sábado, 1 de noviembre de 2014

Amado Silvestre Llorente, un agricultor de casi 102 años

Amado, en su huerta de Barrado. :: emilio llorente
  • Por las mañanas se va tres o cuatro horas a la Fontanilla limítrofe al pueblo, que es su finca preferida, y allí no se va a pasear los menos de cuarenta kilos que pesa, sino que se lo pasa en grande

  • Lo habitual es que las personas nonagenarias necesiten cuidados y se pasen el día viendo la tele. Los pocos centenarios, más de lo mismo, sin embargo, Amado Silvestre Llorente Núñez es una de las excepciones que confirman la regla, ya que tiene jornada 'laboral' reducida y no por la crisis, sino por lujo; él se lo puede permitir a sus 101 años. Por las mañanas se va tres o cuatro horas a la Fontanilla limítrofe al pueblo, que es su finca preferida, y allí no se va a pasear los menos de cuarenta kilos que pesa, sino que se lo pasa en grande. «Este año los tomates no han valido 'pa'ná', se han 'enjarinao', mientras que en la Ardihuela sí los hemos tenido buenos. Aquí también tenemos habas, sembramos varias cainillas y esas sí han dado bien, y los pimientos muy bien; y las patatas de dos clases, las blancas y las colorás, esas se han portado bien», asegura.
    Al lado tiene un cerezo que parece tener algo para sombra y él nos aclara que son patatas con pinchos, «a esas las llaman patatas voladoras, se dan muy bien, cogemos varias calderillas. Las fresas (al lado también) han estado malitas y fíjate las calabaceras qué buenas, los calabacinos pesarán cuarenta o cincuenta kilos nos dice (por tanto más que él). Nosotros seguimos haciendo la matanza y lo que sobra los damos», dice.

    Pero Amado junto a sus labor de «hortelano centenario» también le gusta cuidar su docena de gallinas. Les echa el agua, el pienso y también disponen de una caseta ponedora, a la que Amado accede con agilidad. Es un placer ver una persona con esa ilusión y esa vitalidad a los 101 años. Ocho huevos es el botín que pone en una cesta de castaño con esmero. Antes de abandonar el huerto supervisa la poza del agua, las herramientas. «Esta mañana cuando llegué he estado quitando una raíz de una higuera que se metía para la casa con un azadón, y con uno más grande lo había hecho mejor (lo dice como un quinceañero). Revisa el gallinero y en una mano coge la cesta de los huevos y en la otra una calderilla y se pone un sombrero tirolés y una chaquetilla y por la carretera andando quinientos metros hasta llegar a casa. Pero como yo se había entretenido más de la cuenta en el huerto, llegó su único hijo, Sergio, a ver si le pasaba algo.
    Gallinas
    Con admiración le mira y dice «es que lo de este hombre es increíble». Y eso pensamos todos los que le conocemos. Con esos casi 102 años que hará el próximo 31 de diciembre.

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