sábado, 7 de junio de 2014

Carta de un monárquico dudoso al dudoso rey Felipe

El Príncipe de Asturias contempla desde la tribuna de honor el desfile de la ceremonia militar de la Orden de San Hermenegildo. (EFE)
Don Felipe, permíteme tutearte y así te vas acostumbrando a este pueblo que no respeta las jerarquías, a este pueblo sediento de igualdad. Eres muy inteligente quedándote en silencio mientras parte del pueblo se desahoga y pide la república. Sabes que hay que dejarles soltar la energía, que debes hablar sólo cuando estén desahogados para que nadie te interrumpa, para que alguno te escuche. Espero que demuestres la misma inteligencia cuando te toque hablar, que tienes por delante un reto terrible: dirigirte a un pueblo que no confía en tu institución
1. Las cosas se han puesto muy difíciles para los pocos monárquicos de mi edad. Nos ha costado ser leales y a ratos hemos dejado de serlo. Hay monárquicos fanáticos y tontos, pero muchos somos perfectamente razonables. ¿Por qué soy monárquico si soy razonable? –me preguntará algún republicano–. a) Por repulsión a los políticos trepadores y deshonestos. b) Porque admiro el funcionamiento de las monarquías avanzadas de Europa, como Holanda, Noruega o Gran Bretaña. c) Porque no creo que la monarquía constitucional sea más anacrónica que la bandera tricolor. d) Porque antes prefiero un puesto hereditario que un campo de tiro para los mangantes de los partidos políticos. e) Porque uno es monárquico hasta que deja de serlo, en función del trabajo que haga el monarca, y ahí está el quid: ser monárquico ahora mismo es darte a ti, Felipe, una oportunidad. Cuestión de simpatía y confianza, pero no olvides el significado circunstancial y huidizo de la palabra “oportunidad.” Como vienen, se van. 
2. Decía que no ha sido fácil ser monárquico en los últimos tiempos. Tu padre nos puso las cosas difíciles con el fregado de Cristina y su innombrable marido. La familia del Rey somos nosotros, los españoles, por encima de sus hijos y parientes. Ahí está la grandeza del símbolo y su trágica fragilidad. El Rey vive al servicio del país y el país le da, a cambio, una buena vida, a él y a su familia. Es un pacto que requiere lealtad. Juan Carlos I falló a su lealtad entorpeciendo la justicia: puso a su familia carnal por encima de su pueblo. Un rey así es carne de destronamiento. Sin embargo, un rey que desasiste a su hija se convierte en símbolo trágico a la altura de la tragedia del pueblo español.
¿Tú q
Ahora llegas tú, y el proceso judicial no ha terminado. Debes elegir, y para el pueblo la cuestión está muy clara. Si cometes el error de tu padre, nadie te lo va a perdonar. La monarquía está herida y el pueblo exige ejemplaridad. Permite que la justicia haga lo que tenga que hacer y habrás demostrado grandeza. 
3. Si escuchas a quienes piden república, verás que muchos piden regeneración. Traer regeneración es una tarea difícil para ti, que no puedes inmiscuirte en la política del Parlamento. Alguien tiene que hacer limpieza en las instituciones, alguien tiene que devolver el poder a la ciudadanía antes de que todo salte por los aires y tú sólo puedes arbitrar. El problema es que sanear la democracia pasa por someterse a ella. ¿Sobrevivirías a un referéndum sobre la monarquía? En Bruselas me acerqué a la protesta republicana y escuché lo típico: guillotina y que te fueras a tomar viento, pero entonces apareció un chico joven, cogió el megáfono y dijo algo mucho más razonable:
–Estamos aquí para pedir democracia. Aquí todos somos republicanos, pero esto debe someterse a referéndum. El pueblo, en democracia, puede decidir que siga habiendo monarquía. ¡Y habrá que aceptarlo si realmente queremos democracia!
¿Tú quieres democracia? Si te la juegas y permites un referéndum, es posible que el pueblo valore el gesto y te elija a ti. Yo echo un vistazo a los que serían candidatos para tu cargo y te voto sin dudarlo. ¿Qué hay de malo en abrir consulta? Ya contesto yo: la fuerza del símbolo republicano. Una fuerza que empieza a volverse huracanada. 
4. Si te fijas, los republicanos españoles son patriotas sin país. Y tú has de representar a un país donde todos estén contentos. Y ellos quieren que te vayas para estar contentos en este país. ¡Vaya paradoja! Nunca ha visto Madrid tantas banderas de España como salieron ayer en las manifestaciones republicanas. ¿Que la tricolor no es la bandera de España? ¡A ver quién convence de eso a un republicano! El patriotismo se basa en los símbolos y nadie puede imponer sus símbolos a los demás. Nuestra tragedia fue la Guerra Civil y la Guerra Civil no ha terminado. Tu padre pensó que estaba resuelto y se equivocaba. Aquí no hay concordia ni hay reconciliación. España está rota en pedazos: la nación de Cataluña tira con fuerza hacia el mar, las identidades han echado a correr en direcciones opuestas, la izquierda insulta a la derecha y la derecha insulta a la izquierda en medio de un fragor de desigualdad. Llegas, Felipe, a un país sin patriotismo donde cada cual se agarra a su identidad y a su convencimiento. La revista El Jueves dio en el clavo con su última portada: se ve a tu padre poniéndote una corona maloliente en la cabeza. 
No sé cómo pueden seguir creyendo los republicanos que lo tuyo es un privilegio. Una cruz como España de grande. 


Buena suerte, don Felipe, por la cuenta que nos trae.

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