Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que estaba hambrienta cayó sobre las zarzas, se llevó a los zorruelos, y entonces ella y sus crías se regozijaron con un banquete.
Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse, que saber de la muerte de sus pequeños.
¿Cómo podría ella, siendo un animal terrestre, sin poder volar, perseguir a uno que vuela?
Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lejos a su ahora enemiga.
Mas no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición contra la amistad. Se encontraban en el campo unos pastores sacrificando una cabra; cayó el águila sobre ella y se llevó una víscera que aún conservaba fuego, colocándola en su nido. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas, ardiendo también sus pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, los cuales se vinieron al suelo. Corrió entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los aguiluchos ante los ojos de su enemiga.
Moraleja:
Nunca traiciones la amistad sincera, pues si lo hicieras, tarde o temprano del cielo llegará el castigo.
Reflexión de actualidad:
Cuando dos personas se comprometen a mantenerse unidas en cualquier clase de actividad, es muy despreciable si una de ellas se vale de la ausencia o descuido de la otra para traicionar el compromiso adquirido.
Existe una vieja comparación o parábola que dice que vivimos entre montañas con gran poder de eco, y que todo lo que sale de nosotros, nos regresa y aumentado.
Si de nosotros sale el mal, nos retorna el mal y peor. Si de nosotros sale el bien, nos retorna el bien y mucho mejor. Por eso debemos siempre dar el bien para recibir más bienes, y no dar el mal, porque el mal, al retornar aún más grande, nos caerá encima, y nos dañará irremediablemente, sin derecho a lamentarnos.
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