientan por aquel camino, y en Nola, junto a la tumba de su admirado san Félix, se dedicará a la vida monástica, sin apenas variación cuando en el 409 es elegido obispo de la ciudad. Paulino, gran señor de su espíritu, ha dejado también treinta y cinco bellos poemas, en uno de los cuales resume su afán de no darse por satisfecho con lo que el mundo juzgaba ya inmejorable: «Cristo, sacia mi sed de tus fuentes altísimas»
Durante veintidós años, el antiguo cónsul convertido en pastor, gobernaría a su pueblo con cariñosa bondad y daría testimonio de una gran fortaleza ante los bárbaros que habían invadido Italia. Teresa no desapareció de la vida de Paulino al pasar éste a ser obispo. Continuó dirigiendo su casa y con frecuencia los corresponsales del obispo le mandaban a éste saludos para ella. San Paulino murió el 431.
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