domingo, 15 de marzo de 2015

! Bailando !

 “Cheek to cheek” es algo que los jóvenes de hoy no conocen como preliminares de un acto de seducción.
En los bailes de antaño (¡estoy hablando como viejito!),                los jóvenes recorrían el salón en busca de la chica ideal para iniciar
un romance.
 Si ella era localizada en una mesa con los padres,
nuestras piernas temblaban. El amor propio y el reto de los amigos tal vez eran el combustible para tomar coraje, atravesar el salón y llegar a la mesa con la invitación
formal: “¿BAILÁS?”
 El "sí" de ella podía significar que también quería bailar, pues sus ojos ya se habían cruzado en algún momento del baile,
pero podía ser apenas un "sí" formal para no rechazar a un chico audaz. En este último caso, la
regla que la joven aprendió en casa con la madre,  era bailar como máximo tres temas para no significar que había más interés que el de la buena educación.
 Mientras tanto, si “funcionaba"...        ¡ay Dios!
Los bailes se prolongarían durante toda la fiesta y, a la
hora exacta, los rostros se unían y la seducción comenzaba con una charla en el oído.
El acto de seducir se transformaba
en una enciclopedia romántica
en la que valían hasta mentiras ingenuas.


El baile “funk”,
más que una reunión de jóvenes de hoy, la seducción se transformó en agresión sexual... para ambos lados.
 No hay más “mejilla a mejilla”, no más baile, los conjuntos melódicos son apenas buenos recuerdos
y los clubes han cerrado los salones que tenían música suave para los jóvenes.
El beso robado, cuando las luces disminuían de intensidad, era, tal vez, el único en toda la noche. Hoy, las chicas apuestan a quien besa más chicos en
una noche y se vulgarizó  el acto más  sublime de un inicio de conquista.
 no hay ni siquiera una aproximación de personas de sexo diferente. NO “Cheek to cheek” ni aún cuando el DJ pone algo lento para descansar los dedos.
NO SE BAILA MÁS Los requiebros y los empujones substituyeron los pasos cadenciosos.
El barullo acabó con el diálogo. y sin diálogo, no hay seducción.
 Conclusión: Está bien, somos viejos cuando hablamos de “mejilla a mejilla“, pero nadie
puede robar de nuestra memoria un tiempo mágico donde la caballerosidad de una danza nos hacía flotar por salones con personas especiales.
Y quien no bailó una vez en la vida “mejilla a mejilla”, no sabe lo que se perdió.
                                       FIN