domingo, 11 de mayo de 2014

Una historia desconocida de la pornografía y lo que revela de nuestras preferencias


Una pareja de bien alimentados recién casados se divierten al lado del lecho nupcial. Coquetean, se besan y el marido le señala a su mujer la cama. Ella parece preguntarle si ya es la hora de dormir, y acto seguido comienza a desvestirse, no sin antes hacer un gesto al espectador de que no debe mirar.
Así arranca la que se ha considerado como la primera película erótica de la historia, la francesa Le Coucher de la Mariée, dirigida por Albert Kirchner en 1896, apenas un año después de la invención de los hermanos Lumière. Se trata de una de esas películas investidas de un particular misterio: de los 7 minutos que tardaba la cabaretera Louis Willy en despojarse de sus hábitos ante la cámara, apenas han sobrevivido dos, ocultando para siempre la desnudez de la actriz.
Como bien es sabido, la pornografía no es un invento del siglo XX. A lo largo de la historia del hombre, este ha producido diferentes imágenes para satisfacer sus necesidades eróticas. La concepción moderna de la mostración del acto sexual nace durante la era victoriana, de mano con los primeros daguerrotipos y la fotografía, que permitía por primera vez un reflejo fiel de la realidad y una difusión mucho mayor. Las primeras revistas eróticas, que surgieron en Francia en el cambio del siglo XIX al XX, se vendían por suscripción, lejos de los ojos de las autoridades.
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La vasta mayoría de la producción pornográfica audiovisual parte de un principio muy semejante, recuerda el sexólogo, y las peliculitas de las primeras décadas del siglo XX que se han podido recuperar no son excepción. Se trata de “la fantasía masculina que representa la abundancia sexual sin las complicaciones de las relaciones reales”, señala Castleman. O, en otras palabras, la facilidad del butanero para conquistar al ama de casa abandonada: “No hay ninguna conversación, no hay cortejo, no hay dulzura, simplemente un sexo genital que muestra muy poca o ninguna consideración por el placer erótico y la satisfacción de las mujeres”. Así ha sido durante décadas.
El cinLas primeras películas se producían de forma aficionada (casi, casi como ahora), y eran exhibidas en burdeles. Eran los conocidos comostag films (algo así como “películas de machos”). En su primera etapa, como explica un paperllamado The History of Modern Pornography, eran “crudamente primitivas, obscenas, amateur, anónimas y de pobre calidad visual”. Cada país tenía sus variantes; si en Estados Unidos los hombres tardaban bastante más en conseguir el consentimiento de la mujer, en Francia eran mucho menos recatadas y más proclives a probar prácticas que incluso resultan tabú hoy en día.
En una de las obras clásicas de la primera pornografía, la argentina El sartario(producida entre 1907 y 1912), el diablo seduce a tres jóvenes que se bañan en un río, con las que llega a practicar un 69. La alemana Am Abend, frente al plano general propio del primer cine silente, comienza a introducir planos detalle de genitales por primera vez. Estas películas, a las que hay que añadir el boom que experimentó dicho cine después de la Segunda Guerra Mundial gracias a las cámaras de película 8 milímetros, apenas sufrió cambios durante décadas. Al menos, hasta los años cincuenta.
Nace el porno moderno
Si el consumo actual de pornografía suele ser solitario, en un pasado formaba parte de actos sociales y profundamente masculinos: despedidas de solteros, fiestas de soldados o fraternidades de universidad proyectaban las películas que los viajantes les hacían llegar. El primer gran cambio que anticipó todo lo que estaba por venir se produjo a finales de los años cincuenta, cuando aparecen las beaver movies, menos explícitas que la pornografía habitual. Castleman recuerda que en esa época, el sexo oral desaparece casi por completo de las películas americanas.
DurPero fue el director italofrancés Lasse Braunquien cambió de verdad la historia. Promotor de la lucha contra la pornografía, en junio de 1969 consiguió que Dinamarca fuese el primer país que la legalizase. De manera paralela a su activismo, Braun produjo algunas de las películas de más calidad de la época, rodadas tanto en 8 como en 16 milímetros eintroduciendo por primera vez el color. Además, las ocho producciones que llevó a cabo entre 1968 y 1977 recurrían al cine de género (fuese este el de espías, el de aventuras o el drama histórico) como sustento para la mostración pornográfica.
A comienzos de los años setenta, Braun recibió en su domicilio en Estocolmo la visita de Reuben Sturman, uno de los grandes popes de la aún ilegal pornografía estadounidense. El objeto de interés del de Ohio no era otro que uno de los últimos inventos de Braun: el peepshow. Al mismo tiempo, en Estados Unidos, se producen las primeras películas pornográficas tal y como las conocemos hoy en día, asociadas al undergroundGarganta profunda(1972) de Gerard DamianoDetrás de la puerta verde de Jim y Artie Mitchell (1972) y El diablo en Miss Jones (1973), también de Damiano. El resto de la historia es bien conocida: los ochenta estuvieron marcados por las cintas de vídeo, y el siglo XXI, por el auge de internet y el retorno de lo amateur (¡como en el siglo pasado!).
Así nació la pornstar moderna
Castleman recuerda que aunque las prácticas sexuales no sean tan diferentes, sus intérpretes sí lo son. Como vimos, las primeras actrices eróticas provenían del mundo del espectáculo, cabareteras que dieron el salto al celuloide, y que respondían al canon de belleza de su época. Sus pechos eran pequeños y sus caderas, anchas. Los hombres eran delgados, nada atléticos, y el tamaño de su miembro viril no era un factor decisivo. Obviamente, ni en uno ni en otro caso el vello estaba depilado.
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