jueves, 11 de septiembre de 2014

"El día que le entregué mi virginidad a mi padre"

"El día que le entregué mi virginidad a mi padre"
En 48 estados de EEUU ya se celebran los bailes de la pureza, un ritual en el que el padre promete ser el guardián de la virginidad de su hija hasta que esta encuentre a un hombre y se case. Él, a cambio, será fiel a su esposa
¿Se puede ganar dinero gracias a la virginidad de una niña? Según Randy Wilson, sí. Fue en 1998, en Colorado Springs (EEUU), cuando se le ocurrió celebrar una ceremonia en la que él y otros padres firmaban un documento en el que prometían 'proteger' la virginidad de sus hijas hasta que estas se casasen. A cambio, los padres se comprometían a ser fieles a sus esposas. Al ritual lo llamó 'Purity ball' (en español se conoce como 'Baile de la pureza'), y desde entonces ha oficiado uno de estos bailes al menos una vez al año.
En su página web, 'Generations of light' ('Generaciones de luz'), explica en qué consisten estas ceremonias que, junto a su familia, organiza para otros padres y sus hijas. En la tienda online, los Wilson venden productos como libros escritos por ellos mismos (en torno a 18 dólares, 90 si deseas el pack explicativo completo), una guía de 40 dólares sobre cómo comportarte si eres mujer, o un LP por cinco dólares de Khrystian Lewis, llamado 'Remember Your Strength' ('Recuerda tu fuerza') y en el que cuenta, según la web, el placer de la cantante de servir a su marido mientras él servía a su país en el ejército.
Como si los progenitores, de un manotazo, arrastrasen toda la inmoralidad e impureza de sus hijas para convertirlas en un diamante, en una princesa. Tamizar sus almas. "Because we cherish our daughters as regal princesses" ("Porque debemos cuidar a nuestras hijas como princesas reales"), es la frase de cabecera de la web de Randy Wilson. La cosificación de la mujer para poder controlarla a través de su sexualidad: «A los niños no se les exige que firmen un pacto con la madre diciendo que van a ser vírgenes hasta el matrimonio, precisamente porque eso va en contra de una masculinidad patriarcalque construye la idea de que los hombres siempre tenemos que estar dispuestos a tener relaciones sexuales», explica José Ignacio Pichardo, doctor en Antropología social y experto en temas de familia y sexualidad. «La virginidad se apoya en que las relaciones sexuales son fuente de contaminación. De ahí que solo se puedan tener dentro de una pareja bendecida por Dios, el matrimonio, donde el fin no es el placer sino la reproducción», añade, por su parte, la antropóloga Maribel Blázquez, especializada en temas de género.

Niñas sexualizadas

La escritora feminista Jessica Valenti escribía en su libro 'The Purity Myth' ('El mito de la pureza') que estas ceremonias lanzan un mensaje claro y directo: la sexualidad de las mujeres, su control, depende de un hombre. Para ella, estos bailes sexualizan a las menores, ya que acuden a una especie de cita con su padre, vestidas de gala (a veces incluso simulando el clásico vestido blanco de boda) y, habitualmente, padre e hija se entregan un anillo para sellar su pacto. «Se está mandando el mensaje a las niñas de que encontrarán un hombre que continúe la tarea de su padre: protector y sustentador de sus vidas», apunta Maribel Blázquez.
Precisamente esta imagen queda reforzada en el proyecto fotográfico de David Magnusson, quien ha retratado estas relaciones familiares desde la cercanía y no desde la crítica, con la naturalidad con la que Diane Arbus capturaba a esos monstruos que la sociedad despreciaba.
La antropóloga experta en mujer y género mantiene que «estas imágenes son las de unas niñas solas con ese hombre-esposo-padre». «Fíjate en los escenarios: desiertos, campos o lugares aislados donde el único contacto con el mundo es a través de esas figuras y donde no habrá más relaciones sociales. Qué mejor que ofrecerles este modelo desde la más tierna infancia para que piensen que él es único, el mejor. Así lo elegirán frente a todo, lo defenderán», añade.
Sin embargo, el autor de las fotografías, David Magnusson, reconoce que cuando escuchó hablar de los bailes de pureza se imaginaba a «padres americanos aterrorizados por cualquier cosa que pudiera dañar a sus hijas o el honor de sus familias». «Pero según aprendía más sobre ellos, entendía que eran como todos los padres, que simplemente quieren proteger a quienes quieren (de la mejor manera que saben hacerlo, claro)», explica.

«Mundo sin valores»

En el documental 'Virgin daughters' ('Hijas vírgenes') se recogen varios testimonios. En uno de ellos, Rachel, de 17 años y la mayor de tres hermanas, cuenta que sus amigas «se mueven en un círculo en el que todo consiste en pasar de un chico a otro». «Para mí es como engañar al que será tu futuro esposo», resume. «Vivimos en un mundo en el que ya no hay valores morales: todo es alcohol, drogas y sexo», comenta el padre de Rachel.
«Esta idea de la virginidad está orientada a que la sexualidad es solo heterosexual y desde ahí se impide que las niñas puedan tener otros deseos y orientaciones. Además, reduce la sexualidad a la genitalidad y al coito vaginal, como si no estuviese formada por todo un conjunto de prácticas diversas», apunta Maribel Blázquez. «El miedo y la culpa son los elementos que sustentan sus creencias, y una vida emocional y sexual construida en base a esos dos sentimientos suele estar condenada al fracaso y a la frustración», apunta la psicóloga Laura Herreros. 
El nuevo héroe de la moral conservadora, Randy Wilson, procura que su actividad pase lo más desapercibida posible. «Si lo llamas 'baile de la pureza', los medios querrán venir, se te echarán encima y no será una noche especial entre un padre y una hija, sino un fiasco. Llámalo de otra forma», revelaba Leslee J. Unruh, la presidenta de la organización estadounidense proabstinencia National Abstinence Clearinghouse.
A pesar de ello, Wilson ha conseguido extender esta costumbre a 48 estados ya. Está lejos de la euforia, del éxito ensordecedor que tanto gusta en EEUU, sí, pero es un negocio que parece crecer gracias a esa creencia de que "estamos en crisis: económica y de valores". Putas y vírgenes, prostitución y castidad: todas las 'impurezas' y 'purezas' de la sexualidad pueden ser monetizadas.

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