40-El Manto
Hubo una vez una madre que tenía un niño de siete años, quien era tan tierno y bondadoso que todo aquél que lo conocía, no podía dejar de amarlo, y ella lo adoraba sobre todas las cosas del mundo.
Y sucedió que repentinamente él se enfermó, y Dios lo llamó a su lado, y desde entonces su madre no encontró consuelo y lloraba por él día y noche. Pero poco después de que el niño había sido sepultado, aparecía por las noches en los sitios que él acostumbraba jugar y estar cuando vivió, y si su madre lloraba, él también lloraba, y al llegar el amanecer, él desaparecía.
Y como la madre no dejaba de llorar, él llegó una noche envuelto en su manto blanco con el que había sido enterrado, y con una corona de flores sobre su cabeza, y se sentó en la cama a los pies de su madre y le dijo:
-"Oh madre, por favor deja de llorar, o nunca podré llegar felizmente al reino de Dios, pues mi manto no se seca a causa de tus muchas lágrimas, que caen sobre él."-
La madre se atemorizó cuando escuchó aquello, y ya no lloró más.
A la noche siguiente el niño vino de nuevo, y sostenía una pequeña luz en mano y le dijo:
-"Mira, mamá, mi manto ya está seco y ahora puedo partir felizmente a la casa de Dios."-
Entonces la madre entregó su dolor en las manos de Dios, y tuvo tranquilidad y paciencia, y el niño ya no volvió más, quien ahora estaba feliz en su nuevo hogar celestial.
Enseñanza:
Ante lo que es imposible de cambiar, lo mejor es la comprensión, la amorosa resignación y la aceptación de la voluntad Divina.
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